
‘Paloma en azul’, uno de los retratos que Picasso hizo de su hija Paloma SUCESIÓN PICASSO
La hija del artista desvela la cara más íntima y personal de su padre. Puso su trabajo por delante de todo, pero no hay ningún reproche

Paloma Picasso, en Miami, en una imagen de 2016 GETTY
Vive a caballo entre Lausana y Marrakech, y viaja mucho a Nueva York, donde vive su madre, Françoise Gilot, a sus 101 años. Esta fue la única mujer que huyó de Picasso con quien tuvo dos hijos: Claude y Paloma.

Picasso en la Californie, en Cannes, pintando con sus hijos en la mesa
Amiga de Warhol, musa de Lagefeld, de Yves Saint Laurent, Paloma Picasso (Vallauris, Francia, 1949) es diseñadora de joyas. Conversamos con ella vía telefónica desde Marrakech. Habla un perfecto español, pero con marcado acento francés. A sus 73 años, derrocha fuerza, pasión y mucha personalidad. De casta le viene al galgo.

Picasso y Jean Coucteau en los toros en Vallauris
—¿Cómo se gestiona ser hija de Picasso, el artista más importante del siglo XX?
—(Ríe) Como se puede…
—¿Pesa demasiado el apellido Picasso?
—Yo siempre lo sentí como una responsabilidad. Es un regalo maravilloso, pero mucha gente cree que todo es fácil si tienes el apellido Picasso. Es cierto que abre muchas puertas, pero a veces resulta complicado. Siento que tengo que ser mejor que lo que se espera de mí.

Picasso, con Françoise Gilot, y sus dos hijos, Claude y Paloma ABC
—¿Temían usted y sus hermanos no estar a la altura?
—Tengo un nombre, Paloma, que es muy especial, tiene una gran connotación (la paloma de la paz). Y el apellido conlleva también cierto peso. Todo ello ha condicionado quién soy.

—Dicen que ha heredado de su padre su fuerza.
—Sería pretencioso decirlo. Me sentía muy cercana a mi padre. Yo era la más pequeña de sus hijos. Me trató siempre con mucho cariño. Como era una niña muy tranquila, me dejaba quedarme a su lado mientras él pintaba. Era capaz de permanecer callada, sin abrir la boca, durante horas. Me daba papel y lápices para que dibujara.

—¿Qué recuerdos tiene de él?
—Claude y yo pasábamos con él todas las vacaciones. Era muy divertido con los niños. Más difícil, supongo, era la relación con los adultos. Le fascinaba la inocencia de los niños. Siempre me sorprendió cómo podía pasar de estar comiendo a dibujar sobre la mesa. En menos de un segundo estaba totalmente inmerso en su trabajo.
«Nunca tuve un reproche. Sabía que era pintor y tenía mucho respeto por su trabajo»

Los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, con parte de la familia Picasso (Paloma, a la izquierda, vestida de negro) y el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, en la inauguración de la exposición ‘Picasso. Tradición y vanguardia’, que tuvo lugar en 2006 en el Prado y el Reina Sofía
—¿Era un buen padre? ¿Tiene algún reproche que hacerle?
—No, nunca tuve un reproche. Sabía que era pintor y tenía mucho respeto por su trabajo.

—¿Puso el arte por delante de todo lo demás?
—Sí, pero me parecía bien, justo. Para mi madre también su arte era lo más importante. Eso no quiere decir que no se ocupara de nosotros.

—¿Cómo recuerda el 8 de abril de 1973? Usted tenía 23 años.
—Fue un poco difícil, porque en esos momentos no lo veía. Lo supe por la radio, pero yo sabía que iba a pasar. No me sorprendió tanto.

—No poder despedirse de su padre debió ser muy duro. ¿Se lo ha perdonado a Jacqueline? [Al parecer, su última esposa fue quien lo alejó de sus hijos]
—Fue por decisión de Jacqueline, sí, es así. Maya, Claude y yo hablamos con Paulo [primogénito del artista]. Él dijo que habría querido dejarnos entrar, pero que Jacqueline estaba en un estado que no había modo de convencerla.

