

Hacer música es uno de esos rasgos humanos universales que nos interpela de lleno con los misterios de nuestra propia historia.

Y es que no existe evidencia que nos diga exactamente quién cantó la primera canción, o silbó la primera melodía, o hizo los primeros sonidos rítmicos que se parecieran a lo que hoy conocemos como música, pero lo cierto es que los dioses y diosas de muchas religiones y mitologías están asociados con ella.

Su origen se remonta a hace miles de años, de eso están seguros los investigadores. De hecho, se conocen indicios de que las primeras civilizaciones de África, Europa y Asia ya contaban con la música en su forma de vida.

Algunos instrumentos hallados en excavaciones arqueológicas, de hecho, se remontan a hace al menos 35.000 años. En aquel entonces, muchos creían que era una creación divina, de ahí la relación que aún se mantiene con lo que sabemos acerca de la mitología antigua.
Los restos conservados muestran cómo sus autores entrelazaron con los dibujos frases pronunciadas por los propios protagonistas de las imágenes, lo que lo convierte en un precedente claro del cómic moderno
Señala la historiadora musical Laura Dallman en The Conversation que si nos fijamos en la música a través de ella y, a su vez, a través de la historia del arte, el dios africano Àyàn resulta ser un tamborilero; el dios griego Apolo tocaba la lira, un instrumento de cuerda.

De la misma forma, en el Libro del Génesis, Jubal, descendiente de Adán, es identificado como el padre del arpa y la flauta y siempre aparece con ellas.

Junto a estos ejemplos, hay uno que destaca: es posible que nunca nos podamos remontar del todo a los orígenes de la música, pero sí a la primera canción registrada, una melodía primitiva dedicada a Nikkal, la diosa de los huertos y la fruta.

Escultura de la diosa Nikkal. (Wikiwand) / Músicos del ejército asirio en un bajorrelieve del Palacio de Asurbanipal, en Nínive. (Wikipedia)© Proporcionado por El Confidencial
Estamos a finales de la década de 1950 en la ciudad siria de Ras Shamra. Este lugar, al norte del país, ha estado habitado desde al menos el período Neolítico (6000 a.n.e), y ya en el siglo XV a.n.e. se había convertido en una ciudad portuaria estratégica con grandes conexiones comerciales con el Imperio hitita, el Imperio egipcio e incluso el lejano Chipre.

Ugarit, así se llamó entonces. No es raro que aquí, ahora, cualquier excavación lleve a importantes hallazgos milenarios, aunque este es, quizás, uno de los más curiosos.

Imagen de la entrada al palacio real de Ugarit, donde se encontraron las canciones hurritas. (Wikipedia)© Proporcionado por El Confidencial
Cuando hace setenta años, los arqueólogos se adentraron tras los muros de la biblioteca del palacio de dicha ciudad, encontraron unas tablillas de arcilla 3400 años de antigüedad.


En la superficie, unas marcas llamaron rápidamente la atención de todos. No eran marcas cualquiera, sino signos cuneiformes en el idioma hurrita (con términos acadios prestados) que proporcionaban un mensaje, pero tampoco un mensaje cualquiera, sino una forma de notación musical.

Dadas las redes comerciales tan extensas, aquella ciudad-estado alcanzó su cenit en la época entre el 1450 y 1200 a.n.e; un ascenso a la gloria del urbanismo del momento que puede suponerse con sus restos: las construcciones que aún se avistan demuestran un gran carácter arquitectónico ya entonces, con un gran palacio, numerosos templos y, por supuesto, bibliotecas, únicas en ese período de la historia.

Pero más allá de esas estructuras a lo grande del pasado, los arqueólogos también pudieron descubrir reliquias mucho más grandes en significado que en tamaño.

De pronto, estaban ante lo que resultó ser la pieza musical más antigua jamás encontrada en la historia de la humanidad, tal y como sigue siendo a día de hoy.

Dibujo de un lado de la tablilla en la que está inscrito el Himno a Nikkal. (Wikipedia)© Proporcionado por El Confidencial
Su compilación musical se conoce en la actualidad como canciones hurritas. Se trata, en conjunto, de

. Adorada como la guardiana de los huertos y jardines, recuerda en su Una antología coneiforme de rextos religiosos de Ugarit el profesor de teología Johannes Cornelis de Moor, Nikkal era hija del dios cananeo Jirjibi, guardián del verano, y se casó con el dios de la Luna Yarij. De su matrimonio se conserva también un texto lírico en ugarítico Nikkal y las Kathirat, que nos lo narra por partes.
Por su categoría, los expertos creen que probablemente se la festejaba a finales del verano, cuando ya se hubiesen cosechado los frutos de los árboles. Y fue quizás poco antes de esa etapa del año cuando se construyeron las tablillas, como parte de los preparativos para la celebración popular.
Por si fuera poco con su estado casi intacto, también contienen instrucciones detalladas para su interpretación, como si quien las creara tuviera la certeza o, al menos, la esperanza, de que la música fuera un legado siempre vivo.
De esta forma, aparecen mensajes que explican cómo debe reproducirla un cantante y un arpista, incluso instrucciones sobre cómo afinar el arpa (por si acaso). Aunque, claro, el problema era el idioma.
En 1972, 15 años del gran hallazgo, la profesora Anne Kilmer (especializada en asiriología por la Universidad de California y curadora del Museo Lowie de Antropología en Berkeley) consiguió transcribir todo aquello al lenguaje de la notación musical moderna.
Desde entonces, no ha sido la única. Otras personas también han intentado transcribir esta música, con diferentes interpretaciones. Es el caso, por ejemplo, del músico Michael Levy, que ha producido su propia interpretación en lira. Eso sí, la de Kilmer sigue siendo la más detallada.
En este sentido, recuerdan desde el portal de Open Culture, el musicólogo Richard Crocker afirmó en su momento que el descubrimiento revolucionó todo el concepto del origen de la música occidental.