
Pintor, escultor, grabador y ceramista, está considerado uno de los máximos representantes del surrealismo en España.
Yo pinto como si fuera andando por la calle. Recojo una perla o un mendrugo de pan; es eso lo que doy, lo que recojo

Estudió la carrera de Comercio, que simultaneó con clases nocturnas de dibujo en la Escuela Llotja.
Hijo de un comerciante oriundo de Tarragona, Joan Miro (1893-1983) nace y se cría en Barcelona, donde tras cursar los primeros estudios, simultanea su formación en dos ramas tan diferentes como el comercio y el arte.

Mas que una vocación incierta o vacilante, la situación anuncia una soterrada pugna familiar, que no tarda en estallar ruidosamente, cuando el adolescente fracasa en sus estudios de la Escuela de Comercio como en la Escuela de Bellas Artes de la Lonja.

La airada y drástica reacción del padre ante este fracaso corrobora el larvado conflicto.

Pero las consecuencias del castigo paterno, que consiste en emplear al hijo díscolo como contable en una droguería, abre el camino para la solución, porque Joan enferma de los nervios y contrae unas fiebres tifoideas, lo que amedrenta a su autoritario padre y da un respiro al joven, a quien la convalecencia en la finca familiar de Montroig le permite perfilar con mas claridad su voluntad de ser pintor.

1912 Joan Miro entra en el taller de Francesc Gali que practica una enseñanza artística no académica y allí comienza a establecer relaciones con otros jóvenes de similares inquietudes, como Ricart y Llorens Artigas.

Tras instalarse en París, comenzó a asistir al taller de Pablo Gargallo , y contactó con artistas del movimiento Dadá, que había sido creado en 1924, entre algunos de ellos, con André Bretón, Francis Picabia, Tristan Tzara, Man Ray, y Max Ernst al frente de los surrealistas
A partir de ese momento la trayectoria artística de Miro es una progresión ascendente, marcado por su orientación vanguardista.

Uno de sus grandes proyectos fue la creación de la Fundación Joan Miró, en Barcelona, importante centro cultural y artístico destinado a difundir las nuevas tendencia del arte contemporáneo, constituyéndose con un gran fondo de obras donadas por el autor.
El contexto del momento favorece su empeño, pues Barcelona es un escaparate de modernidad cosmopolita, como demuestra que la Galería Dalmau organice una serie de exposiciones antológicas de jóvenes vanguardistas internacionales, decididos seguidores del Cubismo.

Muere en Palma de Mallorca el 25 de diciembre de 1983.
En el XIX Barcelona ya da muestras de cosmopolitismo y pujanza cultural, el estallido de la Primera Guerra Mundial y la consiguiente conversión de la ciudad de refugio para muchos intelectuales y artistas de vanguardia que huyen del fragor bélico, alientan las veleidades locales de modernización. La ciudad de fin de siglo vive un momento de esplendor cuyo brillo se acrecienta si se compara con el resto de grandes urbes españolas.

Aunque esta mayor pujanza de Barcelona de sea inseparable del desarrollo industrial y comercial, su aglutinante cultural es el emergente nacionalismo, fenómeno que cala muy rápido en determinadas capas de la sociedad catalana.

Pero a diferencia de todos los regionalismos que comienzan a proliferar por toda la geografía española y a diferencia del nacionalismo vasco y gallego, la reivindicación cultural del nacionalismo catalán combina los rasgos folclóricos y sus imperativos lingüísticos con una exhibición de cosmopolitismo, sobre todo en arquitectura y artes plásticas.

Desde ese punto de vista artístico, es posible apreciar su apertura a las posibles corrientes de vanguardismo finisecular, como el naturalismo, el impresionismo, el modernismo y el simbolismo.

A partir de 1880, la ruta hacia Paris se convierte en algo obligado para una buena parte de los artistas catalanes que casi construyen una colonia propia en suelo francés.

A su regreso intentan establecer plataformas locales, grupos, revistas y diversos tipos de acciones de agitación con el fin de arraigar y desarrollar este espíritu innovador.

Todo ello genera un caldo de cultivo cuyo impacto social, sin ser tan marcado como en otras ciudades europeas, convierte a Barcelona en la cima de la modernidad española.

Por lo que sea, quizás por ese espíritu moderno, no hay allí una iconología artística de tintes folclóricos catalanes como se ve en Vayreda, Rusiñol, Casas, Mir, Anglada Camarasa, Nonell, Sunyer, Llimona, Casanovas, Nogués etc.

La aceptación local de todos ellos se endurece cuando se presentan las innovaciones de los grupos de vanguardia mas radicales a principios del siglo XX, como el Fauvismo o el Cubismo, frente a los cuales la sociedad barcelonesa se muestra mucho mas refractaria, que ante el Noucentisme.

