
Contrario a las apariencias, no es un conjunto de bandas ralladas.

Estas son solamente el útil destinado a mostrar lo que hay entre ellas, el muro por ejemplo que siempre forma parte integrante de la pieza final. Intento romper con la tradición cultural que nos acostumbra a ver en una obra solamente lo que representa.Hace falta ver que el tema no es el objeto en si mismo, sino un útil visual que desvía la mirada en beneficio de otra cosa

1967-1969 Daniel Buren realiza intervenciones en París, cubriendo con papel rallado cuantos paneles publicitarios se encuentra a su paso.

Esos paneles, elegidos al azar y no en función del tipo de imagen que muestran, son ocultados total o parcialmente, es decir utilizando el papel rallado para tapar por completo la imagen exhibida o para tapar parte de ella.

Pegar estos papeles tiene que ser rápido para evitar la presencia policial, y durante la acción recibe la ayuda de amigos, lo que facilita la celeridad del acto.

1969 aprovechando su participación en la muestra de verano de Seth Seigelaub, trabaja cada semana y durante un plazo de tres meses, sobre un gran panel publicitario que es recubierto en su totalidad por papel rayado.


Cuando le preguntan sobre los motivos que le llevan a este tipo de actividades clandestinas, Buren dice que el principio de todo es una razón de tipo personal.


En esta época no tiene taller para trabajar, nadie se interesa por su obra, ningún museo ni galería, por lo tanto haga lo que haga es un desconocido.


Pero una mirada a su discurso permite otra interpretación, porque dos de sus pilares, dos de sus constantes, son nettoyage (limpieza) y brouillage (interferencia).

Los propósitos que encierra nettoyage, se muestran, en todos los affichages que ocultan completamente la imagen publicitaria pegada en los paneles y pretende poner de manifiesto el grado de contaminación visual que genera la publicidad urbana.

Frente al exceso estético y significativo que conlleva, Buren propone una ecología de la imagen, que se basa por el contrario en la capacidad del outil visuel para mediante el carácter anónimo, literal y estéticamente débil, neutralizar el poderoso discurso positivo mercantilista que distingue a los sistemas de visualización publicitarios.

Lo verdaderamente impactante de esta ecovisualidad, es que frente al consumismo que fomenta la contaminación visual, los affichages proponen una imagen que no es vehículo para la transmisión de ningún mensaje y que por lo tanto no incita a nada más que a su visión.

Sus bandas alternadas son neutrales en oposición a la estética de la sociedad de consumo, magnificado por los artistas pop.

Sus bandas alternadas son neutrales en oposición a la estética de la sociedad de consumo, magnificado por los artistas pop.

Buren rechaza esa alianza del arte con la sociedad mercantil.

Su acción es una forma de vacío, de no decir, cuya subversión es que la enunciación no lleva ningún enunciado.

Hay una limpieza de la imagen corrosiva, de la interferencia.

Buren solo quiere manchar la imagen publicitaria que llega un momento que contamina la imagosferea urbana.

Por lo tanto con su acción cuestiona la unidad del sistema de comunicación mercantilista.

No hay lógica en la elección de una imagen u otra, todo es aleatorio.

Aunque pueda haber quien entienda las maculas visuales como un medio de alterar críticamente el significado de las imágenes publicitarias, lo que Buren pretende, no es generar una alternativa de índole significativa, sino solo crear un vacío de significado que elimine cualquier vía visual utilizado por el mercantilismo para propagarse y contaminar la imagosfera contemporánea.

De ahí que la intervención del azar como procedimiento más idóneo para evitar la intervención significativa de las imágenes resulte además de comprensible, completamente indispensable.

La obra de Buren se comporta como si de un parásito se tratara mediante una estética de desvío.

Lo que comprende es que las potencialidades del discurso del nuevo arte provienen del aprovechamiento máximo de su debilidad e interdependencia, de su capacidad para desviar y ser solo un no lugar de tránsito en la mirada.

La debilidad estética sobre la que se funda el comportamiento parasitario del arte se concreta en estrategias creativas de desvío, orientadas a rebotar la mirada hacia otros objetos o realidades por el mismo ejercicio de equivalencias.

Las bandas no tienen capacidad de legitimarse por lo que el trabajo artístico, los flujos de significación caen en un proceso de desmaterialización del objeto artístico, que pone en crisis el sentido tradicional de obra.

Este arte parasitario lo que hace es sustituir el concepto de la obra por el de la gestión de significados.

Buren pone de manifiesto la articulación del arte, como medio encargado de la administración del tejido socio-político-cultural.
