Quizás sea la herencia ácrata, la que fomente el asociar el liderazgo con mesianismo, soberbia y arrogancia de esos ejecutivos de empresas que un día poblaron el sistema y que desparecieron de forma repentina como los dinosaurios.
La invisibilidad, el anonimato y la contención es un privilegio (I am nobody, who are you que decía la Dickingson).
Homero cuando nombra los soldados aguerridos, coloca a Ulises en el puesto 19…no lo hace líder.
Esto perfiles de líderes fueron un boom en los 80, cuando los psicólogos dirigían los departamentos de recursos humanos, la coca lo inundaba todo y las minorías llegaban al poder (añadiría cuando los Neocom de Chicago de Milton Friedman arrasaban).
La mas de las veces se lideraba de forma adictiva desde un perfil controlador donde el líder buscaba medrar bajo la excusa de generar riqueza.
El incentivo era escalar estamentos y generar patrimonio con el convencimiento de moral dudosa, de quien tiene poder todo lo puede y reclamando servilismo a su entorno.
En esta extrovertida e histriónica gestión, quien se saliera del canon quedaba eliminado.
Ser introvertido era incapacitante en esa tecnocracia soez y funcionalista, pero el talento silencioso, que sabe lidiar desde otro ángulo sobrevivió a esa abominable gestión.
Lidiar con proyectos y llevarlos adelante, organizar personas, trabajar en equipo…no siempre ha tenido un perfil, porque ha habido cambios de paradigma (por suerte).
La introversión es más natural, y novedosa, en un entorno de continuos retos y desafíos.
La motivación y el incentivo, que es el factor añadido, hace que los objetivos de las empresas se alcancen sin tanta teatralidad y con menos doble moral, porque el liderazgo no se genera de arriba abajo sino de manera rizomática, que diría Spinoza.
Lo que subyace siempre es imaginación.