Esa actitud explica la fatalidad de la emigración irreversible hacia Paris de los jóvenes con más vocación rupturista, como Picasso, los hermanos González y Miro, quien escribe a Ricart en 1920, la fecha de su decisiva instalación en Paris:

Nunca mas Barcelona. Paris y el campo y esto hasta que me muera.

Dos años antes presenta una importante exposición en la Galería Dalmau y toma parte activa en la Agrupación Courbet, que acoge a sucesivas generaciones de artistas inquietos.

Aunque no se puede poner en entredicho su amor por Cataluya, máxime cuando su vocación artística y su mejor obra inicial se realizan en los campos y villas de la Tarragona rural, Montroig, Prades o Ciurana, hay que atribuir su rechazo por Barcelona, a las limitaciones anti vanguardistas de la burguesía de la ciudad, cultivada y abierta pero solo hasta cierto punto.

Pero sobre todo a la que Miro siente en su propia carne el reclamo atávico de su propia tierra en clave arcaizante del primitivismo de las primeras vanguardias del XX.

En este sentido toda la obra que pinta desde 1914, exhibida en la Galería Dalmau y la que continua haciendo después en Paris hasta casi las vísperas de la fundación del Surrealismo, movimiento del que participa desde sus inicios, esta marcada por ese espíritu telúrico, de recreación de lo orgánico rebutiente a ras de tierra como así se manifiesta en esta pintura de La masía en el que además se contiene de forma singular e innovadora, las claves de un sentido localista, nacional o patriótico sin un ápice de rasgos casticistas.

Evocando el momento en el que pinta esta tela, Miro declara en 1928:
Después de esta exposición (se refiere a la primera que presenta en Paris en 1921, en la Galería Licorne) volví aquí.
Otra vez me acogió Montroig con toda su claridad y con toda su vida.
Quise clausurar entonces, todo aquel periodo mio que desde Montroig veía tan claro y realice La masía.
¡Nueve meses de trabajo pintando y borrando cada día y haciendo estudios y volviéndolos a destruir!
La masía fue el resumen de toda mi vida en el campo.
Desde el árbol al pequeño caracolito, quise poner todo lo que yo amaba del campo.
Creo que es insensato darle mas valor a una montaña que a una hormiga.
Durante los nueve meses que le dedique a La masía, trabajaba, 7 u 8 horas diarias.
Sufría terriblemente, bárbaramente, como un condenado.
Borraba mucho.
Y empezaba a deshacerme de las influencias extranjeras para ponerme en contacto con Catalunya.

Si nos ponemos a considerar lo que decía Miro con las influencias extranjeras, sobre todo si situamos La Masía como el canto del cisme de todo ese primer periodo inicial que comprende lo pintado entre 1914-1922, hay que pensar que se refiere a las del Fauvismo y de su particular versión del cubismo sintético, pero quizás no tanto a las huellas del Aduanero Rousseau, del arte popular catalán o incluso de la pintura romántica catalana.

Aunque lo de la emancipación de las influencias extranjeras no hay que tomárselo al pie de la letra, sino como una manifestación, sino como una manifestación de que Miro comparte esa misma incertidumbre y desasosiego que sienten los jóvenes de su misma generación tras el fin de la Primera Guerra Mundial y el retorno al orden neoclasicista, que le resulta tan inquietante como la academización del cubismo de los años 1920.

Miro esta dispuesto a compartir los anhelos de los primeros surrealistas, cuando ni él ni ellos 8escritores muy jóvenes que a falta de mejor opción se arremolinan alrededor de Tzara y los dadaístas en Paris a comienzos de 1920) sabían por donde iba a salir, aunque si sabían lo que rechazaban del mundo anterior, incluido el arte de vanguardia.

La lectura de Los pasos perdidos de Bretón sigue siendo el mejor barómetro.

Miro instalado en la parisina Rue Blomet, encuentra en su vecino André Masson el camino para frecuentar a todos esos surrealistas en potencia, a los que se vincula formalmente aunque con muchas reservas por su comportamiento agresivo.

En cualquier caso, formalizado el Surrealismo a fines de 1924 y resuelto su conflicto inicial sobre la incompetencia de la pintura para encarnar los ideales de automatismo del nuevo grupo, Miro se convierte en uno de sus principales heraldos artísticos, no sin traicionar sus inclinaciones telúricas y arcaizantes iniciales.

Miro junto con Masson y Ernst, son los protagonistas del surrealismo de la década de 1920, no cediendo su protagonismo hasta la siguiente década, en el que tiene un papel principal, Salvador Dalí.
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Foto Trianart
CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo. El espejo del tiempo. Taurus, Madrid, 2009.

