
Mientras en los 80 Polonia sufre imposición de la ley marcial, la República Democrática Alemana administra la escasez y los rumanos pasan hambre bajo Ceausescu, en Europa Occidental y en Norteamérica se impone una eufórica cultura de fiesta.
Cada vez que se registra un aniversario histórico, se celebra sonoramente.
Desde mediado de los 80 se elige una capital europea como capital cultural del continente.
Si festiva y desbordante es la arquitectura de Charles Moore o de Michael Graves a finales de los 70, la década de los 80 se presenta rumbosa.
Globalmente hay prosperidad, con índices de empleo satisfactorios y con un consumo ilimitado.
En occidente da la impresión de que el verdadero problema social consiste en la organización de un tiempo libre cada vez mayor.
Se desvanece con gran rapidez el brillo de la posmodernidad, pero la tendencia a erigir costosísimos bancos y rascacielos administrativos no solo persiste en las economías florecientes regiones del sureste asiático desde Bankok a Yakarta sino que se mantiene también en el viejo mundo, desde Paris a Chicago pasando por Francfort.
Y aun cuando la posmodernidad sobrevive, no dejan de aparecer nuevos campos de tensión en la arquitectura, se quiebra la supremacía de la modernidad clásica y el horizonte se abre a otras concepciones de la arquitectura.
Ningún otro género arquitectónico refleja con tanta claridad la irrupción de la arquitectura festiva de los 80 como los museos de nueva creación en los países y ciudades.
A inicios del XIX los museos se consolidan en Europa como templos de educación burguesa y todavía en la arquitectura del XIX tienen una importancia capital como centros de transmisión del arte y de formación, pero también de lugares donde se puede disfrutar del placer estético.
Mientras las obras de Van Gogh, de los impresionistas o Picasso se disparan, en los nuevos templos del arte se desarrolla una cultura de las exposiciones hasta entonces desconocida.
Miles de visitantes se sienten atraídos en todo el mundo por grandes exposiciones.
El arte es lo más a través de catálogos, carteles y tarjetas postales, representan un lucrativo negocio para los museos.
También los arquitectos advierten que los museos no deben ser una envoltura representativa, pero en última instancia vacía, de las piezas de arte.
Los mismos proyectos de los museos terminan convirtiéndose en piezas de arte y reflejan tanto las exigencias artísticas de la arquitectura como la de sus propietarios.
Así ocurre en el Guggenheim Museum de Frank Lloyd Wright de los 50, en el Pompidou de Rogers y Piano de los 70.


La aparición de ambos museos determinan la aparición de una arquitectura esplendida que continua atrayendo a infinidad de visitantes.
Viendo las edificaciones norteamericanas se aprecian los dos polos entre los que oscila la arquitectura museística de finales de los 70
Por un lado están las obras de ampliación de la National Gallery of Arts de Washington D.C que Leoh Ming Pei realiza hasta 1978.




Su insólita forma trapezoidal ensamblados a los que da lugar el solar de que se dispone, unida al revestimiento plano con placas de mármol, confiere a la edificación un revestimiento clásico sorprendente e intemporal.




Por otro lado el Getty Museum de Malibu, California, es uno de los primeros ejemplos en los que una concepción posmoderna se impone en el tema arquitectónico de un museo.


En realidad el museo es Villa dei Papiri, una copia a miles de kilómetros de distancia de la antigua Villa Papiri de Herculano.




Pero en los museos no solo se usan copias de edificios perdidos sino edificios históricos.



Con el descubrimiento del singular encanto de los edificios industriales y de los destinados al tráfico, la construcción de museos se encuentra con un campo nuevo.

El ejemplo más conocido de reconversión de un antiguo edificio es el museo parisino de Quai de Orsay de Gae Auleti e Italo Rota, que desde 1986 guarda las mejores colecciones de pintura impresionista francesa.





En Francfort en los 80 se construye toda una milla de museos a lo largo del Meno.


El Museum fur Kunsthandwerk que Richard Meier erige entre el 1979-1985 con la característica y purista configuración blanca de su fachada y el Deutsches Architektur Museum, de Owald Mathias Ungers de 1979-1984 son dos de los ejemplos de arquitectura moderna de museos que se concentran en un espacio reducido.







El Stadtisches Museum Abteiberg de Monchenglabach, proyectado y realizado por Hans Hollein entre el 1972-1982, muestra la ambiciosa pretensión de algunos arquitectos de museos de crear una obra de arte arquitectónica pueda entrar en colisión con los deseos de los artistas.

El edificio de Hollein es el preludio de la singular euforia museística que a los años siguientes se apodera de Alemania.

En lugar de un edificio único crea un paisaje museístico formado por varios elementos de edificación, orgánicamente unidos entre sí.

Este recurso da lugar a un escenario múltiple en el que junto a las obras de la colección propia de la ciudad, tienen cabida exposiciones rotativas, bibliotecas y salas de actos y conferencias.

Hollein sabe asignar a las diversas funciones espacios propios, reconocibles como unidades arquitectónicas en terrazas independientes en el paisaje museístico.

En correspondencia con los diversos aprovechamientos de las diferentes secciones del museo se da una utilización variable de los materiales de construcción, que se traduce en una relación jerárquica por los materiales más caros o menos.

Su construcción en plena posmodernidad explica que un vulgar vestíbulo adquiera el titulo de templo de acceso…

Y Posmodernidad es el termino que viene a la cabeza cuando se visita la Neue Wurttembergische Staatgalerie, de James Stirling y Michael Wilford (1977-1984).




Pero aunque la rotonda central de la galería recuerda a la de Altes Museum de Berlin de Karl Friedich Schinkel, inspirada en el Panteón romano, el complejo museístico de Stuttgart de Stirling y Wilford es mucho más que una colección de recortes de época.

Aunque en el Museo Hollein tiene cierta dureza, el proyecto de Stirling y Wilford el aspecto lúdico está presente.



Los cálidos tonos pardos del revestimiento de piedra de la fachada contrastan con los elementos metálicos del alero y de la entrada, de color chillón, cuyas formas redondas y agitadas contrastan con la solidez de la piedra.

Estos elementos de construcción recuerdan a Stirling en el brutalismo inglés.

No solo es Alemania donde los edificios de los museos son proyectos arquitectónicos ambiciosos.
Entre las obras más discutidas en los 80 está el Louvre.


Tienen que derribar un ala del antiguo palacio utilizado por la administración de Hacienda para poder reemprender una reorganización radical y habilitar espacios subterráneos donde exponer las colecciones.





En el patio una pirámide de vidrio del arquitecto neoyorquino Ieoh Ming Pei, por su forma recuerda modelos del antiguo Egipto.


La solución acristalada supone un contrapunto a la solidez barroca del Louvre.


