
De familia notable, de origen hidalgo, su relación con el arte fue importante, era sobrino y yerno de pintores.
Fue una de las figuras más importantes de entre los artistas de la corte española en la segunda mitad del siglo XVII, a la que aportó un estilo que mezcla solidez estructural con un notable gusto por el color.
Con una impronta de Velázquez, este retrato de Carlos II, uno más de la serie que pinta, Juan Carreño de Miranda desde 1761, tiene el aire desasosegante de la extenuación de los Habsburgo españoles.

Provoca tal efecto no solo la frágil y enfermiza figura de este monarca que tiene 15 años cuando es realizado este retrato, sino sobre todo el hecho de estar ubicado el rey adolescente, visto a tres cuartos de perfil, en posición oblicua en relación con el espectador, un poco como casi al bies, y también la disposición de los espejos que lo flanquean por detrás, reflejando el ángulo muerto de su cabeza y los demás detalles invisibles de esta celebre estancia del Alcázar, el llamado Salón de los Espejos, en cuya decoración interviene el propio Carreño en 1659 junto a Colonna y Mitelli.
Nombrado pintor de cámara del rey Carlos II en 1671, Carreño realiza a partir de entonces una amplia serie de retratos oficiales del monarca, entre los que esta el que da pie a este comentario, del que hay diversas versiones, siendo quizás la mejor la que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Asturias, pero también muchas otras interpretaciones del monarca con diversos atavíos y funciones.

Perteneciente a la generación posterior a la de Diego Velázquez, gozó de la amistad y protección de este.
Aunque la mas impresionante es la que se conserva en la colección Harrach de Viena, donde Carlos II aparece revestido con el manto de la orden, del Toisón de Oro.

Ninguna de las que salen de la mano de Carreño, deja de tener un muy singular interés, porque este pintor educado en el taller de Pedro de las Cuevas y Bartolomé Román, tiene mucho vuelo y no poco genio en el retrato porque sabe sacar provecho de las lecciones de Velázquez y de Van Dick, pero también porque da con el tono justo para reflejar la fantasmal época en la que le toca vivir y medrar.

Sabe manejar Carreño como ninguno de sus coetáneos españoles la dosis de escenografía barroca y de suntuosidad cromática adecuada para generar el abigarrado boato que encuadra una dinastía en extinción, poniendo en evidencia esa grandilocuencia del entorno que no llega a arropar la fragilidad humana de sus personajes.

En 1658, fue elegido como representante de la villa de Madrid por el estado de la nobleza.Fue nombrado Ayuda de la Furriera en 1669, Pintor del Rey en septiembre de 1669. a partir de esta fecha su dedicación a plasmar a la familia real y personajes vinculados a ella, le ocupó gran parte de su tiempo, hecho que hace que la mayor pinacoteca de España, el Museo del Prado albergue una importante muestra de su obra.
Como si previera lo que habría de venir, Covarrubias en El tesoro de la Lengua Castellana, no sin antes definir muy bien el significado de la voz caballero usa el término de phantasma para estigmatizar el triunfo de la apariencia sobre la realidad, que no tarda en convertirse en phantasmón.

Los retratos de Carreño no se limitan a la apocada figura de Carlos II, sino que se ocupan de un variado elenco de personajes.

Rechazó la dignidad de Caballero de la Orden de Santiago, alegando: «La pintura no precisa honores. Puede darlos al mundo entero».
Otra buena parte de su obra puede verse en el Museo de Bellas Artes de Asturias.
Entre esos retratos se encuentra la madre del susodicho, por un tiempo regente Doña Mariana de Austria, el del embajador ruso Potemkin, o el fascinante del Duque de Pastrana (1666).

Espectacular y suntuoso retrato de aparato este último, uno de los mejores españoles, representa en primer termino la figura de cuerpo entero de Don Gregorio de Silva y Mendoza duque de Pastrana, caballero de grandísima alcurnia que mueve muchos hilos en el reinado de Carlos II.
El aristócrata cuya figura en el retrato forma una especie de rombo, porta orgulloso la venera de caballero de Santiago, titulo que le es concedido en 1666, cuando cuenta 25 años de edad.
Vestido de negro, con golilla, larga melena lacia y espada al cinto, nos mira por encima del hombro, con desenfadada arrogancia, mientras se hace atar las espuelas por un criado arrodillado a sus espaldas y un palafrenero sujeta su magnifico y nervioso caballo de crin muy enjaezada.
Además de estos retratos cortesanos Carreño hace un par de soberbias versiones de la llamada Monstrua, una niña muy gorda, que se trae a la Corte en 1680 a la que el pintor inmortaliza desnuda y vestida.

Murió en Madrid, el 3 de octubre de 1685.
Aunque se especula con la deuda que contrae con su colega y colaborador Rizi a la hora de componer composiciones históricas, lo cierto es que pictóricamente es difícil de superar.
Carreño tiene mucho instinto y mucha mano para componer.
Trianart fotografía

Muchas gracias; he leído también la entrada sobre Sert Muy interesante
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Gracias a ti por venir y por ser tan amable.
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