—Picasso sigue siendo hoy un muerto muy, muy vivo…
—(Ríe) Sí, totalmente, eso le daría mucho placer. Está cada día más joven, se podría decir.

—¿Admira más a Pablo, el padre, o a Picasso, el artista?
—Siempre fue las dos cosas para mí. Desde muy chiquita noté que la gente lo veía como el más grande maestro del siglo XX.

Paloma Picasso (centro), junto a Carmen Giménez, y Josef Helfenstein, director del Kuntsmuseum de Basilea, en la inauguración de la exposición ‘Picasso-El Greco’ en el museo suizo, que comisarió Carmen Giménez
—¿Le hacían la pelota en el colegio por ser hija de Picasso?
—Sí, a veces resultaba un poco pesado. Pero, bueno, una sabe que no puede soñar con que no sea así. O sea, mejor aceptarlo.

—¿Hay alguna época u obra que le guste especialmente?
—Hay tantas cosas fabulosas… Hay periodos mejor que otros, me parece. Pero siempre hay una pintura, una escultura, las cerámicas… Al verlas, uno dice: ¡Ohhhh!, ¿cómo es posible?

—¿Cuántos retratos le hizo?
—Miles y miles. Lo impresionante es que si hablas de pinturas, él hizo más que nadie; si hablas de dibujos, grabados y cerámicas, lo mismo. Y en todo es así. Es el pintor más grande, el escultor más grande. También escribió, hizo poemas…

—Hallaba inspiración en cualquier cosa, ¿no?
—Sí. Mi hermano Claude tenía unos cochecitos con los que estaba jugando y, de repente, mi padre los cogió e hizo la cabeza de una mona con su bebé. Crecer en un ambiente así es fabuloso para un niño.

—No debía ser tan fabuloso para su madre: ser artista y pareja de Pablo Picasso…
—La gente es machista. En Europa la veían como la pareja de Picasso. Su verdadera carrera la hizo en América. Lo genial es que mi madre era muy adelantada a su época. Cuando empezaron a hablar del ‘movement liberation’ yo tenía 13 o 14 años. Decía: ¿qué están pidiendo estas mujeres? Años después entendí que lo que pedían era lo que yo veía todos los días.

—Françoise Gilot fue ‘la mujer flor’ en la obra de Picasso.
—Sí. Esa época se llama la ‘joie de vivre’. Es el final de la II Guerra Mundial. De repente, el optimismo renace, empieza la relación con ella, se van a vivir al sur de Francia… Y la cultura mediterránea toma más influencia en su trabajo. Son muy alegres las pinturas que hizo en Antibes. ¿Ha visitado el Museo Picasso de Antibes?

—Sí, me declaro una fan picassiana. Fue Matisse quien dijo que si alguna vez retrataba a Françoise Gilot lo haría con el cabello de color verde, como si fuera una planta…
—Sí, y mi padre se puso muy celoso (ríe).

—¿Había rivalidad sana entre ellos? Debía ser de los pocos pintores a los que admiraba.
—Absolutamente. Era una rivalidad positiva. La gente a veces lo describe como algo negativo, pero no fue así. Había un respeto enorme entre ellos.
«Mi madre debía demostrar que era una persona fuerte. Por ella y también por sus hijos»

—Su madre fue la única mujer que huyó de Picasso.
—Lo hizo porque tenía dos hijos pequeños. Debía demostrar que era una persona fuerte. Por ella y también por sus hijos.

—¿Su padre llegó a perdonarle que lo abandonara?
—No tanto (ríe). No le gustó. Ella tuvo una hija con otra persona con quien se casó [Aurelia, fruto de su matrimonio con Luc Simon]. Lo peor es que era pintor. Más tarde lo hizo con Jonas Salk, un científico fabuloso.
«En ‘Vida con Picasso’, mi madre lo mostró como un hombre, no como un dios. Conociéndolo, creo que no leyó el libro»

—Su madre escribió ‘Vida con Picasso’, unas memorias en las que su padre no sale muy bien parado que digamos…
—No es verdad, no habla mal de mi padre. En realidad, el libro está dedicado a él, pero lo mostró como un hombre, no como un dios. Es mucho más fascinante que sea un hombre como todos los demás.

