
Actividad artística que tiene como principio básico la improvisación y el contacto directo con el espectador según el DRAE.
Dice Abel Azcona:

La performance ha logrado ser durante años indefinible, inclasificable, imposible de academizar o institucionalizar. El artista que tenga la necesidad de definirla la banaliza. La radicalidad de la misma se sostiene al no ser domesticable. No entender la performance desde la desobediencia, es matarla de raíz.

A comienzos del XX desde que los Futuristas interactua con el público con poesía, actuaciones musicales y soflamas políticas, la performance se convierte en la acción artística más representativa del arte contemporáneo.

Los museos tienen programación específica para un género que se interrelaciona con danza y teatro es cada vez más global y político.

Deviene de Dada, con nombres nombres como John Cage, Joseph Beuys, Yves Klein, Marina Abramovic, Ester Ferrer etc


Lo que hasta ahora no hay era una sistematización, más allá del libro escrito por la historiadora estadounidense Rose Lee Goldberg que solo llega hasta los años setenta.
Dice Rose Lee Goldberg:
A diferencia del teatro, el intérprete es el artista, raramente representa a un personaje como un actor, y el contenido en raras ocasiones sigue un argumento o narración tradicional. La performance puede ser una serie de gestos ínfimos o una narración a gran escala, que dura desde unos pocos minutos a muchas horas; puede representarse una sola vez o repetirse muchas veces, con o sin guion preparado, improvisado de manera espontánea o ensayado durante muchos meses. (…) Por su propia naturaleza, la performance escapa a una definición exacta o sencilla más allá de que es arte vivo hecho por artistas. Cualquier definición más estricta negaría de manera inmediata la posibilidad de la propia performance. Puesto que recurre libremente a cualquier número de disciplinas y medios de comunicación -literatura, poesía, teatro, música, danza, arquitectura y pintura, además de vídeo, filme, diapositivas y narración- en busca de material, los despliega en cualquier combinación. De hecho, ninguna otra forma de expresión artística tiene una manifestación tan ilimitada, puesto que cada intérprete hace su definición particular en el proceso y la manera propios de la ejecución.

Arte y performance. Una historia desde las vanguardias hasta la actualidad (Akal), cubre este hueco con una interesante investigación (660 páginas) de Pedro A. Cruz Sánchez, profesor de Últimas Tendencias del Arte en la Universidad de Murcia.


La performance dice es una acción artística, una muestra escénica interpretativa cuyo fin es transmitir una idea o concepto generando una reacción en el espectador.

La performances han supuesto la mayor revolucion de todo el arte del XX y han salido de los museos.


Por primera vez en la historia, los artistas tienen cuerpos. Antes solo existían por sus obras y gracias a estas experiencias el espectador está más cerca y puede interactuar con la pieza y con el autor.
Si no comprendes el arte de tu tiempo, es imposible que entiendas el de otra época anterior.
Cruz Sánchez afirma que hay dos formas de entenderlo:
de un lado, están aquellas posiciones que consideran que, cuanto más se aleje de la vida, mayor capacidad tendrá el arte para singularizarse e intervenir, por tanto, en ella —mencionemos, en este caso, a Liam Gillick— y, de otro, los hay que intentan borrar al máximo la frontera que separa al arte y la vida —es el caso, por ejemplo, de Allan Kaprow.
No creo que haya que elegir a priori, y de manera absoluta, una de ellas. Dependiendo de la situación, habrá que priorizar una u otra.
Para Cruz Sánchez todo cabe en una performance: la poesía, lo espiritual, lo abyecto, el humor, lo político, lo íntimo, lo biográfico.
Es un género que atraviesa todos los intereses del ser humano. Si algo forma parte de la vida, es susceptible de ser objeto de una performance.
Las piezas más conocidas suelen ser las más escandalosas: orinarse sobre el lienzo, clavar el escroto en la plaza… Ante esto, el ensayista diferencia entre espectáculo vacío y arte:
Si se busca la provocación por la provocación, entonces será una mala performance.
En el caso de Piotr Pavlenski — el artista ruso que se clavo el escroto frente al Kremlim-
, se trataba de visualizar la ausencia de libertad y la parálisis social traídas por el totalitarismo de Putin.

En otros casos, la realización de acciones extremas —aquellas que implican heridas, mutilaciones, lesiones, ejercicios de resistencia— conlleva un periodo de preparación y entrenamiento del cuerpo que puede durar semanas. Nada es gratuito en la performance. Si lo es, no es una performance como tal, sino una bufonada.”
¿Es el código penal lo único que pone límites a una performance?
Exacto
A los accionistas vieneses los detuvieron por masturbarse mientras entonaban el himno nacional austriaco; Chris Burden tuvo que pasar por comisaria tras fingir un atropello.
Las autoridades chinas prohibieron hacer arte con material humano después de que Zhu Yu se comiera con cuchillo y tenedor un feto no nacido.
El activismo político está muy vinculado a las acciones artísticas.
En el libro se explica que, paradójicamente, conforme la performance se ha ido institucionalizando y entrando en los museos, mayor ha sido la inclinación de los artistas a utilizarla como estrategia política.
La performance comienza a politizarse en la escena latinoamericana de 1960 en adelante, adquiere vigor con el feminismo de los setenta, y vuela alto con la llegada del siglo XXI.
El activismo ruso y ucranio —Voina, Pussy Riot, Femen—,la lucha contra el totalitarismo de Cuba de Tania Bruguera, o la denuncia a la violencia de Regina Galindo.

Como suele ocurrir con otras actividades creativas, es difícil que el performer viva de su arte. ¿Cómo se comercializa una pieza de este tipo?
Son raros los artistas que viven con holgura de la performance, lo que es en sí la realización de una performance solo aporta dinero a su autor si es encargada por una institución y se la pagan como una actuación —ya depende de la cotización de cada artista—. Desde los setenta, la forma más habitual que han tenido los artistas de rentabilizar sus performances ha sido mediante la comercialización de los vídeos y fotografías que se realizaban durante su ejecución. Si el videoarte ya tiene un difícil mercado, imagine las llamadas ‘artes vivas’. Salvo superestrellas como Marina Abramovic, vivir de esta disciplina es difícil.
Se le pide que escoja tres piezas:
La primera es Meat Joy (1964), de Carolee Schneemann, una artista que luchó contra el machismo en el mundo del arte de una manera heroica.

Tuve la suerte de coincidir tres veces con ella, y es una de esas personas que te marcan para siempre.
En la obra los cuerpos desnudos se retuercen embadurnados de pintura, papel, pescado crudo, carne o partes de aves.
Como pieza de resistencia se queda con One Year Performance 1978-1979, del taiwanés Tehching Hsieh.
Estuvo un año encerrado en una jaula sin poder escribir, escuchar la radio o música y ver la TV. Nada que le pudiera entretener.
Y la obra más extrema y reprobable moralmente es Sacrifice: Feed a Dog with His Child (2002), del artista chino Zhu Yu.
En ella, pactó con una mujer dejarla embarazada mediante inseminación artificial y que abortara a los cuatro meses, dándole el feto. Una vez que le fue dado a Zhu Yu, se lo llevó a casa de unos amigos y se lo dio a comer a un perro hambriento que había recogido de la calle.
https://elpais.com/cultura/2015/04/12/actualidad/1428813216_062768.html#?rel=mas
https://es.wikipedia.org/wiki/Performance