Talentoso Sorolla, Jura de la Constitución por la reina regente María Cristina, 1897

Sorolla, Jura de la Constitución por la reina regente María Cristina, 1897

La existencia de Sorolla (1863-1923) coincide con las fechas del principio y final de la Restauración,  ya que aunque nace unos pocos años antes de la restauración borbónica con Alfonso XII, toda su trayectoria artística transcurre durante este periodo de concordia política, excepcional en España.

Sorolla, Autorretrato.

Aunque históricamente se puede enjuiciar el qué y el cómo de la restauración, hay unanimidad en valorar su porqué y el rendimiento positivo de su primera etapa, que se extiende hasta el cambio de siglo.

La creación del bipartidismo y la primera alternancia entre partidos de la Restauración. El primer gobierno de Sagasta en 1881

Artísticamente es un periodo próspero y destacado, en el que se suceden tres generaciones de artistas, algunos de los que alcanzan mayor prestigio internacional como Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga y Hermenegildo Anglada Camarasa.

Sevilla, Los Nazarenos
Anglada Camarasa, Fiesta valenciana, 1909
Zuloaga, Víspera de la corrida

Antes de ellos la única excepción es el triunfo en París de Mariano Fortuny, pero su prematura muerte trunca su brillante carrera, junto a ellos hay un grupo de excelentes artistas, cuya fama internacional, no es tan grande, pero no por ello se dejan de mover con desenvoltura y sin complejos por todo el mundo.

Fortuny, El coleccionista de estampas.
Fortuny, La vicaria.

Ninguno alcanza las cotas de éxito y reconocimientos mundiales de Sorolla, sobre todo a partir de 1900.

Sorolla
Sorolla, Coser la vela. Nació en Valencia, el 27 de febrero de 1863.
Fue el pintor español de mayor fama y prestigio de su tiempo.

Quizás por ello Sorolla se convierte en motivo de polémica entre sus compañeros, no tanto por discutir la calidad de su arte, sino porque no encajaba en lo que debía de ser la imagen de España.

Sorolla, La madre
Sorolla, El baño del caballo, 1909. Ya en la Escuela Normal Superior de Valencia mostró muy tempranamente sus aptitudes y su afición por el dibujo y la pintura.

Primogénito de una familia de modestos comerciantes, la súbita y casi simultánea muerte de sus padres deja a Sorolla a merced de un tío materno, cerrajero de profesión, que no puede aportar más ayuda que su atención y afecto.

Sorolla, Paseo a la orilla del mar, 1909
Sorolla, Y aun dicen que el pescado es caro. En 1879 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia.

Aun así, no tarda en encarrilar su vocación, que pronto da muestra de extraordinarias dotes.

Sorolla. Trabajó durante un tiempo como ayudante en el estudio del prestigioso fotógrafo Antonio García Pérez, con cuya hija, Clotilde, se casó en septiembre de 1888.
Sorolla, Buscando marisco en la patria. Entre 1881 y 1882, viajó a Madrid donde visitó con frecuencia el Museo del Prado, tiempo durante el que realizó copias de cuadros de Diego VelázquezJosé de Ribera y El Greco.

Por fuerza tiene que seguir un curso modesto que comienza por la Escuela de Artes y Oficios local, para poco a poco subir todos los grados del aprendizaje oficial, incluido el paso académico por Roma.

Sorolla, Muerte de Pedro Velarde y Santillán. Dos años después obtuvo un rotundo éxito en la Exposición Nacional de 1884 en Madrid, con su composición realista y romántica sobre el tema histórico de «El dos de mayo», actualmente en el Museo del Prado. Tras esto solicitó una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes en Roma.
Sorolla, El crit del palleter. Para sustentar esta solicitud aportó ante las autoridades valencianas, presentó otra pintura de tema histórico, «El grito de Palleter», albergada en la Diputación Provincial de Valencia, en las que hizo un brillante uso del claroscuro.

Tiene gran curiosidad, empeño, disciplina, autoexigencia, una ambición sin limites y una capacidad de trabajo excepcional que lleva hasta el límite, de manera que se puede afirmar que muere por extenuación.

Sorolla, Los pescadores con sus redes, 1896. En enero de 1885 ­salió para Roma, aunque desde la primavera hasta el otoño estuvo en París, donde conoció y se sintió atraído con la obra de los realistas y de los pintores al aire libre, sobre todo las del alemán Adolph von Menzel y las del francés Jules Bastien-Lepage.
Sorolla, Besando la reliquia, 1893. En Roma estuvo rodeado de pintores españoles, entre ellos, José Benlliure Gil, Emilio Sala Francés y José Villegas Cordero.

Su amable buen talante, que le facilita muchos apoyos y su enorme talento, explican el destacado papel que desempeña en la concurrida escena artística internacional del fin de siglo XIX.

