
La Casa Malaparte es una vivienda en la que se desconoce la autoría exacta de cada una de sus decisiones proyectuales.
Originalmente de un proyecto de Adalberto Libera, adaptada al solar y modificada a voluntad de su exigente cliente, Curzio Malaparte, gracias al buen hacer del mejor constructor de la isla de Capri, Amitrano.

El resultado es un proyecto bastardo de carácter monumental a caballo entre lo moderno del proyecto original y una construcción mostrenca que se aleja de lo meramente doméstico.

Es una vivienda de líneas modernas que remite a monumentos funerarios y religiosos de culturas anteriores del entorno mediterráneo.

La Casa Malaparte es un proyecto cuya singularidad radica en las decisiones que el cliente, el arquitecto y el constructor toman para modificar el proyecto original, no excesivamente interesante, al adaptarlo a un entorno natural de excepcional dificultad.

La naturaleza obliga al hombre a abandonar su idea racionalista primigenia y negociar con la naturaleza un nuevo proyecto más radical que el original.

Es pues una obra en la que el proceso se diluye el proyecto, y en la que los elementos que otorgan su carácter singular y ubicado en el imaginario colectivo (el acceso, la escalinata, el solárium) son consecuencias de la negociación entre idea y construcción.

El cliente, Curzio Malaparte, es un ejemplo de los intelectuales que pueblan la Europa de entreguerras como adalides trágicos del combate de ideas que desemboca en la Segunda Guerra Mundial.

De origen y espíritu alemán, su trayectoria es una transición entre el fascismo de camisa negra de Mussolini —de quien fue un fanatico partidario, sobre todo durante la década de los veinte, en la que fundó varios periódicos en su apoyo— y el comunismo chino de Mao, a cuyo régimen le es legada esta vivienda tras la muerte del escritor en 1957. Conforme avanzan los años veinte, Malaparte se desengaña del régimen fascista, que comienza a perseguirlo tras la publicación de su libro Técnica del golpe de Estado (1931), una burla hacia Hitler y Mussolini que le supuso cinco años de exilio interior en la isla de Lipari.


Su deriva existencialista se intensifica durante los años cuarenta, al tiempo que alterna la construcción de su villa en Capri con frecuentes estancias a la cárcel de Regina Coeli en Roma, la colaboración con los aliados para la derrota del Eje y la producción de sus mejores trabajos hacia el final de sus días, Kapputt (1944) y La piel (1949), mientras se consuma su conversión al maoísmo.

Adalberto Libera, está en los 30 en el culmen de su carrera profesional, erigiendo edificios públicos de orden racionalista por todo el territorio italiano.
De vocación joven e incansable trabaja al servicio de la cúpula del partido, su obra es un magnífico ejemplo del movimiento moderno italiano y la influencia del por entonces pujante movimiento futurista italiano en las artes.
Proyectos importantes como el Palacio de Congresos o el Palacio de Correos, ambos en Roma, muestran un genio creativo que une el racionalismo de la arquitectura de inspiración fascista con una visión de la arquitectura idealista y de vanguardia.
Actitud que modifica tras la Segunda Guerra Mundial y la derrota del mismo régimen fascista que lo catapulta a la fama.
Pero resulta paradójico, que el proyecto más famoso de Libera sea precisamente la Casa Malaparte, un edificio que apenas refleja la arquitectura de su creador.
De Adolfo Amitrano, el constructor, apenas se conserva información, aunque sabemos que era el mejor constructor de la isla, y que es responsable, junto a su equipo, de algunos de los cambios en el proyecto original.
1938, liberado de su exilio en Lipari, Curzio Malaparte se embarca en la escritura de una serie de relatos en los que, a modo de catarsis, busca dar sentido a la experiencia traumática de casi un lustro en prisión.

Así Una donna come me, Una terra come me, Un cane come me le sigue, el encargo que le hace al arquitecto Adalberto Libera, que busca plasmar en términos espaciales esa búsqueda y autoafirmación del escritor de espíritu quebrado tras su primer cautiverio y con un ego gigante.



El proyecto original de Libera no satisface al escritor italiano, que desde el inicio tiene intención de modificarlo a su conveniencia, eventualidad que se hace obligatoria una vez que los trabajos de construcción comenzaron.




La casa es un paralelepípedo de seis metros de crujía y veintiocho de longitud total que agota el espacio disponible en la punta Masullo, en el extremo suroriental de la isla de Capri, a espaldas de la bahía de Nápoles.

Distribuido en dos plantas, cuenta con 260 metros cuadrados cubiertos y 105 metros cuadrados de terraza de espaldas al mar.

El núcleo de escaleras, ubicado en mitad de la vivienda, actúa como límite entre zonas programáticas —zona de servicios-zona de dormitorios, en planta baja; y salón-terraza, en planta primera—, y permite el acceso a cada una de ellas de forma independiente.

Este proyecto original es de corte racionalista, aunque adolece de interés por el contexto natural.


La elección del lugar no parece ser la más propicia para una intervención como la que Malaparte tiene en mente, ya que la isla de Capri es uno de los lugares más avanzados en términos de protección paisajística, con estrictas normativas (1922 y 1937) destinadas a proteger el paisaje.

Estas normativas obligan a utilizar cubiertas abovedadas y acabados en piedra natural o encalados, quedando las cubiertas planas o la construcción en hormigón o acero, estrictamente prohibidas.


