
Sevilla, 6 de junio de 1599, Madrid 6 de agosto de 1660.

Vive 61 años que en esa época es vivir mucho, pero tarda en ocupar el puesto de privilegio que hoy se le concede universalmente en la historia del arte.

La causa de ese reconocimiento critico se debe al aislamiento del pintor en la corte de Felipe IV, a cuyo servicio ingresa en 1623 y en el cual permanece durante 37 años hasta su fallecimiento, pero también al progresivo aislamiento del país, que inicia en estos momentos su declive, y al aislamiento de su obra, que conservada en las infranqueables estancias palaciegas, no puede ser contemplada por nadie hasta la apertura al público del Museo del Prado inaugurado en 1819.

Superada esta contrariedad, no hay aprecio por su obra pues lo que viene son viajeros de gustos románticos que busca el exacerbado naturalismo y la exaltada religiosidad, dos cualidades que no son características de Velazquez.

Hasta la segunda mitad del siglo XIX, hasta 1860-1880 que son el desarrollo y triunfo del naturalismo impresionista en Francia, no se puede hablar de auténtica estima internacional por la obra del maestro sevillano al que descubre Manet con motivo de su viaje a España en 1865, quedando tan impresionado que lo eleva a la categoría de pintor de pintores.

La suerte artística de Velázquez queda fijada, de hecho hoy es en la historia del arte como Cervantes en la historia de la literatura, no solo el máximo exponente del genio artístico español sino el más refinado y complejo prototipo de la cultura visual del Barroco y en general de toda la época moderna.



Dotado de gran capacidad para asimilar lo mejor de la tradición artística, que puede estudiar con detalle gracias a la visión de pictórica de la excepcional colección de los reyes de España, así como las novedades mas interesantes que se producen en su época, a las que puede acceder gracias a su infancia y juventud sevillana, pues por allí llegan a España buena parte de la pintura europea de entonces, pero de las que después se sigue informando gracias a sus viajes a Italia, Velázquez es un compendio de los rasgos artísticos mas sobresalientes del siglo XVII, a los que además aporta su sello personal.



Se considera a Las Meninas pintadas al final de su vida y en plena madurez de su arte, como la obra maestra mas importante del siglo XVII, obra que se conserva en el Prado, donde se exhiben también 50 obras, una gran cantidad ya que no fue un artista que se prodigara mucho tanto por su carácter flemático como por los múltiples esfuerzos por cumplir con las múltiples tareas que desempeña en su carrera cortesana.

Esta se inicia con su nombramiento en 1623 como pintor de cámara y concluye con la de aposentador mayor de palacio, no sin antes haber ocupado la de ujier, alguacil de corte, ayuda de guardarropía, ayuda de cámara y superintendente de las obras reales.
Si esta dedicación de tareas cortesanas lo aleja de la pintura también es verdad que le proporciona la holgura material suficiente y una envidiable independencia para pintar cuanto quiere.
Esa libertad de acción artística la transmiten muchos de sus cuadros.
Pasa infancia, adolescencia y juventud en Sevilla, donde desarrolla un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio.


A los 24 años se muda a Madrid, donde es nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro años después es ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte.

Su labor consiste en pintar retratos del rey y su familia, así como otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales.





Su presencia en la corte le permite estudiar la colección real de pintura que, junto con las enseñanzas de su primer viaje a Italia, donde conoce tanto la pintura antigua como la que se hace en su tiempo, influyen en un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas.






En su madurez, a partir de 1631, pinta obras como La Rendición de Breda.


En su última década tiene un estilo más esquemático y abocetado, alcanzando un dominio extraordinario de la luz.

Se inicia con el Retrato del Papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia, y a él pertenecen sus dos últimas obras Las Meninas y Las Hilanderas.



Su catálogo consta de unas 120 o 130 obras.
La fábula de Aracne 1658

La composición se organiza en planos de luz y sombra muy contrastados. Es en este cuadro donde alcanza mayor dominio de la luz.

La mayoría de las figuras están difuminadas, definidas con toques rápidos que provocan borrosidad.

Después de pintarlo Velázquez, se añaden cuatro bandas, al superior se le aumenta unos 50 cm, sobre 22 cm el lateral derecho, 21 el izquierdo y unos 10 cm el lado inferior, quedando al final con 222 cm de altura y 293 de anchura.

Está ejecutado de forma suelta y rápida sobre un fondo anaranjado empleando mezclas muy fluidas

Introduce en la composición muchos cambios, uno de los más significativos es la mujer de la izquierda que aparta la cortina, que al principio no figura en el cuadro.

El cuadro llega en malas condiciones de conservación, atenuadas mediante una restauración en la década de 1980.

Para los estudiosos, es la obra donde el color es más luminoso y donde alcanza el mayor dominio de la luz.

El contraste entre la luminosidad del fondo y el claroscuro de la estancia en primer plano es muy acusado.

Hay otro gran contraste en el primer término entre la luminosa figura de Aracne y las figuras en sombra de la diosa Minerva y demás tejedoras

Pintada hacia 1657 es considerada junto a Las Meninas una de las obras maestras del periodo final.

En el cuadro representa el mito de Aracne, una extraordinaria tejedora, que Ovidio describe en Las Metamorfosis.

La mortal desafía a la diosa Minerva para demostrar que teje como una diosa.

El resultado es un empate y se concluye que el tapiz de Aracne es de igual calidad que el de la diosa.

Hay que recordar que Minerva es diosa de la sabiduría, de las artes y la artesanía, pero también de las técnicas de la guerra.

El titulo de La Hilanderas por el que se le conoce, tiene que ver con las mujeres que hilan en el primer plano del cuadro, cual si fueran obreras trabajando en la fabrica de tapices de Santa Isabel de Madrid.

Utiliza el recurso barroco de insertar un cuadro dentro del cuadro, desde su juventud, invirtiendo el orden de importancia de la historia, es decir poniendo lo trivial delante y lo fundamental detrás, hace aquí lo propio.

En el segundo plano al fondo, es donde se nos da la clave del cuadro, a través de la historia mitológica antes mencionada.



La escena tiene como fondo un tapiz que reproduce la obra de Tiziano El rapto de Europa, que Velazquez conoce perfectamente por pertenecer a las colecciones reales españolas que además ha sido copiado por Rubens en su segunda estancia en España, en la que mantiene una estrecha relación con Velázquez.



Todo este complejo juego de relaciones entre obras y artista dentro del cuadro, habla de la existencia de un trasfondo teórico en esta pintura que va más allá de la mera representación de la historia mitológica.



Se discute mucho sobre el significado del cuadro, que parece ser una declaración de la superioridad del arte como invención sobre la mera habilidad manual.

Es un encargo de Pedro de Arce, que pertenecía a la corte.
En primer término se ven a la diosa y a Aracne tejiendo sus respectivos tapices.



En el fondo se representa el momento posterior, colgados en las paredes los tapices terminados, en que se declaran de calidad equivalentes.

El motivo representado en el tapiz, como homenaje a sus maestros Tiziano, autor del cuadro, y Rubens, que pinta la copia que se conserva en el palacio real.

