
Pieza enigmática, porque no se sabe a ciencia cierta, ni como, ni porque, ni el fin, por lo que es normal que arrastre infinidad de conjeturas que arrancan a partir de su propio título.

La primera mención escrita la hace el padre Santos quien la define como la Adoración del nombre de Jesús por los Cielos, la Iglesia militante, el purgatorio y el infierno, una interpretación que precisa más el lacónico título usado hasta entonces cuando el cuadro está colgado en el Panteón de los Reyes, que era el de La gloria del Greco.

Durante el XIX o bien se continúan empleando estos mismos títulos o bien se aventuran otros nuevos, sobre todo a partir del boceto del cuadro que se exhibe en la Galería española de Luis Felipe en Paris y que hoy se conserva en la National Gallery de Londres, títulos como El juicio final, Felipe II adorando el nombre de Jesús en los cielos o El sueño de Felipe II.

1939 Anthony Blunt publica una hipótesis del cuadro que se llama Tener fortuna, al establecer que su tema es una Alegoría de la Liga Santa, ya que entre los personajes arrodillados que circundan a Felipe II cree reconocer al papa Pio VI, al dux Alvise Mocenigo y a Don Juan de Austria.

Aunque hasta el presente no haya sido posible desmentir esa interpretación, tampoco puede ser admitida, pues son demasiados los cabos sueltos que restan para ello.

Hay datos visuales que si son palpables, como el que el protagonista del cuadro es Felipe II, o que es concebido para el monarca sin que medie encargo alguno.

Pero ni esta obra, ni el Martirio de San Mauricio y La legión tebana (1580-1582) con destino al Escorial, cautivan a Felipe II, lo que explica que el pintor termine con su sueño de lograr el favor de la Corte y se refugie en Toledo, donde cuenta con abundantes y poderosos apoyos.
Al margen del cual pueda ser el verdadero tema del cuadro y su interpretación, hay que subrayar su peculiar composición y el efecto que produce en los restantes ámbitos de poder factico y cultural del país, con independencia que fuera o no aceptado por la Corte.

El pensamiento oficial rechaza el cuadro y a su autor, pero se sabe que a la vez el Greco es muy bien acogido en Toledo, si bien es cierto que estos le presionan para que se adapte a sus cánones y convenciones.

No hay que desdeñar como la obra del Greco puede sintonizar con otras corrientes ideológicas españolas de la época, aunque lo que ofrece El Greco al final no logra prosperar.

La muy compleja y ardorosa espiritualidad española de la segunda mitad del XVI, que incluye figuras como San Juan de la Cruz, Fray Luis de León o Santa Teresa, apunta hacia un horizonte que después se puede materializar en unos campos concretos pero no en otros, lo que no significa que no dejen huella.

Lo que muestran las primeras obras del Greco en España es su experiencia en Venecia y Roma, ciudad en la que tiene mentores como Giulio Clovio y Fulvio Orsini, en cuyos círculos se pone al día en cuanto a concepción sofisticada y espiritual del arte sostenido por los manieristas tardíos, a los que el Greco sigue más en teoría que en la práctica.

En cualquier caso la teoría del tardomanierismo no satisface las inquietudes de la Corte española, como se comprueba no solo con el fracaso del Greco, sino de los italianos que vinieron a decorar el Escorial y tampoco son muy apreciados.

En un contexto en el que paulatinamente se va imponiendo una orientación naturalista promovida por la Contrarreforma, las inestables, asimétricas y fantasiosas composiciones del Greco, entonces más seguidor de Tintoretto que de Tiziano resultan extrañas y artificiosas, debiendo el pintor refugiarse en los círculos mas intelectuales del Toledo, donde sus exóticos orígenes, su esmerada formación intelectual, y sobre todo la ardiente espiritualidad son mejor acogidos.

Es allí donde El Greco puede realizar su obra española aunque en un progresivo aislamiento e incomprensión.

Pero a pesar de eso, la obra es vista por otros y deja una huella importantísima en la pintura de nuestro país, hasta el punto de convertirse en uno de los pilares de lo que luego será la Escuela Española.

Calvo Serraller Francisco, Fusi Aizpurua Juan Pablo, El espejo del tiempo, Editorial Taurus, Madrid 2010

Hola Rosa: te sigo, aunque no comente
Los del Greco, me han encantado
Un abrazo
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