Así, la idea de construir una villa en terreno protegido y cubierta plana se alza entonces como un claro desafío ante una ordenanza municipal de cortas miras que confunde la esencia del ser del lugar con un mero orden estético, sancionando licencias de construcción en base a un entendimiento superficial del carácter vernáculo caprense.



El criterio es un corta y pega de elementos arquitectónicos predefinidos.

Una aproximación al problema de la conservación del paisaje y del patrimonio que constituye un error intelectual que Libera no puede admitir al proyectar la casa, y Malaparte tampoco respeta al construirla.

Al final, solo las conexiones políticas de ambos permiten un atropello a la normativa que permit la edificación de una de las obras más importantes del movimiento moderno en territorio italiano.

Es compleja desde un inicio la relación entre el lugar, el genius loci, y el proyecto, obligando a transformar las limitaciones inherentes a la construcción en este lugar en atributos de proyecto, lo que finalmente acaba por dotarla de su carácter único.

La casa adopta la única orientación posible sobre la punta Masullo, al tiempo que se emplean materiales y técnicas constructivas básicas, propias del entorno.

La arquitectura resultante evidencia un contraste, un combate, entre un proyecto de corte moderno —cubierta plana, separación cerramiento y estructura, etc…— y una obra que remite a un escenario y a una forma concreta de construir.



En la primavera de 1938, durante la primera y única visita de Adalberto Libera al solar, se cursa la solicitud de licencia de construcción de la vivienda, cuyos primeros trabajos de replanteo y acondicionamiento del acceso comienzan en verano.

El objetivo es minimizar el esfuerzo en nivelación —relleno y desmonte— de terreno y así picar la dura roca lo menos posible.

Dado que colocar la casa en el punto más alto del promontorio obligaría a realizar un costoso relleno, se decide adoptar una posición intermedia y aprovechar el desmonte de la coronación del macizo para que sirviese de relleno en la zona de acceso, consiguiendo así una nivelación efectiva.

Los primeros esfuerzos se dedican a la construcción del camino de acceso, necesario para el transporte de materiales, y de la cisterna, que se colocará en el extremo de la punta Masullo, con unas dimensiones similares a la crujía proyectada.

Pero la extrema dureza de la roca obliga a reducir la profundidad de la cisterna.

Así, la modificación de las dimensiones planteadas en origen de la misma (3,5×5,5×2,5= 21,8 m2), que ahora serán (8×3,5×1=42m2) obligará a cambiar la crujía de todo el proyecto, que pasará a tener 9,2 metros (8 metros de crujía interior con dos muros de 0,65m de espesor).

La longitud sigue siendo la máxima permitida por la propia punta Masullo: 28 metros.

La siguiente modificación al proyecto llega una vez excavada la cisterna, por la imposibilidad de picar toda la roca necesaria para liberar la planta baja, como originalmente proyecta.

Es un trabajo sobrehumano, a desarrollar sin ningún tipo de maquinaria.

La solución adoptada es romper con el proyecto original y realizar una traslación y generación de nuevos usos —se elimina la terraza en planta primera y se completa la casa con espacio para invitados almacenes, etc—, cosiendo escalonadamente a la roca de punta Masullo un edificio que va ganando extensión en planta conforme va coronando el promontorio rocoso.

1940-1941, con la planta baja y acceso ya avanzadas, aparece la necesidad de proveer un acceso directo desde el camino de acceso a los niveles superiores de la estructura.

La solución pasa por colocar una escalinata exterior que cosiera diagonalmente desde el exterior los diferentes forjados y que culminará finalmente en una cubierta plana.

Hoy símbolo de la vivienda, esta escalinata exterior tiene por objetivo salvar el desnivel entre el final del sendero y los diferentes niveles de construcción, permitiendo un acceso directo a los trabajadores.

La plasticidad y monumentalidad de su trazado trapezoidal se entiende pues desde la propia accesibilidad de la vivienda y a la inexcusable adaptación a los límites físicos del solar escarpado entre dos precipicios sobre el que la vivienda se asienta y no obedece, como aparentemente defiende Malaparte, a una voluntad de imitación de la escalinata de acceso a Santa María de la Annunziata de Lipari.

El resultado final es una vivienda desarrollada en tres plantas, en vez de las dos planteadas originalmente.

La planta baja cuenta con una planta de cocina y servicios, además de cisterna y acceso; la planta primera alberga un comedor y las habitaciones para huéspedes y la planta segunda, que se desarrolla en toda la extensión de la planta, alberga el salón, la habitación de Malaparte y su estudio personal.

La casa, concebida originalmente como una vivienda regular de dos alturas no colmatadas, adopta al final el aspecto de una caja regular completa que agota el espacio en planta y adapta su espacio interior de manera escalonada a la dura roca de la punta Masullo.

Cuatro años de trabajos (1938-1942) se resisten a ser analizados desde una perspectiva al uso, ya que no existe un estilo definido en su arquitectura, ni son evidentes las intenciones proyectuales originales del arquitecto en el producto final.

El resultado es una pieza de arquitectura singular que, como todas las obras de arte, se resiste a ser clasificada y cuya comprensión global está supeditada a una siempre heterogénea conexión de retazos conceptuales.

https://www.cosasdearquitectos.com/2014/04/casa-malaparte-un-simbolo-para-la-arquitectura/
https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_Malaparte