Eugenio Lucas Velázquez, Retrato del General Prim, 1871

El retrato del general Prim es un encargo que hace el mismo Prim en Madrid en el verano de 1868 cuando comienza a mejorar su carrera, al pintor francés Henry Regnault, un pintor realista de ínfulas románticas.

Regnault es un asiduo visitante de nuestro país tanto por la moda romántica de España, que comienza en 1830 y continua hasta 1860, hasta por la simultanea fascinación internacional de la Escuela Española, que a partir de la apertura del Museo Español (1838-1848) que causa sensación en Paris.

3 años antes del encargo de Prim a Regnault, Manet visita el Prado para ver en directo los fondos del museo.

A partir de esa visita Manet llama la atención sobre la hasta entonces desconocida internacionalmente figura de Velázquez, al que encumbra como la figura capital del arte español, pero también, revisa desde un punto de vista moderno, los que considera auténticos hitos de la Escuela Española.

Así Manet establece una jerarquía de valores que hoy sigue vigente, fijando el interés de la pintura histórica por el trio de El Greco, Velázquez y Goya.

En este sentido se abre una nueva vía critica que continúan otros autores tras él, como Carolus Duran y el mismo Regnault.

Pero volviendo al retrato, Prim rechaza el retrato ecuestre realizado por Regnault, que se lo lleva a París y lo expone en el Salón de 1869.

El cuadro causa sensación y es adquirido para el Louvre, en la actualidad en el Museo de Orsay.

Si se mira la distancia que hay entre lo que se considera un retrato oficial en Paris o en Madrid, el rechazo del cuadro extraña solo relativamente.

En el XIX hay en España buenos retratistas sin contar a Goya, como Vicente López, Federico Madrazo, Antonio María Esquivel o Carlos Luis Rivera, su talento esta constreñido por la escasa o de muy bajo vuelo de la clientela local.

Si la coyuntura es esta con independencia de quien fuera el retratado, habría que ver las cortapisas que se añadirían cuando se trataba de pintar a un militar cuyo poder gravita en la política española cada vez más desde la guerra carlista y no digamos a partir de la segunda mitad del XIX.

A quien no pasa inadvertida la importancia y modernidad del retrato de Regnault es a Eugenio Lucas Velázquez (1817-1870), un superdotado, audaz y compulsivo replicante de la obra de otros ya fueran Rivera, Velázquez o Goya o de quien se pusiera por delante, como ahora Regnault.

En ese sentido todavía está por dirimir que hace Lucas y toma de modelo de inspiración de los demás.

Tampoco está claro que el móvil de Lucas sea la impostura, ni si la confusión que se ha generado se debe más bien a otros oportunistas manipuladores, pintores o no que se han aprovechado de su legado, o que simplemente se limitan a parodiarlo a posteriori con malevolencia.

La agitada y extravagante vida bohemia de Lucas Velázquez sirve poco para deshacer los entuertos, no solo por su facundia pictórica, sino porque viaja muchísimo, sin dejar rastro documental fiable.

Un posible viaje es que el que Lucas realiza a Paris en 1860.

Lázaro Galdiano puede leer una correspondencia entre Eugenio Lucas y Manet, de la que se deduce que le ayuda a pintar el cuadro, Lola la de Valencia.

Por la misma fuente se sabe en más ocasiones pasa por Paris para deshacer la confusión que le genera una obra suya al escritor Théophile Gautier, que está convencido que su autor es Velázquez.

¿Qué le interesa a Lucas del retrato pintado por Regnault?

Eso no implica la estética, Lucas Velázquez, aunque de ideología liberal, está vinculado a Isabel II y debe de sentir aprensión ante su abandono del trono, sobre todo porque esta delicada de salud y tiene una descendencia complicada al tener dos familias.

El general Prim, héroe de África, acomete el golpe militar en el momento álgido de su popularidad personal, muy fomentada por las autoridades institucionales catalanas, las cuales encargan perpetuar la gloria de sus hazañas a reputados pintores como Fortuny y Sans Cabot.

Pero tampoco está claro que piensa y siente Lucas que tampoco vive lo suficiente como para seguir la secuencia de los acontecimientos.

Así y todo a Lucas le encanta como plantea el retrato Regnault, dado que comparte con él el entusiasmo por Velázquez y Goya, además de que Regnaul demuestra ser heredero de una tradición francesa muy novedosa y espectacular en el tratamiento de la épica, sobre todo en la línea del varón Gros, Gericault y Delacroix.

A esta tradición pictórica que Walter Friedlander califica de romanticismo colorista y barroquista, se le une la figura heroica aislada.

En esta línea, Regnault se permite pintar a Prim sin sombrero y despeinado, pleno de agitación y con un gesto de firmeza tan determinante que podría resultar antipática.

La versión de Eugenio Lucas no modifica nada en cuanto al modo de presentar la figura de Prim, que resulta engrandecida en cuanto que el pintor hace un contrapicado.

Pero su terminado es más suelto y desenfadado que la del francés.

Esta versión se debió de hacer a partir de un boceto del cuadro de Regnault, y es probable que Lucas pintara el retrato con la colaboración de aquel.

Se como fuere, tanto el original francés como la versión española, proporciona el modelo de retrato épico militar insólito en nuestro país, que pone de relieve un rico trasfondo cultural de muy variadas connotaciones.

CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo, El espejo del tiempo, Editorial Taurus. Madrid 2009.

El general Prim por Regnault



Publicado por ilabasmati

Licenciada en Bellas Artes, FilologÍa Hispánica y lIiteratura Inglesa.

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