
Sentados en un coche con la capota abierta, John Fitzgerald Kennedy y su esposa saludan a los ciudadanos de Dallas. No pueden ni imaginar que, durante esa mañana lluviosa del 22 de noviembre de 1963, alguien les apunta con un rifle.
Probablemente el crimen que más teorías conspirativas genera en la historia. Y eso es, en parte, porque, sesenta años después, el caso sigue envuelto en dudas…

El 22 de noviembre de 1963, Lee Harvey Oswald, de veinticuatro años, va a trabajar al depósito de libros de Texas, en Dallas. Hacía un mes, más o menos ha conseguido aquel trabajo, y su jefe esta contento con él.
Pero ese es el último día que sus compañeros de oficina ven a Oswald. Porque, ese día, él tiene una misión que cumplir que cambia su destino. Esa misión es asesinar al presidente de los Estados Unidos de América; asesinar a Kennedy.

Lee Harvey Oswald nace en Nueva Orleans, en 1939, y llega al mundo con una mano de cartas poco afortunada.
Su padre muere dos meses antes de que naciera él, y su madre es una mujer distante y egocéntrica, incapaz de mostrar afecto por sus hijos.
Oswald crece en un entorno inestable, y quizá por ello es un niño introvertido y temperamental, con carencias afectivas graves, y que no acepta la auutoridad.
Según el psiquiatra que lo trata en su infancia, Oswald tiene tendencias pasivo-agresivas con trazos esquizoides, e intentaba compensar la frustración que siente fantaseando sobre la idea de tener un gran poder en sus manos.

Tras una adolescencia complicada en la que pasa por doce centros escolares distintos, Oswald decide alistarse en los marines.
Es en esta época cuando aprende a disparar. Oswald se convierte en un buen tirador, pero sigue teniendo problemas con la autoridad.
Su comportamiento rebelde le hace ganarse dos consejos de guerra. Durante estos años, Oswald empieza a interesarse por la política, y a leer sobre comunismo. Incluso aprende algo de ruso por su cuenta.
Su fascinación por la Unión Soviética lo lleva a dar un cambio de rumbo a su vida: con diecinueve años, Oswald decide dejar los marines, renunciar a su pasaporte estadounidense, e irse a la URSS para convertirse en ciudadano soviético.
No consigue que las autoridades soviéticas le den la nacionalidad, pero sí le ofrecen un trabajo en Minsk (Bielorrusia). Oswald acepta.

Pero la vida al estilo soviético no es tan emocionante como Oswald espera. El aburrimiento de la rutina y la falta de ofertas de ocio hacen que, al cabo de dos años y medio de instalarse en Minsk, Oswald decida que ya había tenido suficiente. Recupera su pasaporte estadounidense y vuelve, acompañado de su esposa, Marina Prusakova.
Oswald y Prusakova se habían conocido en 1961, se habían casado y habían tenido una hija. Ahora los tres van a empezar una nueva vida en Dallas, Estados Unidos.

Oswald deja la URSS, pero no sus ideales políticos. A principios de 1963, Oswald compra por correo un revólver y un rifle con mira telescópica.
En abril de ese año, el ex general Edwin Walker, un ultraderechista y anticomunista reconocido, recibe un disparo en su propia casa.
Alguien le dispara desde fuera, a través de la ventana. Oswald nunca llega a ser detenido por este intento de homicidio, pero la investigación posterior apunta a que era el sospechoso número uno.
Poco después, Oswald se pone en contacto con el Fair Play for Cuba Comittee, un colectivo activista en favor de Fidel Castro establecido en Nueva York.
Entonces, decide montar una sede de la organización en Nueva Orleans y distribuir panfletos pro-Castro allí. Más tarde, Oswald viaja a Ciudad de México.
Según la investigación posterior, el plan de Oswald es conseguir allí un visado para viajar a Cuba, y, una vez allí, volver a la URSS.
Después de varios días yendo de consulado a consulado, discutiendo con funcionarios cubanos, le deniegan el visado.
Mientras tanto, la rama del FBI de Dallas se entera de que Oswald ha estado en contacto con la embajada soviética en México.
Sospechan que pueda ser un espía de la URSS y empiezan a vigilarlo.

