


1630 – 1635. Óleo sobre lienzo, 199 x 286 cm 029


Uno de los mayores dones de Rubens es su habilidad para crear imágenes de una alegría de vivir relacionada con el amor e inspirada en la literatura antigua y el arte renacentista, principalmente en Tiziano.



Esta pintura es especialmente cercana a la Bacanal de los andrios y la Ofrenda a Venus. Entre los rasgos que comparte con dichas pinturas están la mezcla de personajes mitológicos y reales, la estatua de Venus que preside la escena, los amorcillos que la sobrevuelan, el escenario natural, la atmósfera sensual y las connotaciones sexuales, la presencia de la música y el tamaño relativo de las figuras dentro de la composición.

Rubens conoce las dos obras de Tiziano, muy probablemente a través de copias (todavía no habían llegado a España cuando visitó el país por última vez, en 1628-29), y pinta versiones de ellas más o menos por la misma época en la que pintó el Jardín del amor.

En esta pintura vemos que el artista flamenco asimila la influencia de Tiziano.

Asocia el ideal de un escenario natural fértil y abundante con diferentes contextos, desde los mitos antiguos y cristianos hasta uno más contemporáneo, el fructífero gobierno en su país natal, los Países Bajos meridionales o españoles.

En este cuadro lo acerca a su vida personal. Ante un fondo boscoso y un cielo de múltiples tonos vemos una terraza y un pórtico.

Este sigue el estilo arquitectónico de moda en Italia a finales del siglo XVI sobre el que Rubens escribe en su libro Palazzi di Genova de 1622, y que utiliza en el diseño de su propia casa palaciega en Amberes.

En el jardín hay también una gruta poco profunda con una estatua de Venus, la diosa del amor, que preside toda la escena.

Una de las mujeres de la reunión, vestida de azul, guarda un parecido sorprendente con Helena Fourment, la esposa de Rubens en ese momento.

El parecido es innegable si observamos el retrato de Helena pintado por Rubens que se encuentra en la Alte Pinakotek de Munich.

Una cuestión diferente es si esto implica una identificación personal de Rubens con la historia representada o simplemente el uso de un tipo femenino inspirado en su esposa.

Al tener una cultura muy amplia, los detalles iconográficos son ricos en alusiones que añaden significado a la pintura.

El pavo real que aparece junto a Venus, por ejemplo, se ha interpretado como una referencia a Juno y a uno de sus atributos, la maternidad.

Es posible que Rubens quisiera añadir este matiz al concepto del amor.

Dentro del pórtico hay una estatua de las tres Gracias, compañeras frecuentes de Venus.

Las otras figuras mitológicas que aparecen en la escena son los niños alados.

Los representa como criaturas de carne y hueso, no de piedra, dando así vida al mundo mitológico que contemplamos.

A lo largo de su carrera el artista disfruta pintando este tipo de figuras y le gustaba añadirles variedad representando algunas con alas de pájaro, otras con alas de insecto, una distinción que había visto en el arte antiguo.

Algunos de estos niños pueden identificarse con Cupido, puesto que portan arcos y flechas.

Uno de ellos sostiene una cinta roja unida a dos palomas, un emparejamiento de los conceptos de amor ( las palomas se asociaban con Venus) y unión.

El niño que sobrevuela el centro de la escena lleva una antorcha y una guirnalda de flores, atributos que lo identifican con Himeneo, el dios del matrimonio (Rubens lo pinta con idénticos atributos, aunque de mayor edad, en uno de sus cuadros del ciclo de los Medicis).

Una mujer sentada y vestida de verde le mira. Su cabeza ocupa el centro exacto de la composición, lo que sugiere que Rubens quería destacar a esa deidad y lo que representa.

La presencia de la opulenta Venus implica que el amor envuelve la escena.

Los niños alados aportan aún más amor, de un tipo específicamente asociado con el matrimonio, como hemos visto.

La multitud congregada luce una vestimenta propia de la época en la que se pintó el cuadro -las coloridas telas son uno de los elementos más hermosos de esta imagen.

El grupo del fondo, sentado al borde del pórtico, recuerda la pintura Danza de personajes mitológicos.

Uno de los hombres le toca el pecho a una mujer mientras protege a otra de unos chorros de agua con su sombrero. (En un grabado de Christoffel Jegher algo posterior a la pintura, se ha desplazado ligeramente hacia abajo la mano que toca el pecho. A Rubens el recato le preocupaba menos que a muchos de sus contemporáneos).
La mayoría de las figuras que aparecen en primer plano comparten una actitud más seria.
Un hombre en una postura que recuerda extrañamente a las figuras de Rembrandt toca el laúd.
A su lado está una mujer sentada que parece cantar, y junto a ella un niño que sostiene un libro de música.
Otra mujer en primer plano le pide a la figura vestida de azul que se siente con ella, o tal vez le dice que toque a Cupido.

La idea del amor que vemos aquí se relaciona con la vida personal de Rubens, que enviudó en 1626 y se casó con Helena a finales de 1630, cuando ella tenía dieciséis años y él cincuenta y tres.
El pintor vive a partir de entonces muy enamorado de su esposa. El carácter autobiográfico de la escena parece claro.

(Vergara, Alejandro en Pasiones Mitológicas, Museo Nacional del Prado, 2021, pp. 106-110).
https://es.wikipedia.org/wiki/El_jard%C3%ADn_del_amor
Fotos Trianart
http://lembranzas-ines.blogspot.com/2020/07/rubens-y-la-mitologia.html