—¿Usted lo leyó?
—Por supuesto. Nuestra madre nos lo dio a leer. Si no, no lo habría publicado.

—¿Y su padre?
—Conociéndolo, pienso que no.

—¿Hubo un antes y un después del libro en la relación con su padre? ¿Fue el motivo del alejamiento con sus hijos?
—No, así se ha dicho siempre, pero las cosas se habían puesto un poco dífíciles justo antes.

—¿Le costó hallar su camino como diseñadora de joyas?
—Pensé estudiar arquitectura, después dije: «No, me van a matar». Así que estudié inglés, esperando tener la inspiración, y finalmente empecé a diseñar joyas. Yo era una chica muy ‘tomboy’ (chicazo), pero las joyas siempre me gustaron.

—¿Su padre diseñó joyas?
—Sí, pero solo para la familia o amigos muy cercanos. A veces cogía una piedra en la playa y la grababa. Tenía muy buena dentadura. Fue al dentista bastante tarde en su vida. Quería hacer con él algún proyecto.

—El feminismo extremo ha emprendido un linchamiento público de su padre. Piden cancelar a Picasso por maltratador, cruel, tirano, violento, despiadado con las mujeres…
—Era un poco tirano, debo decir. Pero Dora Maar, a la que se dice que hizo llorar, fue a buscarlo sabiendo muy bien dónde iba. Él era fascinante. No solo fascinaba a la gente, también a los animales. Se acercaban siempre a mi padre. Tenía un magnetismo alucinante. Nació en 1881, hace mucho tiempo. Eligió a unas mujeres que eran muy… [piensa la palabra justa]

—¿Influenciables?
—Más que eso, digamos. Pero también estuvo con mujeres como mi madre, como Dora Maar, que eran artistas. Estuvo con mujeres de todo tipo.

—Decía que fue un tirano…
—Mirando su trabajo se ve que cada mujer se vuelve parte de su obra. Decía que no sabía si encontraba a una nueva mujer porque ya estaba trabajando en esa dirección o cambiaba de dirección porque encontraba a una mujer. La mujer era parte de su materia para crear.

—¿Ve justo que se juzgue a Picasso con los ojos de hoy?
—No veo en qué sentido es interesante. Lo que uno tiene que juzgar es su arte, no a la persona. No me parece muy interesante esta cultura de estar buscando la culpa de uno, del otro… Nosotros estamos cometiendo errores que dentro de cien años nos van a reprochar.

—En junio habrá una exposición en el Museo de Brooklyn…
—No sé cómo va a salir eso…

—La comisaria es Hannah Gadsby, una cómica australiana que confesó en ‘Nanette’ (Netflix) que odia a Picasso.
—Vi el filme y lo que cuenta no me parece interesante. Ella tuvo problemas con un hombre. Bien, lo entiendo. Que no le gusten los hombres… Bien. Pero decir que un Picasso sin la firma no vale nada… No se puede tomar seriamente. Y se ataca al nombre más famoso que puede atacarse. Es cierto que mi padre era más bien macho, pero, bueno, él y tantos otros.

—Su sobrina Marina publicó hace años un libro durísimo con Picasso. ¿Fue un ajuste de cuentas con su abuelo por la muerte de su hermano Pablo?
—Para ella fue un trauma tremendo perder a su hermano. Cada uno hace como puede. No la he visto en veinte años. Pienso que la gente cambia. Creo que está más de acuerdo consigo misma y con el mundo.

—Picasso mantuvo la nacionalidad española toda su vida.
—Sí, sí…

—¿Se sentía muy español?
—Mi padre era muy español y sobre todo muy andaluz. A través del flamenco y las corridas de toros mantenía la relación con España.

—¿Cómo se gestiona ser hija de Picasso, el artista más importante del siglo XX?
—(Ríe) Como se puede…

—¿Pesa demasiado el apellido Picasso?
—Yo siempre lo sentí como una responsabilidad. Es un regalo maravilloso, pero mucha gente cree que todo es fácil si tienes el apellido Picasso. Es cierto que abre muchas puertas, pero a veces resulta complicado. Siento que tengo que ser mejor que lo que se espera de mí.