Sorolla, El padre Jofre protege a un loco. En 1887, para justificar el provecho sacado a su beca, envió a Valencia su óleo El padre Jofré protegiendo a un loco, hoy en la Diputación Provincial de Valencia, nuevamente y como era obligado de tema histórico.
Sorolla, La vuelta de la pesca. En 1889 y tras una estancia en Asís, regresó a Valencia, y al año siguiente trasladó su casa y estudio a Madrid.
Sorolla, Otra margarita, 1892. En 1892 comenzó a interesarse y trasladar a su temática pictórica la problemática social, la primera fue la representación de la triste escena de «¡Otra Margarita!», actualmente en el Washington University Gallery of Art de St. Louis, que fue premiada con una medalla de primera clase en la Exposición Nacional, y en 1893 en la Exposición ­Internacional de Chicago.
Sorolla, Saliendo del baño, 1915. Hasta el fin de esta década, esta sensibilidad se mantiene en sus cuadros con escenas de la costa valenciana.
Sorolla, Triste herencia, 1899. Paulatinamente abandonó los temas de niños desdichados, como «Triste herencia», en Colección Bancaja de Valencia, que había sido premiada en la Exposición Universal de París de 1900 y en la Nacional de Madrid en 1901.
Sorolla, Capturando el momento, 1906. Comenzó a pintar al aire libre, plasmando de forma magistral la luz de su Mediterraneo, animado por su amor a la luz y a la vida de sus soleadas playas, invadió su obra, su pincelada se volvió vigorosa, y en su paleta aparecieron bellos colores claros, reprodujo innumerables escenas a la orilla del mar que caracterizarían su pintura y que le proporcionarían fama mundial.
Sorolla, Montañas de Jaca. Entre 1911 y 1919, viajó por toda España con el objetivo de captar lo más representativo de cada región, trabajo en el que se volcó.
Sorolla, Alberca del Alcázar de Sevilla. Así mismo continuó exhibiendo en las Exposiciones Nacionales, y durante las épocas del año menos soleadas, pintaba en el estudio de su casa de Madrid, tiempo durante el que fundamentalmente practicaba el retrato.

Sorolla pinta mucho, aborda todos los géneros y temas y lo hace sin que jamás se resienta su calidad, que va en constante aumento.

Sorolla, Dos niños en la playa, 1920. En 1921, cuando pintaba un retrato en el jardín de su casa, sufrió un accidente cerebrovascular, tras lo que le quedó como secuela una hemiplegía, por lo que no pudo volver a pintar.
El ciego Toledo, 1906. Murió en Cercedilla, Madrid, el 10 de agosto de 1923, sin lograr ver expuesta su «Visión de España», que no se abriría hasta enero de 1926.
Sorolla, Chicos en la playa, 1909. Anteriormente, en 1919 había donado al Museo de Arte Moderno su obra «Niños en la playa»;  al año siguiente el retrato de José Jiménez Aranda y un autorretrato de José Villegas Cordero; las tres pasaron a los fondos del Museo del Prado en 1971.

Sorolla, Rocas de Jávea y el bote blanco. Fue uno de los pintores españoles más prolíficos, se cuenta con más 2.200 obras catalogadas
Sorolla, Alcázar de Sevilla, Pabellón de Carlos V. Fue etiquetado de forma errónea como impresionista, cuando en realidad su estilo más maduro se puede encuadrar mejor en el luminismo.
Sorolla, Mirando los peces en los jardines de la Granja. Su fama traspasó fronteras y se extendió, extendiéndose por toda Europa y Estados Unidos

No es raro que todavía hoy sorprenda como lo hace con sus contemporáneos a los que desconcierta por su brillantez y capacidad de trabajo, al igual que por su original visión de España, en las antípodas del expresionismo negro y tremebundo de moda entonces.

Sorolla, El dia feliz 1892.
Sorolla, Después del baño, 1892
Sorolla, Pescadores valencianos 1891.
Sorolla, Naranjos en el camino del mar, 1903
Sorolla, Las tres velas, 1903
Sorolla, Ayamonte
Sorolla, Lavanderas de Galicia, 1915
Sorolla, Sol de la tarde 1903
Sorolla, Bajo el toldo Zarauz, 1910
Sorolla, Rosal amarillo en la casa de Sorolla
Sorolla, Verano de 1904
Sorolla, Patio de la casa Sorolla, 1917
Sorolla, El bautizo, 1900
Sorolla, Patio de la casa
Sorolla, Alhambra, Patio de los Arrayanes

La jura de la Constitución por la reina regente María Cristina, ni conocido ni ensalzado, sintetiza a la perfección mucho de los rasgos y cualidades de Sorolla.

