Ese era el nombre de mi boucerona, ancestro de otras razas como el Dóberman o Rottweiler.
En su lugar de origen que es Francia, saca ella sola las vacas del establo a pastar, las vigila y las devuelve a casa por la tarde.
Yo debía ser su vaca porque no permitía que nadie se me acercara.
Era, alta, corpulenta y muy musculosa, muy fuerte, pero de gran discreción e inteligencia, solo había un problema y es que no era sociable y no le gustaba hacer amistades, vivía entregada a su familia que era la mía.
Comía sano, una ensalada con atún o sardinas mezclado con pienso y una cucharada de aceite de oliva.
Era mi compañera, cariñosa, sobria y contenida, en una casa de dos adolescentes refunfuñonas con las que dormía bajo el edredón y guardaba.
Yo debía tener 38 y vivía en la playa de Levante en Benidorm, con un ddestino que no controlaba, con dos adolescentes en pie de guerra y un marido ausente.
Era la chica para todo full time, si había algún mandado urgente, la que limpiaba, compraba, sacaba al perro, se peleaba con los profesores del instituto, espantaba a los moscones indeseables etc.
Pero entre medio, había aparcado mis sueños de trabajo, promoción, independencia y un largo etc por voluntad propia, pero me desdibujaba cada vez más y me inquietaba, pero eso era pecata minuta al lado de las dos cafrecillas en pie de guerra con las que lidiaba a diario.
El caso es que, aunque estaba en primera línea de playa no podía bañar a mi perra porque estaba prohibidísimo, y aunque lo había intentado todo, averigüe al final que a la noche cuando todo estaba en calma, no había municipales, y podía colmar de felicidad a mi chucha.
En un lugar que se llama el Rincon de Loix, mi boucerona cada noche nadaba como un pescado y yo sosegaba feliz.
Estaba lleno de pequeñas bollas en verano, donde amarraban pequeñas embarcaciones.
Y una noche mi perra acostumbrada a que le lanzara pelotas de tenis, se agarró a una pequeña boya y confundida pretendió traerla a la orilla, solo que ella nadaba y la bolla no se movía.
Así comenzó a trascurrir el tiempo y la desesperación del animal y la mía comenzaron a ir en aumento.
Una progresión imparable en la que empecé a chillar porque el animal empezaba a estar exhausto.
Y de pronto un alemán en segundos, mira al animal y me mira a mi, se desnuda y se tira al agua.
Salva al perro de su desesperación y me salva a mí de la angustia.
¿Por qué no me tire al agua?