En otoño de 1963, John Fitzgerald Kennedy lleva casi dos años ejerciendo de presidente del gobierno de los Estados Unidos, y se está preparando para su próxima campaña presidencial.
Todavía no ha anunciado su candidatura oficialmente, pero se da por hecho que lo haría, y el propio Kennedy confia en que sería reelegido.
En noviembre, Kennedy empieza a planificar su agenda de campaña.
El presidente tiene especial interés en conseguir buenos resultados en Texas y Florida, así que decide visitar estos dos estados ese mismo mes. Kennedy esta preocupado por si no consigue suficiente apoyo en Texas.

El partido demócrata de allí esta en tensión constante debido a las luchas internas entre sus líderes, y Kennedy piensa que su presencia ayudaría a calmar las aguas y cohesionar el partido de cara a las elecciones.
El presidente también sabe que un grupo de extremistas pequeño pero ruidoso estaba causando problemas en Texas, y seguramente se haría notar durante su visita.
Pero no le importaba. Kennedy parece encantado de dejar Washington por unos días y salir a dar discursos y estrechar manos.
Además, su esposa lo acompañaría en su tour. Esta es la primera aparición pública Jacqueline Kennedy desde la muerte de su hijo Patrick, que fallece en agosto de ese año, poco después de nacer. Los Kennedy se estan recuperando del disgusto, y el viaje les ayuda a distraerse y recuperar el ánimo.

El 22 de noviembre de 1963 amanece bajo la llovizna en Fort Worth, una ciudad a unos cincuenta y dos kilómetros de Dallas. Pero la lluvia no impide que varios miles de personas esperen a los Kennedy en el aparcamiento del hotel donde se alojan.
El presidente sale a saludar a la multitud y da un pequeño discurso. Elogia la fortaleza de corazón de los habitantes de Fort Worth, les agradece su presencia, y bromea sobre su esposa:
La señora Kennedy está arreglándose. Hace que nos demoremos, pero después está mucho más guapa que nosotros, claro.

Kennedy también habla de la necesidad de Estados Unidos de ser un país líder a nivel militar y espacial, del crecimiento de la economía, y de la voluntad de los ciudadanos de asumir la carga que conlleva el liderazgo.
El público presente le da un aplauso cálido, y Kennedy se acerca a saludar a la gente, entre un mar de sonrisas.

La comitiva presidencial toma un avión a Dallas. Media hora después, los Kennedy desembarcan y se acercan a saludar a la muchedumbre reunida junto a la pista de aterrizaje. La primera dama recibe un ramo de rosas rojas.
Después, la pareja se dirige al coche descapotable donde la esperan el gobernador de Texas, John Connally, y su esposa Nellie. Ya no llueve, así que el conductor había retirado la capota. Curiosamente, el coche era un Lincoln.

Según estaba previsto, la comitiva presidencial ira al Trade Mart de Dallas, una especie de salón de exposiciones; una vez allí, Kennedy daría otro discurso.
El coche de los Kennedy va precedido de otro, y seguido de unos diez más, que llevan a altos cargos del gobierno, como el vicepresidente Lyndon Johnson, agentes secretos, autoridades locales, y personal de prensa.

No todos los días se ve al presidente de los Estados Unidos y a la primera dama en el centro de Dallas. La visita de los Kennedy es todo un acontecimiento, y así lo vive la gente local.
Se calcula que unas doscientas mil personas se agrupan a lo largo de los dieciséis kilómetros de trayecto que recorre la comitiva presidencial.

La procesión de coches avanza despacio, la muchedumbre vitorea al presidente y la primera dama, y ellos responden con saludos y sonrisas.
La esposa del gobernador de Texas, que esta sentada delante de Jacqueline Kennedy, se gira y dice:
Señor presidente, no se puede decir que Dallas no lo quiere.

A lo que Kennedy contesta, satisfecho:
“No, no se puede”.

Hacia las doce y media del mediodía, el coche de Kennedy gira desde una de las calles principales de Dallas, para continuar el recorrido por la calle Elm, bordeando la plaza Dealey… y pasando por delante del edificio que alberga el depósito de libros de Texas, donde Lee Harvey Oswald trabaja.
Segundos después, cuando el coche ha pasado el edificio varios metros, se oye un disparo. Según el informe redactado por la Comisión Warren, que es creada para investigar el suceso, la bala atraviesa el cuello de Kennedy, entrando por la nuca y saliendo por su garganta; después, rebota en el hombro y en la muñeca del gobernador Connally, y finalmente va a parar a su muslo.
Segundos después, otra bala alcanza a Kennedy, esta vez en la cabeza. Jacqueline Kennedy declara que, en ese momento, puede ver el cráneo de su esposo. Entonces, lo abraza, y, meciéndolo, dice:
Oh, Dios mío, han disparado a mi marido. Te quiero, Jack.

