
Calvo Serraller escribe que se superponen tres antecedentes a la composición de esta pieza.

Practica entonces el retrato y la pintura religiosa.
Un retrato holandés de grupo del XVII donde se representan miembros de una corporación.
Un retrato familiar británico del XVIII, una Conversation piece, donde los miembros, de diferente procedencia posan con desenvoltura doméstica.
El afán decimonónico de perpetuar la memoria de las personalidades nacionales ilustres, con la peculiaridad de dar cada vez más cabida, entre los miembros ejemplares de la sociedad como escritores, artistas, científicos, elegidos para homenajear su imagen.

Lo más habitual es la representación de determinada generación del país, en el caso de este cuadro, se muestra un panorama de los más insignes representantes del romanticismo español.

Aunque los 44 personajes retratados son escritores todos, salvo el pintor, que se autorretrata como pintor.

Este tiene la intención de hacer otros retratos con destacados miembros de otras disciplinas, el ejemplo es Una lectura de Ventura Vega ante los actores de su época.

El repaso que hace Esquivel a lo mas granado de la época isabelina no se difumina con el paso del tiempo, pues en el cuadro esta incluido Zorrilla, Mesonero Romanos, Campoamor, Quintana, Ventura de la Vega, Martínez de la Rosa, Amador de los Ríos, Bretón de los Herreros, Hartzenbusch, etc.

La ausencia de Larra debe ser por la muerte del autor 10 años antes.
En el momento de la confección del cuadro también ha fallecido José de Espronceda, pero lo ha hecho solo cuatro años atrás, razón por la que su imagen esta representada en un cuadro dentro de un cuadro.

Es un grupo representativo del romanticismo literario español y de la época isabelina.
Esquivel, nacido y formado en Sevilla a la sombra de Murillo, al igual que su colega y amigo José Gutiérrez de la Vega, evita la senda del costumbrismo folklórico, poniendo sus ambiciones en la conquista de la Corte, lugar donde ambos se instalan en 1831.

Esquivel no tiene problemas para integrarse en los círculos madrileños intelectualmente más inquietos y salvo el percance sufrido en 1838 a raíz de una rara dolencia ocular que temporalmente lo ciega, puede desarrollar en Madrid una floreciente carrera artística y escalar todos los peldaños correspondientes en cuanto cargos y honores.

Excelente dibujante y refinado colorista, a Esquivel le ocurre lo que a la mayoría de los mejores pintores españoles de la época de apocado y rutinario mecenazgo y es que sobrevive gracias al retrato, género que por entonces y con razón recibe el nombre de alimenticio.

No es que Esquivel no aprovechara todas las oportunidades que se le ofrecen para practicar otras vías como la pintura de tema religioso, la pintura de historia o el desnudo, sin olvidarse de su inclinación teórica y pedagógica por estudiar la anatomía, asunto del que llega a publicar un tratado, pero al final y condicionado por la clientela termina por convertirse en un notable retratista.

En 1843 fue nombrado Pintor de Cámara y en 1847 académico de San Fernando, siendo además miembro fundador de la Sociedad Protectora de Bellas Artes.
Igual le ocurre a Federico de Madrazo (1815-1894) a pesar de haber sido discípulo de Ingres en París y haber regresado a España con no pocas ínfulas cosmopolitas de romanticismo francés.

Lo mismo le ocurre a la mayoría de los miembros de esa generación de pintores españoles entre los que destacan, Carlos Ruiz Ribera, que hace el periplo por Roma y París como discípulo de Paul Delaroche.

Murió en Madrid, el 9 de abril de 1857.
Esquivel sin haber disfrutado de estos sofisticados medios de formación profesional, no desaprovecha lo que Sevilla le aporta, que no solo tiene una tradición comercial cosmopolita, sino que a partir de 1830 se convierte en la meta de todos los extranjeros que visitan España.

Sus hijos Carlos María Esquivel Vicente Esquivel también fueron pintores.
Elegante e inquieto, Esquivel logra imponer un discurso personal a toda su obra, que le separa y distingue del resto de colegas de generación.
Incluso cuando pinta retratos consigue no caer en fórmulas estereotipadas.
CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo. El espejo del tiempo, Editorial Taurus. Madrid 2009.
Trianart foto.