Vivir es batallar que decía Celestina (en realidad no lo decía ella sino Virgilio, ni tampoco lo decía él sino Homero).
Hablar de riesgo es hablar también de contingencia, de lo que podría haber sido y lo que no.
Noto a las nuevas generaciones demasiado preocupadas por el hipercontrol, me parece responsable por su parte planificarlo todo y más.
También el signo de la época, poco imaginativo y conservador.
Se olvidan de la naturaleza fortuita y del ser mudable, me acuerdo de una frase de Adriano que decía que somos una mezcla entre nubes y líquidos en tránsito.
Siempre que voy a un país pobre, me produce curiosidad la alegría a pesar de la adversidad y sospecho el precio del primer mundo por el progreso.
Quizás estemos en jaulas de oro, no lo sé.
Donde vivo, hay un continuo flujo migratorio de África y observo como a pesar de solo poseer la ropa que llevan encima, conservan un sentido épico de la existencia porque se saben protagonistas de su destino.
Aquí antes de nacer ya te deciden el colegio, la Universidad y con quien te vas a casar casi. Nadie piensa en lo efímero de la existencia y en la frágil armonía, y menos en lo que puedas opinar tú, porque no puedes decepcionar a tu entorno.
Esos los que tienen hijos, raras avis.
Antes te felicitaban cuando esperabas un bebe, ahora casi te dan el pésame como si fuera un cáncer, porque va a descontrolar tu vida y va a fundir todos los planes que puedas tener, además de ponerte gorda como un centollo.
Lo de arriesgar no entra en los planes (si no es para rentabilizarlo económicamente), casi diría que en muchos jóvenes ni tener pareja).
La hiperrracionalización está llegando a unas cotas de locos y es un camino sin retorno.
Cuando mis hijas eran pequeñas y como la madre de Hamlet, yo era casi adolescente, le compraba juegos de mesa (que en realidad me los compraba para mi).
Uno de ellos, El juego de la vida, no tenía un ganador, sino dos.
El más rico y el gran filósofo que, a pesar de ser modesto, culminaba satisfecho su existencia en la residencia de filósofos.
En función de cómo fueran las cosas y de la suerte de los dados, podía decidir ser pragmáticas o éticas (ambas opuestas y complementarias).
Mis hijas, una luchaba por todos los medios por ser rica y al contrario la otra se esforzaba por ser la gran filosofa (y ahi seguimos).
Y entendía porque el juego es una forma de ensayar roles futuros y porque como decía la protagonista de La lozana andaluza, una prostituta en la Roma renacentista, el que no aventura, no tiene ventura…