Kennedy es trasladado al hospital más cercano a toda velocidad. Al llegar allí, respira con mucha dificultad y a base de espasmos, y su cara tiene un aspecto entre blanco y azulado. Sus ojos estan abiertos; sus pupilas, dilatadas.
Los médicos que lo tratan detectaron dos heridas de bala: una pequeña, en el cuello, y otra más grande y grave, en el cráneo. Viendo que le cuesta respirar, le intuban la tráquea. Al cabo de unos minutos, intentan palparle el pulso femoral, pero no lo encuentran.
Los médicos que lo trataron detectaron dos heridas de bala: una pequeña, en el cuello, y otra más grande y grave, en el cráneo

En un intento desesperado de ayudar a Kennedy a respirar, le hacen una traqueotomía y le administraron hidrocortisona.
Después, le insertan tubos en el pecho para facilitar el drenado de sangre y aire, y le hacen un masaje cardíaco. Pero el esfuerzo es en vano.
Ante su falta de respuesta neurológica, muscular, y cardíaca, los médicos concluyeron que no pueden hacer nada por revivir al presidente.
La herida del cuello es tratable, pero la de la cabeza es fatal. Aproximadamente media hora después de recibir el disparo, Kennedy recibe la extremaunción y es declarado muerto.

Después de disparar a Kennedy desde la sexta planta del depósito de libros, Lee Harvey Oswald sale del edificio, y se abre paso en medio de la multitud.
Entonces, toma un autobús y un taxi, y vuelve a la casa de huéspedes donde ha dormido.
A cabo de un rato se va de la casa, y, sobre la una y cuarto del mediodía, se encuentra con el oficial de policía J.D. Tippit.
Tippit ha sido alertado del atentado, y sabe que el sospechoso es un varón de raza blanca, delgado, de aspecto militar, y unos treinta años.
Cuando Oswald ve que Tippit se dirige hacia él, intuye que el agente lo había reconocido, así le dispara varias veces con un revólver. Tippit muere minutos más tarde.

Oswald continua caminando por la calle, intentando actuar con naturalidad. Pero cuando oye las sirenas de los coches de policía cerca, no puede disimular su nerviosismo.
Cada vez más arrinconado, Oswald entra en el Teatro de Texas en busca de refugio. El taquillero desconfia de él, y avisa a la policía. Cuando llegan los agentes, Oswald intenta resistirse, pero no tiene nada que hacer. Era el principio del fin de Lee Harvey Oswald.

En hora posterior al atentado, los ciudadanos de Estados Unidos reciben la noticia de la muerte de Kennedy.
En medio de la conmoción por el asesinato, el drama de la búsqueda y captura del sospechoso ha puesto en alerta a todo Dallas.
En su huida, Oswald es descuidado: momentos después de que suenen los disparos, se encuentran cartuchos de bala en cerca de la ventana desde la que dispara, en el edificio del depósito de libros. Más tarde también aparece un rifle.
Cuando la policía interroga a los empleados del edificio, estos dicen que, en aquel momento, solo faltan dos personas de la plantilla; una de ellas era Oswald, que ha sido visto antes del atentado en la sexta planta.
La policía hace circular la descripción de Oswald, y es así como el oficial Tippit, primero, y el taquillero del teatro, después, lo reconocen.

El vicepresidente de los Estados Unidos, Lyndon Johnson, teme que la URSS este tras el asesinato de Kennedy. En plena Guerra Fría, a Johnson le preocupa que el atentado sea una muestra de lo que los rusos estan dispuestos a hacer para desestabilizar el gobierno estadounidense.
Para garantizar una transición de poder rápida y efectiva, Johnson jura el cargo de presidente en el Air Force One, el avión del presidente, que traslada el cadáver de Kennedy y a su comitiva a Washington.
Johnson hace el juramento con cara larga, y acompañado de Jacqueline Kennedy, que permanece a su lado, con su traje de falda y chaqueta rosa todavía manchado de sangre. El gobernador Connally se queda en el hospital; esta herido de gravedad y necesita varias operaciones, pero sobrevive.

