

Ritón aqueménida de oro. Este recipiente destinado a contener líquidos y ornado con una cabeza de león se ha datado hacia el siglo V a.C. MET, Nueva York. Foto: Album.
Ciro II sucedió a su padre, el rey Cambises I, en 559 a.C y ocupó el trono de lo que, por aquel entonces, era Persia (más o menos lo que hoy es el actual Irán), un territorio más del Imperio medo o Media.

El nuevo monarca tenía planes muy ambiciosos e inició una campaña que lo llevaría en apenas 20 años a crear el Imperio persa, el mayor imperio conocido hasta aquel momento. Primero independizó Persia de Media, para después atacar y someter a sus antiguos amos. Repitió con Lidia y remató la faena en Babilonia.

Y aunque podría parecer que fueron 20 años a sangre y fuego, que no digo que no, la realidad es que también hubo pueblos y territorios que le abrieron las puertas de par en par.

Algunos lo harían seguramente porque realmente era mejor abrir las puertas que esperar a que las echasen abajo, pero otros lo hicieron porque en ningún momento se trató de asimilar a los países conquistados y porque el imperio multiétnico creado por el rey persa se basó en el respeto a los dioses y cultos locales y a las particularidades de cada territorio.

Ruinas de Ecbatana. Antigua capital de los medos tomada por Ciro, Ecbatana (Hamadán) sería una de las cuatro capitales del Imperio persa junto con Susa, Pasargada y Persépolis. Foto: Suzuki Kaku / AGE Fotostock.
Además, por primera vez en la historia, todos los territorios que conforman las rutas comerciales que iban de Asia Central hasta el Mediterráneo quedaban bajo el control de un único reino y, de esta forma, se garantizaba el tránsito de las caravanas.

Cabeza de oro del tesoro aqueménida del Oxus. Siglos V-IV a.C. Museo Británico, Londres. Foto: Scala, Firenze.
Esta seguridad disparó el intercambio de bienes y servicios consiguiendo un superávit sin precedentes en el saldo de la balanza comercial persa (de haber existido). Además de demostrar que era un gran estratega a la hora de planificar batallas y un gran gobernante tras la conquista, también demostró ser un gran experto en la gestión logística (lo que por aquel entonces se llamaba intendencia).

Dárico persa de oro. Los persas comenzaron sus acuñaciones tras conquistar Lidia, donde nació la moneda. Foto: British Museum / Scala, Firenze.
En aquella expediciones, donde había que atravesar estepas, llanuras, montañas o desiertos, era importante contar con los suministros necesarios o tener la posibilidad de disponer de ellos por el camino, y uno de los más importantes era el agua y, sobre todo, su conservación.

Ciro ocupó Babilonia en 539 a.C. En la imagen, reconstrucción de las murallas de esta ciudad, hecha en la década de 1980. Foto: Getty Images.
Para ello, Ciro ordenó que el agua se conservase en recipientes de plata. Y aunque, para el que no lo supiese, aquel detalle podría parecer una muestra de ostentación de un rey venido a más, la verdad es que tiene su porqué científico: la plata es un agente antimicrobiano de gran alcance que impide el crecimiento de los microorganismos que estropean los alimentos y las bebidas, como E. Coli, Legionella, Pseudomonas o Salmonella.

La mayor conquista del rey. El llamado Cilindro de Ciro se conserva en el Museo Británico. En escritura cuneiforme, recoge la conquista de Babilonia y las medidas tomadas por el soberano aqueménida tras la misma. Foto: Scala, Firenze.
Además, es insípido, sin olor, no es tóxico y sirve para tratar más de 600 enfermedades virales y bacterianas. Lógicamente, ellos no sabían explicar el porqué o el cómo, pero sí sabían para qué. Los primeros trabajos publicados sobre el uso de la plata para tratar las heridas datan del siglo XVII.

Sardes, la capital lidia. Ciro la tomó tras 14 días de asedio, cuando un soldado persa descubrió una zona de la acrópolis que no estaba defendida. Arriba, el templo de Artemisa. Foto: Getty Images.
Durante el siglo XIX se desarrollaron tratamientos con sales de plata por sus propiedades antimicrobianas e incluso a finales de siglo se comenzó a utilizar el hilo de plata por los cirujanos para prevenir las posibles infecciones posoperatorias.

La vida del rey según Heródoto. Los datos que el historiador griego ofrece sobre Ciro se encuentran en el primer libro de sus Historias. Foto: DEA / Album.
Otro ejemplo en este mismo siglo lo tenemos en la colonización del Far West por el hombre blanco, y lo hacían echando una moneda de plata a los toneles de agua.

La tumba del gran rey. Ciro fue enterrado en Pasargada, la ciudad que fundó como capital de los persas. En su origen, la tumba estaba rodeada de magníficos jardines. Foto: Oshin Zakarian / Bridgeman / ACI.
El siguiente movimiento del persa fueron los territorios de Bactriana y Sogdiana, en los límites occidentales de Media, una zona difícil de controlar y en manos de nómadas de las estepas, concretamente los masagetas, expertos jinetes y maestros en el manejo del arco. Y aquí encontró Ciro II el Grande la horma de su zapato: la reina de los masagetas Tomiris. Se cuenta que Ciro, mediante la estrategia y el engaño, que no la batalla, consiguió apresar al hijo de Tomiris, y ésta juró vengarse.

La leyenda de Ciro. En 1789, el francés Jean-Charles Nicaise Perrin recreó en este óleo el momento en que Astiages ordena matar a su nieto recién nacido, Ciro. Museo del Louvre, París. Foto: Michel Urtado / RMN-Grand Palais.
Devuelve a mi hijo y sal de mi territorio, contento con no haber pagado la pena que debías por la injuria que hiciste a la tercera parte de mis tropas. Y si no lo haces, te juro por el sol, supremo señor de los masagetas, que, por sediento que te halles de sangre, yo te saciaré de ella.

Si a esto añadimos que al liberarlo no pudo soportar la humillación y se suicidó, tenemos a una reina (y madre) dispuesta a todo. Y llegó el día de cumplir su venganza en 530 a.C., cuando los masagetas acabaron con el persa en el campo de batalla… y la reina le sació de sangre.

Creso de Lidia, en lo alto de una pira tras su condena a muerte por Ciro II. Ánfora ática. Siglo V a.C. Louvre, París. Foto: Tony Querrec / RMN-Grand Palais
Mandó llenar un odre de sangre humana y buscar el cadáver de Ciro entre los persas muertos, y, cuando lo encontró, introdujo su cabeza en el odre y, al tiempo que ultrajaba el cadáver, le dijo: tal como te prometí, voy a saciarte de sangre.

https://www.diariodeteruel.es/historias-de-la-historia/el-secreto-del-exito-de-ciro-ii-el-grande
https://historia.nationalgeographic.com.es/edicion-impresa/articulos/leonardo-da-vinci_18831