
Aunque dista 30 años entre el acontecimiento que cuenta este cuadro, una visita de la reina Cristina a la tropa de artillería que defiende Madrid del asedio carlista de 1833, y la ejecución de la pintura, un encargo realizado por Fortuny para el plafón de uno de los salones de la residencia de los duques de Riansares en Paris, su anacronismo es relativo.
Así lo corrobora el hecho de que la comitente fuera la propia doña Cristina, casada en segundas nupcias con el duque de Riánsares.
Y también hace la duración del propio conflicto carlista, una amenaza directa hasta 1840, pero sigue latiendo de una u otra manera durante buena parte de la historia contemporánea de nuestro país.
Todo ello por no mencionar que el florecimiento de lo que se denomina pintura de historia no se produce en España hasta la segunda mitad del XIX.
Lo que está claro es que Fortuny es uno de los más brillantes intérpretes españoles de dicho género, amén de uno de los artistas españoles que alcanza mayor fama y predicamento crítico internacionales tras la muerte de Goya, como se puede ver en el éxito de su exposición en París en 1870, de la mano del prestigioso marchante francés Goupil.

Está considerado junto a Eduardo Rosales, como uno de los más notables pintores del siglo XIX tras Francisco de Goya.
La prematura muerte de Fortuny a finales de 1874, cuando tiene 36 años, interrumpe de forma brusca la prometedora carrera artística.

Se comparan los casos de Rosales y Fortuny, por tener ambos un potencial tremendo y por la influencia que habría tenido sobre la pintura española de mitad del XIX de haber vivido más tiempo.

Nacido en Reus, Tarragona, se forma artísticamente en Barcelona, en cuya Escuela de Bellas Artes, cursa estudios entre 1853-1857, bajo la tutela de Pablo Milá, Claudio Lorenzale y Luis Rigalt, trasladándose después a Roma como pensionado.

1860 con motivo de aceptar la proposición de la Diputación de Barcelona, el organismo que sufraga su estancia en Italia, Fortuny tiene que suspender su práctica romana, para acudir como corresponsal gráfico a la Guerra de África, contienda que mantiene España con las tropas del norte del Magreb y en la que intervienen el batallón de voluntarios catalanes al mando del general Prim.

Este encargo de la Diputación de Barcelona, característico del mecenazgo institucional que comienza a despuntar en España hacia mitad del XIX y que promueve la pintura de historia, tiene la finalidad que Fortuny decore el Salón de Consejos del Palacio de la Diputación con grandes cuadros conmemorativos de las victoriosas hazañas bélicas protagonizadas por Marruecos por dichas tropas catalanas.
Aunque Fortuny solo alcanza a cumplir una parte del fabuloso cometido, el monumental cuadro de La batalla de Tetuán, el impacto de la experiencia africana es decisivo en la trayectoria del pintor, quien demuestra sus formidables dotes para este tipo de composición narrativa, así como su no menor talento para el encuadre de paisaje, el cual sabe interpretar a través del moderno registro realista de la luz.

A su vuelta logra nuevas ayudas para completar su interrumpida formación, que no se limita a seguir los estudios en Italia, sino que le lleva a conocer las mejores colecciones de los museos europeos.

Pronto integra tanto la herencia de los grandes maestros que le preceden como de las inquietudes renovadoras de la vanguardia internacional, la cual se despliega en 1860.

1860 esta década es la más decisiva para lo que después acontece, incluyendo las vanguardias históricas del XX.

Es la década en la que se destapa Manet que viaja a España, al Prado en 1865, descubriendo entonces no solo a Velázquez sino a los ejes fundamentales de la Escuela Española y modernizadores del arte, es decir al Greco, Velázquez y Goya.






















En esta época está Rosales que capta lo que hace Manet y la importancia de Velázquez.










Fortuny mira más a Rivera, aunque sin menospreciar a Velázquez.














También se deja seducir por Jean Louis Ernest Meissonier, un realista de prodigiosa calidad técnica.












Esa vía denominada preciosismo genera entusiasmo durante el Segundo Imperio y por ella se adentra con éxito Fortuny que contagia a Martín Rico, Eduardo Zamacois o Raimundo Madrazo, cuñado suyo, porque Fortuny se casa en 1867 con Cecilia, hija de Federico Madrazo, quien ha sido discípulo de Ingres y que llega a ser una figura en el romanticismo español.

Pero Fortuny es algo más que solo esa tendencia como el japonismo que está entonces de moda, porque en el tramo final de su corta vida que se recluye en Granada da muestras sobradas de una cada vez más prodigiosa captación de la luz y de una libertad de factura inmejorable.

En el monumental y complejo cuadro de María Cristina pasando revista a las tropas, pintado sin que haya cumplido los 30 años, consigue desplegar su talento y técnica asombrosas en el tratamiento compositivo de grandes grupos en acción y en el moderno tratamiento del paisaje.

Bien documentado como corresponde a un pintor de historia a través de lo publicado por la prensa del momento, se puede verificar que en efecto la reina gobernadora y su hija de corta edad Isabel II, giran el 21 de junio de 1834 una visita de revista a las tropas de artillería que a la altura de Alcorcón, defienden Madrid del asedio carlista.

Visita que se realiza a las 6,30 de la tarde y que lleva a cabo en un lando abierto.

Al margen de la anécdota representada en la parte inferior del cuadro y de las escaramuzas entre la infantería de ambos bandos que ocupa el lado superior, la complejidad del cuadro se multiplica al tener que concebir Fortuny la pieza para ser vista de abajo a arriba, pues el cuadro ha de ocupar un techo de los salones de la residencia de los Riánsares en París.

En ese sentido el tener que embutir las figuras en un contexto de vistosa acción, sin perder un dato que dificultades la identidad de las principales personalidades ni los rasgos diferenciales de las tropas, uniformes, grados, empleos o empeños, o conseguir el vuelo escénico adecuado, al paisaje donde se produce el acontecimiento, no constituye una hazaña pictórica menor.

Como tampoco lo es que el conjunto pueda ser apreciado desde abajo estando atravesado el lienzo por el gancho que sostiene la lámpara de la estancia.

Hay que tener en cuenta que lo normal en estas grandes máquinas históricas es el formato documental, el cual permite emplazar figuras de gran tamaño y dar detalles con holgura.

Pero Fortuny replantea el género, logrando sin tanta abundancia un efecto verista mayor y más vibrante.




CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo, El espejo del tiempo. Editorial Taurus, Madrid 2009.
Trianart fotos.

Hay muchos cuadros de Fortuny que me parecen maravillosos, sobre todo los de sus hijos. Sin embargo, este de la revista de tropa, como el de la batalla de Tetuán, siempre me han parecido tener una composición extrañísima que me incomoda un poco…
Me gustaLe gusta a 1 persona
A mi me gusta todo de él, me parece excepcional con la edad que muere y la obra que deja, si hubiera vivido más, estoy segura que habría cambiado el panorama de la pintura.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Creo que tanto el padre como el hijo, son inteligencias naturales, yo alucino con el diseño de ropa que tienen, y tambien me gusta todo lo que hacen. Pero es que el hijo tiene más de 20 patentes, entre ellos un motor para barco, es increible.
Me gustaMe gusta