En su interrogatorio, Lee Harvey Oswald declaró que era inocente, y se quejó que lo estaban utilizando como cabeza de turco.
También pidió que lo representase legalmente el abogado del Partido Comunista de Estados Unidos. Pero esto nunca llegó a pasar.
Oswald pasó dos días y dos noches en una celda. Estaba previsto que en la mañana del 24 de noviembre lo trasladasen de la cárcel de Dallas a la cárcel del condado. La expectación era tan grande, que había cámaras de televisión y periodistas retransmitiendo el momento en directo.
Oswald estaba saliendo del edificio hacia el aparcamiento, rodeado de detectives, cuando, de repente, recibió un disparo en el abdomen. Así recogieron las cámaras el momento:

El atacante era Jack Ruby, una cara conocida entre los policías de Dallas por sus problemas frecuentes con la ley. Oswald hizo un gesto de dolor y cayó al suelo enseguida.
Antes de que perdiese el conocimiento, uno de los detectives que lo acompañaban le preguntó si había algo que quisiese decirles; él negó con la cabeza.
Oswald fue trasladado al mismo hospital donde intentaron salvarle la vida a Kennedy, y donde, igual que él, murió.

El asesinato de Lee Harvey Oswald fue recogido por el Libro Guinness de los Records como “el primer asesinato de una persona visto en televisión en directo”. Y, aunque muchos celebraron su muerte, pero lo cierto es que este nuevo crimen contribuyó a enmarañar el caso todavía más.

Ruby declaró que había matado a Oswald por motivos, digamos, humanitarios: para ahorrarle a Jacqueline Kennedy el mal trago de tener que testificar en el juicio contra el asesino de su marido.
En marzo de 1964, Ruby fue acusado de homicidio y condenado a pena de muerte. Seis meses después, el veredicto fue anulado por testimonio ilegal.
Estaba previsto que se celebrase un juicio nuevo, pero no fue necesario: Ruby murió a causa de una embolia pulmonar, poco más de tres años después de los asesinatos de Kennedy y Oswald… y en el mismo hospital que ellos.
Unas doscientas cincuenta milpersonas presentaron sus respetos ante el ataúd de Kennedy en el Capitolio
JFK había muerto, pero su leyenda no había hecho más que comenzar. Para su funeral se activaron los protocolos que se habían seguido en el del primer presidente de los Estados Unidos que fue asesinado: Abraham Lincoln.
Unas doscientas cincuenta milpersonas presentaron sus respetos ante el ataúd de Kennedy en el Capitolio, y el día del funeral se organizó un desfile fúnebre en carroza de caballos por las calles de Washington D.C.
Tras el funeral, en la catedral de San Mateo, el hijo pequeño de los Kennedy, John Kennedy junior, se despidió de su padre con un saludo militar. Tenía tres años.
En los meses posteriores al asesinato de Kennedy, empezó a ganar fuerza la creencia de que el crimen formaba parte de una conspiración comunista.

El ahora presidente Lyndon Johnson estaba convencido de que algo de cierto había en esto, pero no quería tomar medidas drásticas y arriesgarse a entrar en conflicto directo con la Unión Soviética o con Cuba.

Con la intención de esclarecer dudas y pasar página, Johnson creó una comisión de investigación, que hemos mencionado antes, para evaluar y verificar los hechos relacionados con las muertes de Kennedy y Oswald.

Esta comisión sería conocida como la Comisión Warren, por Earl Warren, el presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, y responsable de la investigación.

Durante diez meses, la comisión investigó la autopsia de Kennedy, informes del FBI, pruebas físicas, testimonios, análisis de imágenes, y recreaciones científicas, entre otros elementos.
El informe final concluyó que Oswald había actuado solo, y que había disparado tres veces -y fallado una-. Pero esta conclusión no convenció a todo el mundo: mucha gente pensaba que había habido un segundo tirador, y algunos testigos aseguraban haber oído disparos que venían de la vía del tren cerca de la plaza Dealey, y no del edificio desde donde había disparado Oswald.

La hipótesis de que la primera bala había alcanzado primero a Kennedy y después a Connally tampoco tuvo mucha aceptación; resultaba demasiado rocambolesca, y se llegó a conocer como la teoría de “la bala mágica”.

En cuanto a Ruby, se especuló que era parte de una conspiración, y que había matado a Oswald para evitar que este delatase la trama.

También se dijo que Ruby tenía tratos con la mafia. Sin embargo, la comisión Warren afirmó que, aunque el hombre manejaba negocios turbios, no estaba involucrado en el crimen organizado.
Lejos de poner punto y final a la historia del asesinato de Kennedy, el informe de la Comisión Warren fue combustible para todo tipo de teorías conspirativas.

