
Confeccionada dentro de una serie de diez piezas dedicada a los trabajos de Hércules, que está situada en la sobrepuerta que se abren en los muros norte y sur del Salón de los Reinos del palacio del buen Retiro, erigido en 1633 por Alonso Carbonell por iniciativa del conde duque de Olivares, valido de Felipe IV y desde 1630, Gobernador de la Plaza, que trata así de homenajear al monarca y su dinastía.

Tanto esta obra como las restantes son ejecutadas por Francisco de Zurbarán como también lo es la dedicada a la Defensa de Cádiz contra los ingleses y otra no conservada, referida al mismo episodio épico acaecido en 1625.



Es un encargo importante para el pintor extremeño, que nace en Fuente de Cantos y reside en Sevilla, ciudad en la que se forma y abre taller.



1634 aunque en esta fecha esta Zurbarán en la plenitud de su madurez biológica y artística, recibiendo importantes encargos, sobre todo de naturaleza religiosa, es improbable que sea requerido por la corte sin intermediar el conde duque de Olivares, el poeta Francisco de Rioja o Diego Velázquez.

Para Zurbarán cuyo prestigio como autor de grandes series para conventos e instituciones religiosas está consolidado, este encargo cortesano de orientación profana es un desafío que resuelve con acierto.


Con una formación local y sin haber viajado a Italia, aunque la Sevilla del primer tercio del XVII conserva aún gran arte del lustre cultural y artístico, lo que Zurbarán acostumbrado a las estampas religiosas quiere utilizar el aporte de Caravaggio con su fidelidad a la naturaleza sensible y al tenebrismo y la narración fiel al de los narradores medievales.



Esa ruda simplicidad constituye el encanto de la pintura española, severa y simple, pero profundamente sincera en su ignorancia, que viene del aislamiento y de esa conexión en lo profundo con el mundo medieval.



Velázquez además de su talento natural, puede pulir al extremo sus dotes personales gracias al conocimiento de las colecciones reales, al trato personal con los mejores pintores del momento como Rubens y a dos viajes a Italia.




Zurbarán puede extraer intensidad y plasticidad de las figuras y de las cosas, de las primeras tratándolas con fuerza expresiva y el primor realista que corresponde a las segundas, como se ve en sus bodegones, que lo hacen estar a la misma altura que cualquiera de los mejores pintores del XVII.

El manejo que hace de la perspectiva como la manera en la que relaciona las figuras en escenas grupales es torpe, pero hasta esos defectos son vistos como singulares virtudes con el paso del tiempo, al llegar la época contemporánea a la primera vanguardia buscan aplanar la profundidad y anular los sofisticados alardes de perspectiva.


Hércules hijo de Zeus y de Alcmena y que encarna el prototipo semidivino héroe clásico, es celebrado por sus hazañas, en cuya solución sabe combinar fuerza y astucia, como demuestra al superar los doce trabajos que supera Eristeo rey de Tebas, diez de los cuales son pictóricamente glosados por Zurbarán, en el Salón de los Reinos del Palacio del Buen Retiro.

Son dos las razones que llevan a incluir este ciclo mitológico dentro del programa de exaltación de la monarquía española.

En primer lugar, la comparación entre Hércules figura heroica entre el poder y la virtud, y la imagen de Felipe IV.
En segundo la legendaria de este místico campeón con España pues se cree que Hércules ha instituido la monarquía en nuestro país y nombrado su primer monarca a su hijo Hispalus, además de haber separado el Estrecho de Gibraltar y de haber derrotado al gigante africano Anteo.
Entre las 10 de las 12 escenas de los trabajos de Hércules que pinta Zurbarán, destaca Hércules dando muerte al rey Gerión, quien domina la región meridional española guardando su ganado.
En la versión de Zurbarán, Hércules, aparece desnudo y de espaldas mientras a sus pies yace el derrotado Gerión, con un paisaje de fondo en donde aparece un faro que erige el héroe clásico para iluminar la navegación de Gibraltar.
Los desnudos están tomados del natural mientras una luz realza su plasticidad de sus contornos, resueltos de manera muy vigorosa.
Resulta curioso que hasta fechas recientes no se admita la autoría de Zurbarán, al que se le adscribe solo a temática religiosa o a la pintura de bodegones

Calvo Serraller Francisco, Fusi Aizpurua, Juan Pablo, El espejo del tiempo, Editorial Taurus, Madrid 2009
Fotografía Trianart