
La obra de este artista es tratada como un caso aparte, por mas que se quiera hablar de un realismo madrileño.

Cuando se trata de averiguar que hay detrás de esta etiqueta, donde no hay programa estético o propósito artístico, se vislumbra que no hay otro vínculo de unión de sus miembros que la coincidencia en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, que les lleva a tener amistad a principios de los 50 a Antonio López García, Francisco y Julio López Hernández, María Moreno e Isabel Quintanilla a los que se añaden Amalia Ávila, Lucio Muñoz y Enrique Gran.

Por mas que los dos últimos hayan realizado su obra al margen del realismo.

Hoy cuando todos gozan de prestigio es difícil atribuir un rasgo común más allá que la convergencia existencial.

Pese a lo temprana vocación artística y a las actitudes demostradas a su paso por BBAA, la trayectoria artística de Antonio López se encuentra accidentada y llena de dramatismo por su actitud de duda que lo atosiga.

En los 50 cuando comienza su andadura el panorama artístico español es confuso e intenso a la vez.

Esta Dau al Set o la Escuela Altamira, los Indalianos, Parpallo quizás haya que retroceder atrás, cuando el ambiente del país está aislado.

Hay una primera Bienal de Arte Hispanoamericana en 1951 o la Exposición de Arte Abstracto en Santander dos años después, dejan clara la apertura española al arte de vanguardia y lo que constituye la tendencia más generalizada, la abstracción.

Teniendo en cuenta que dentro de la aislada vanguardia local empieza a triunfar Benjamín Palencia, Pancho Cossío, Ortega Muñoz y en general los representantes de la Escuela de Madrid, son los modelos que se muestran al joven artista.

La vacilación primer de

Antonio López, lo hace refugiarse en su pueblo, en el universo intimo de los objetos familiares.

El tema es la reafirmación del mundo de Tomelloso, que no es bucólico sino dramático.

A este primer periodo pertenecen los cuadros donde se implican diferentes planos de la realidad.

Es la manera de superponer el exterior con el interior o como el punto de vista elevado, que hacen que confluya en un mismo eje visual que se fuga por el horizonte varias realidades o mundos diferentes en sucesión.

Su obra de los 50 es rica, compleja, y experiencial mas que experimental.

Ofrece el testimonio de como se va constituyendo y expresando el rebelde mundo de Antonio López, dotado de gran poesía, difícil de encuadrar en el limitado contexto de recursos limitados como es la España de los 50.

Su proyecto artístico no deja de crecer, que no se produce por acumulación de cambios ni avance lineal.

Se busca, en dos direcciones, una en la que se incluyen los retratos y otra en escenas mágicas surrealistas.

Tanto en una como en otra la realidad y el tiempo desempeñan un papel importante.

Hay una realidad petrificada.

Destacan Sinforoso y Josefa, Antonio y Carmen, Los novios, Cuatro mujeres, Carmencita en traje de primera comunión.

En la segunda mitad de los años 50 y principios de los 60, hay la serie del realismo mágico.

Componen esta serie un conjunto de obras, pinturas y dibujos, también relieves escultóricos en lo que lo sobrenatural e insólito se introducen en la vida cotidiana.

Esta Ataud (1957), La madrugadora (1958), La lampara (1959), La aparición del hermanillo (1959), La alacena (1961-1962), Mari en Embajadores (1962), Atocha (1964), Figura en una casa (1967) etc

La atmosfera de surrealismo, poco o nada tiene que ver con el surrealismo español de antes o después de la guerra en el que queda reflejado su universo poético.

Por la complejidad y dramática intensidad de problemas que plantea desde la obra de los años 60 a la actualidad, su madurez artística se produce al hilo de una crisis dilatada en la que hay varios factores.

Quizás diversos fracasos de índole comunicativa que son los que afectan a un artista.

Los años 60 son años de transición de cambio en la que los mundos no están del todo deslindados, por lo que no se puede ver el debate que le toca vivir.

En esta época comienza la serie de paisajes urbanos e interiores y también las que muestran figuras humanas.

Son los paisajes panorámicos, Madrid visto desde Vallecas (1960-1963), La Maliciosa (1960-1963), Vista de Madrid (1965-1970).

En cuanto a tratamiento de las figuras, Espalda (díptico, 1963-1964), Mujer en la bañera (1968).

Obras significativas de este periodo son La nevera (1966-1967), Lavabo y espejo (1967) o La colada (1968).

Rasco común de esta obra es la progresiva despersonalización, entendido como depuración de lo anecdótico y lo afectivo.

Un fenómeno paralelo emerge en estos años en la vanguardia internacional a través del Pop y el hiperrealismo como el Minimal etc, todas las cuales practican el método de enfriamiento y absoluto control de la subjetividad.

Antonio López nada tiene que ver con estas vanguardias ni con el hiperrealismo con el que a veces se le confunde.

La despersonalización que ascéticamente caracteriza su obra de madurez esta guiada por una pasión cuyo proceder moral está vinculado a Vermeer

Su luz revela lo desapercibido.

El que tarde tanto en realizar su obra se debe a su total entrega al presente-presencia único.
En su última época el pintor desarrolla una estrategia productiva mediante la que logra intemporalizar el instante, como ocurre en sus últimas panorámicas urbanas centradas en la luz del medio día o en su obra escultórica, tan influida por el hieratismo arcaizante que se observa en las figuras del antiguo Egipto.
En la naturaleza muerta muestra lo que en ellas hay de corruptible, de cambiante
Son estrategias complementarias de inteligencia y sensibilidad.
Es en los limites donde su obra alcanza la plenitud de su luz trágica, realismo que ha de decirlo todo por las apariencias, por la luz de lo visible.
Un arte realista que permite ver lo invisible.
CALVO SERRALLER FRANCISCO, FUSSI AIZPURUA JUAN PABLO. El espejo del tiempo, Editorial Taurus. Madrid, 2009.
Foto Trianart.