Muchas de ellas tienen a Cuba como antagonista. Según una de las más populares, el gobierno cubano fue el responsable intelectual de la muerte de Kennedy, cosa que Fidel Castro negó.

Otra teoría defiende que el crimen fue perpetrado por colectivos anticastristas, que estaban molestos con Kennedy por no haber apoyado la invasión de Bahía Cochinos. Estas teorías se sustentan en el interés de Oswald de visitar Cuba, y en su contacto con grupos pro Castro.

Otra teoría, que incluye a Ruby, sugiere que la mafia estaba interesada en eliminar a Kennedy como respuesta a los esfuerzos de su hermano, el fiscal general Robert F. Kennedy, por erradicar el crimen organizado.

Y hay incluso quien afirmó que el propio Johnson encargó el asesinato de Kennedy para despejar su camino hacia la presidencia del gobierno.
En 1975, doce años después de la muerte de Kennedy, el público norteamericano empezó a revisar el metraje del momento del asesinato.

Las imágenes parecían indicar que una de las balas había sido disparada desde delante de Kennedy, y no desde detrás. Esto hacía imposible que el tirador hubiese sido Oswald, debido a su posición. La polémica estaba servida.

Además, en la misma época saltó la noticia de que la CIA había ocultado información a la Comisión Warren. A raíz de todo esto, se formó el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos (House Select Comittee on Assassinations), que investigó no solo el asesinato de Kennedy sino también el de Martin Luther King.

Tras revisar las pruebas, este comité confirmó que no se podía demostrar que ni la URSS ni Cuba estuviesen implicadas en el crimen, pero reveló una prueba crucial: una grabación de sonido captada por el micrófono de un policía en la que se oían cuatro disparos, tres de Oswald y uno de otro tirador posicionado en una zona ajardinada de la plaza Dealey.

Basándose en esta prueba acústica, el comité concluyó que hubo dos tiradores, y que el asesinato había sido, muy probablemente, producto de una conspiración.

Sin embargo, algunas voces críticas dudaban de la fiabilidad de las pruebas, y la credibilidad del comité quedó entredicho.
El estreno de la película JFK de Oliver Stone, en 1991, levantó una nueva ola de especulación sobre el caso. Entonces, el congreso creó el Assassination Records Review Board, una junta independiente que analizó, desclasificó, y publicó millones de documentos secretos sobre el asesinato de Kennedy, redactados por la Comisión Warren, el FBI, la CIA y otros organismos.

También aprobó una ley que fijaba la desclasificación de todos los documentos relacionados con el caso en un plazo de veinticinco años.

En 2017, cuando la fecha límite se acercaba, el entonces presidente Trump anunció efusivamente que la gran revelación estaba al caer.

Pero, entonces, la CIA y el FBI pidieron a la Casa Blanca que eliminase varios cientos de documentos, por el bien de la seguridad nacional.

Trump aceptó a regañadientes, pero liberó unos dos mil novecientos papeles inéditos.

Uno de ellos sugería que Oswald pensaba huir a la Unión Soviética tras el asesinato, y por eso había ido a Cuba a tramitar papeles para el viaje.

Otro documento contradice a la Comisión Warren y afirma que Jack Ruby estaba en la plaza Dealey en el momento del crimen; si esto fuese cierto, la teoría que conecta a Ruby y a la mafia podría ganar peso.

En los años siguientes el gobierno estadounidense continuó desclasificando documentos, y a finales de 2022 la Casa Blanca declaró que había liberado el noventa y sietepor ciento del total.

Tendrán que pasar varios años antes de que los expertos e historiadores revelen todos los secretos ocultos en estos documentos.
Sesenta años después, el asesinato de Kennedy sigue despertando interés, avivando teorías conspirativas populares, y generando otras nuevas.

El gobierno estadounidense lleva décadas intentando dar una imagen de transparencia al asunto, abriendo investigaciones nuevas y desclasificando documentos.
Pero lo cierto es que cada comité o junta que ha trabajado en el caso se ha encontrado con miles de críticos, expertos y detractores, dispuestos a cuestionar hasta el último detalle de cada teoría.

Y es que el asesinato de Kennedy, el crimen político más famoso del siglo veinte, sigue siendo, y será, una fuente inagotable de dudas, polémica y especulación.
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/muerte-en-dallas-kennedy-drama-y-misterio_19224
https://www.history.com/news/why-the-public-stopped-believing-the-government-about-jfks-murder