—¿Temían usted y sus hermanos no estar a la altura?
—Tengo un nombre, Paloma, que es muy especial, tiene una gran connotación (la paloma de la paz). Y el apellido conlleva también cierto peso. Todo ello ha condicionado quién soy.

—Dicen que ha heredado de su padre su fuerza.
—Sería pretencioso decirlo. Me sentía muy cercana a mi padre. Yo era la más pequeña de sus hijos. Me trató siempre con mucho cariño. Como era una niña muy tranquila, me dejaba quedarme a su lado mientras él pintaba. Era capaz de permanecer callada, sin abrir la boca, durante horas. Me daba papel y lápices para que dibujara.

—¿Qué recuerdos tiene de él?
—Claude y yo pasábamos con él todas las vacaciones. Era muy divertido con los niños. Más difícil, supongo, era la relación con los adultos. Le fascinaba la inocencia de los niños. Siempre me sorprendió cómo podía pasar de estar comiendo a dibujar sobre la mesa. En menos de un segundo estaba totalmente inmerso en su trabajo.
«Nunca tuve un reproche. Sabía que era pintor y tenía mucho respeto por su trabajo»

—¿Era un buen padre? ¿Tiene algún reproche que hacerle?
—No, nunca tuve un reproche. Sabía que era pintor y tenía mucho respeto por su trabajo.

—¿Puso el arte por delante de todo lo demás?
—Sí, pero me parecía bien, justo. Para mi madre también su arte era lo más importante. Eso no quiere decir que no se ocupara de nosotros.

—¿Cómo recuerda el 8 de abril de 1973? Usted tenía 23 años.
—Fue un poco difícil, porque en esos momentos no lo veía. Lo supe por la radio, pero yo sabía que iba a pasar. No me sorprendió tanto.

—No poder despedirse de su padre debió ser muy duro. ¿Se lo ha perdonado a Jacqueline? [Al parecer, su última esposa fue quien lo alejó de sus hijos]
—Fue por decisión de Jacqueline, sí, es así. Maya, Claude y yo hablamos con Paulo [primogénito del artista]. Él dijo que habría querido dejarnos entrar, pero que Jacqueline estaba en un estado que no había modo de convencerla.

—Picasso sigue siendo hoy un muerto muy, muy vivo…
—(Ríe) Sí, totalmente, eso le daría mucho placer. Está cada día más joven, se podría decir.
«Desde muy chiquita noté que la gente lo veía como el más grande maestro del siglo XX»

—¿Admira más a Pablo, el padre, o a Picasso, el artista?
—Siempre fue las dos cosas para mí. Desde muy chiquita noté que la gente lo veía como el más grande maestro del siglo XX.

—¿Le hacían la pelota en el colegio por ser hija de Picasso?
—Sí, a veces resultaba un poco pesado. Pero, bueno, una sabe que no puede soñar con que no sea así. O sea, mejor aceptarlo.

—¿Hay alguna época u obra que le guste especialmente?
—Hay tantas cosas fabulosas… Hay periodos mejor que otros, me parece. Pero siempre hay una pintura, una escultura, las cerámicas… Al verlas, uno dice: ¡Ohhhh!, ¿cómo es posible?

—¿Cuántos retratos le hizo?
—Miles y miles. Lo impresionante es que si hablas de pinturas, él hizo más que nadie; si hablas de dibujos, grabados y cerámicas, lo mismo. Y en todo es así. Es el pintor más grande, el escultor más grande. También escribió, hizo poemas…

—Hallaba inspiración en cualquier cosa, ¿no?
—Sí. Mi hermano Claude tenía unos cochecitos con los que estaba jugando y, de repente, mi padre los cogió e hizo la cabeza de una mona con su bebé. Crecer en un ambiente así es fabuloso para un niño.
«La gente es machista. En Europa veían a mi madre como la pareja de Picasso. Su verdadera carrera la hizo en América»

—No debía ser tan fabuloso para su madre: ser artista y pareja de Pablo Picasso…
—La gente es machista. En Europa la veían como la pareja de Picasso. Su verdadera carrera la hizo en América. Lo genial es que mi madre era muy adelantada a su época. Cuando empezaron a hablar del ‘movement liberation’ yo tenía 13 o 14 años. Decía: ¿qué están pidiendo estas mujeres? Años después entendí que lo que pedían era lo que yo veía todos los días.