El 28 de noviembre de 1885 había muerto Alfonso XII. Dejaba una viuda, Mª Cristina, que estaba embarazada y dos hijas, Mª Mercedes y Mª Teresa.  Como preveía la  constitución de 1876, Tit. VIII, art. 67  la regencia sería ejercida por la madre del futuro rey o reina. Las infantas eran menores de edad, al igual que  el hijo por nacer, fuera cual fuese su sexo. Ese hijo resultaría ser varón y reinaría con el nombre de Alfonso XIII. La constitución también determinaba que el nuevo regente habría de jurar su lealtad al texto constitucional. Por ello, el 30 de diciembre de 1885, la reina viuda realizó este acto solemne. Éste es el momento que recoge la obra. La pintura representa a los principales personajes en el centro de la composición. La reina regente, elevada sobre un escalón, lo que hace a que su figura resalte sobre todas las demás, de luto riguroso, llena de dolor pero con gran dignidad y entereza,  de perfil, para que se haga notar su embarazo, protege a las dos infantas. La mayor, entonces posible heredera, Mercedes se sitúa de frente.  Jura la Constitución, que sostiene el presidente del gobierno el conservador  Cánovas del Castillo, con su mano derecha apoyada en ella. El conde de Toreno, presidente del Congreso, sostiene el texto del juramento. Aparecen también Sagasta, jefe de la oposición, miembros de la familia real, diputados y senadores, el gobierno  y en primer plano a la izquierda la infanta Eulalia y a la derecha el general Martínez Campos.  Esta pintura es el testimonio de un hecho histórico de importancia  pero junto al recuerdo en imágenes  contiene un mensaje político. La muerte inesperada de Alfonso XII había provocado  una grave crisis política y de estabilidad de la monarquía, en un momento en que la Restauración de la dinastía Alfonsina llevaba pocos años vigente. La entrevista en el palacio de El Pardo entre Cánovas y Sagasta   para  respetar el turnismo fue un primer paso para resolverla. El origen austriaco de la reina viuda había hecho sospechar a algunos si ésta no podría intentar volver al pasado. Ante este panorama, tanto Cánovas como Sagasta se esforzaron para que la regente tomara las riendas del poder cuanto antes y jurara la Constitución. Con  el juramento la regente aceptaba el liberalismo y mostraba que la corona y la nación representada por la constitución y las Cortes estaban unidas indeleblemente

En un principio quien recibe por parte del senado el encargo de pintarlo es Casado de Alisal.

Tras morir este a los pocos meses, la tarea es transferida a un discípulo suyo, Francisco Jover y Casanova, quien también fallece sin terminarlo.

Finalmente el encargo pasa a Sorolla, que mas que limitarse a terminarlo, lo rehace por completo. También es verdad que Jover, había realizado ya un boceto de la composición que Sorolla aprovecha, pero que después solo se queda con el fondo arquitectónico y el orden de alguna de las figuras.

El grupo de personajes retratados, empezando por el de la reina, es una brillante demostración de la aptitud de Sorolla en este género, que aúna observación precisa del modelo, que estudia del natural, con un sentido escénico del conjunto, vivaz y animado, aunque todos los personajes estén quietos.

La espontaneidad y frescura vence el estereotipo y la impostada solemnidad, que suele estropear este tipo de representación histórica, haciéndola parecer antiguas, aunque trate de un acontecimiento reciente.

Sabe sacar provecho de la luz, que serpentea por las armaduras y los vistosos uniformes de gala, a la vez que iluminan el suelo lleno de alfombras, contrastando eficazmente con la patética dignidad enlutada de la reina y los pequeños infantes que flanquean.

Aunque Sorolla califica el cuadro de remiendo enojoso, cuyo trabajo se justifica por el rendimiento económico y la promoción que le pueda proveer, pone empeño en que el resultado sea óptimo.

Algo que se contrasta cuando lo miramos con mas de un siglo de distancia

No hay que olvidar que la prematura muerte de Alfonso XII unos pocos años después de haber enviudado de su primer matrimonio con su prima Mercedes, hace su evocacion con un color melodramático, a la que los pintores no se sustraen.

Sorolla en cambio da una visión mas veraz y honda, sin aspavientos, contando los acontecimientos sin afectación ni trucos sentimentales.

Falta un año para la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, cuyo impacto, deprime a la sociedad española de la época.

La guerra cubana. La guerra de Weyler.

Sorolla sabe transmitir la fragilidad del trasfondo mucho mejor que la mayoría de quienes, con un motivo u otro abordan momentos tan inquietantes.

http://algargoshistoriaspain.blogspot.com/2015/01/la-restauracion-de-alfonso-xii-y-la.html

http://historicadidactica.blogspot.com/2011/06/comentario-imagen-historica-m-cristina.html

Trianart foto

Publicado por ilabasmati

Licenciada en Bellas Artes, FilologÍa Hispánica y lIiteratura Inglesa.

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