—Françoise Gilot fue ‘la mujer flor’ en la obra de Picasso.
—Sí. Esa época se llama la ‘joie de vivre’. Es el final de la II Guerra Mundial. De repente, el optimismo renace, empieza la relación con ella, se van a vivir al sur de Francia… Y la cultura mediterránea toma más influencia en su trabajo. Son muy alegres las pinturas que hizo en Antibes. ¿Ha visitado el Museo Picasso de Antibes?

—Sí, me declaro una fan picassiana. Fue Matisse quien dijo que si alguna vez retrataba a Françoise Gilot lo haría con el cabello de color verde, como si fuera una planta…
—Sí, y mi padre se puso muy celoso (ríe).

—¿Había rivalidad sana entre ellos? Debía ser de los pocos pintores a los que admiraba.
—Absolutamente. Era una rivalidad positiva. La gente a veces lo describe como algo negativo, pero no fue así. Había un respeto enorme entre ellos.
«Mi madre debía demostrar que era una persona fuerte. Por ella y también por sus hijos»

—Su madre fue la única mujer que huyó de Picasso.
—Lo hizo porque tenía dos hijos pequeños. Debía demostrar que era una persona fuerte. Por ella y también por sus hijos.

—¿Su padre llegó a perdonarle que lo abandonara?
—No tanto (ríe). No le gustó. Ella tuvo una hija con otra persona con quien se casó [Aurelia, fruto de su matrimonio con Luc Simon]. Lo peor es que era pintor. Más tarde lo hizo con Jonas Salk, un científico fabuloso.
«En ‘Vida con Picasso’, mi madre lo mostró como un hombre, no como un dios. Conociéndolo, creo que no leyó el libro»

—Su madre escribió ‘Vida con Picasso’, unas memorias en las que su padre no sale muy bien parado que digamos…
—No es verdad, no habla mal de mi padre. En realidad, el libro está dedicado a él, pero lo mostró como un hombre, no como un dios. Es mucho más fascinante que sea un hombre como todos los demás.

—¿Usted lo leyó?
—Por supuesto. Nuestra madre nos lo dio a leer. Si no, no lo habría publicado.

—¿Y su padre?
—Conociéndolo, pienso que no.

—¿Hubo un antes y un después del libro en la relación con su padre? ¿Fue el motivo del alejamiento con sus hijos?
—No, así se ha dicho siempre, pero las cosas se habían puesto un poco dífíciles justo antes.

—¿Le costó hallar su camino como diseñadora de joyas?
—Pensé estudiar arquitectura, después dije: «No, me van a matar». Así que estudié inglés, esperando tener la inspiración, y finalmente empecé a diseñar joyas. Yo era una chica muy ‘tomboy’ (chicazo), pero las joyas siempre me gustaron.

—¿Su padre diseñó joyas?
—Sí, pero solo para la familia o amigos muy cercanos. A veces cogía una piedra en la playa y la grababa. Tenía muy buena dentadura. Fue al dentista bastante tarde en su vida. Quería hacer con él algún proyecto.
«Mi padre era fascinante. Tenía un magnetismo alucinante»

—El feminismo extremo ha emprendido un linchamiento público de su padre. Piden cancelar a Picasso por maltratador, cruel, tirano, violento, despiadado con las mujeres…
—Era un poco tirano, debo decir. Pero Dora Maar, a la que se dice que hizo llorar, fue a buscarlo sabiendo muy bien dónde iba. Él era fascinante. No solo fascinaba a la gente, también a los animales. Se acercaban siempre a mi padre. Tenía un magnetismo alucinante. Nació en 1881, hace mucho tiempo. Eligió a unas mujeres que eran muy… [piensa la palabra justa]

—¿Influenciables?
—Más que eso, digamos. Pero también estuvo con mujeres como mi madre, como Dora Maar, que eran artistas. Estuvo con mujeres de todo tipo.
«Era un poco tirano. La mujer era parte de su materia para crear»

—Decía que fue un tirano…
—Mirando su trabajo se ve que cada mujer se vuelve parte de su obra. Decía que no sabía si encontraba a una nueva mujer porque ya estaba trabajando en esa dirección o cambiaba de dirección porque encontraba a una mujer. La mujer era parte de su materia para crear.

—¿Ve justo que se juzgue a Picasso con los ojos de hoy?
—No veo en qué sentido es interesante. Lo que uno tiene que juzgar es su arte, no a la persona. No me parece muy interesante esta cultura de estar buscando la culpa de uno, del otro… Nosotros estamos cometiendo errores que dentro de cien años nos van a reprochar.

—En junio habrá una exposición en el Museo de Brooklyn…
—No sé cómo va a salir eso…
«Mi padre era más bien macho, pero bueno, él y tantos otros»

—La comisaria es Hannah Gadsby, una cómica australiana que confesó en ‘Nanette’ (Netflix) que odia a Picasso.
—Vi el filme y lo que cuenta no me parece interesante. Ella tuvo problemas con un hombre. Bien, lo entiendo. Que no le gusten los hombres… Bien. Pero decir que un Picasso sin la firma no vale nada… No se puede tomar seriamente. Y se ataca al nombre más famoso que puede atacarse. Es cierto que mi padre era más bien macho, pero, bueno, él y tantos otros.

—Su sobrina Marina publicó hace años un libro durísimo con Picasso. ¿Fue un ajuste de cuentas con su abuelo por la muerte de su hermano Pablo?
—Para ella fue un trauma tremendo perder a su hermano. Cada uno hace como puede. No la he visto en veinte años. Pienso que la gente cambia. Creo que está más de acuerdo consigo misma y con el mundo.

—Picasso mantuvo la nacionalidad española toda su vida.
—Sí, sí…

—¿Se sentía muy español?
—Mi padre era muy español y sobre todo muy andaluz. A través del flamenco y las corridas de toros mantenía la relación con España.
«Habría querido haber vuelto a España. Es una pena, murió demasiado pronto»

—¿Le dolía no volver a pisar nunca más España?
—Habría querido haber vuelto, porque eso significaría que en España ya había libertades. Es una pena. Él murió demasiado pronto, dos años antes. Su mensaje es muy fuerte y aún válido.

—Una curiosidad. ¿Qué idioma hablaban en casa?
—Francés. Mi padre nunca me hablaba en español. Yo hablo español porque lo estudié en la escuela. Mi profesor no me creía. Mi padre solo hablaba español cuando alguien no hablaba francés, como con los toreros.

—Los toros y el mar, dos de las pasiones de su padre…
—Le gustaban los toros quizás porque eran recuerdos de su pasado en España. La muerte y el amor se mezclan en el erotismo. Son cosas extremas que a él le inspiraban mucho.

—¿Cómo era Picasso en la distancia corta?
—Muy cariñoso, muy chistoso…

—Sin embargo, su mirada debía fulminar. Intimida solo verla en las fotografías.
—Absolutamente. La gente sucumbía a su mirada.

—En 2009 y en 2010, Catherine Hutin, hija de Jacqueline, abrió al público unos días el castillo de Vauvenargues, donde está enterrado su padre.
—Me invitó y yo fui.

—¿Hasta entonces no pudo visitar la tumba de su padre?
—No. Una vez fui a Aix-en-Provence; ella no estaba, le dejé un mensaje. Cuando decidió abrirlo, me invitó.

—Su hermano Claude preside la Administración Picasso, que vela por el legado de su padre. ¿Qué opina del trabajo que se está haciendo?
—Es fantástico. Con la historia del electricista [Pierre Le Gennec escondía 270 obras del artista y la familia presentó una querella] se hizo un trabajo increíble. Tomó siete u ocho años. Fue muy complicado.

—Picasso sigue siendo hoy el rey del mercado del arte.
—En su tiempo ya hacía los precios más altos. Cada año que pasa se añaden más ceros.

—¿Cuál es la principal lección que ha aprendido de su padre? ¿Ser valiente? ¿Ser libre?
—Sí. Fue valiente y libre, y por eso la gente sigue fascinada con su trabajo. Siempre hay más que descubrir. Hay pocos artistas que se ponen en cuestión toda la vida.