Al fanático subjetivismo del Expresionismo Abstracto le continua un fanático objetivismo impersonal y normativo.
En mitad de la década de los 50 el éxito del Expresionismo Abstracto norteamericano es una evidencia, aunque en un alarde de romanticismo sus integrantes no teman agotar la vida en ara de la obra, estén muertos trágicamente, bien suicidándose de hecho o casi, como Gorky, Pollock o Rotko, lo que aumenta más el carisma de los personajes e incrementa el valor de su obra.



Llamo la atención sobre este punto, porque por primera vez hay un fenómeno desconocido hasta entonces extraño dentro del concepto vanguardia o muy raro y es el consumo de masas de un fenómeno minoritario como es la vanguardia y el que sus protagonistas sean considerados estrellas mediáticas del mundo de la cultura.




Esta asimilación o institucionalización de la vanguardia genera crisis porque va contra su esencia misma y genera ansiedad personal en los artistas de naturaleza destructiva.





Por otro lado la novedosa situación de proyección social de la vanguardia también acelera con rapidez su contestación interna, generándose formas alternativas.






Recién fallecido Pollock en 1956 con 44 años, ya emergen diferentes respuestas alternativas artísticas al recién encumbrado Expresionismo Abstracto que él organiza.


Con independencia de esta especifica situación en el poderosísimo mercado artístico norteamericano de vanguardia, en todo el mundo occidental hay una reacción antiexpresionista, que no se debe ver solo como un cambio de sensibilidad y que se extiende en las dos décadas venideras a través de grupos y formas artísticas distintas.


La esencia de esta reacción puede sintetizarse a través de un distanciamiento de la temperatura creativa del artista como dice Calvo Serraller, lo que implica que no solo desdeña por completo la dimensión subjetiva y emocional en la manera de trabajar, sino que trata de neutralizar la huella física de la mano.




Es decir que no pinta directamente o que lo hace de una manera que podría hacerlo cualquiera en el proceso.



En segundo lugar, dando a la pieza una estructura y apariencia neutra, objetiva, aséptica y distante.


Ósea que lo que ahora importa no es la acción de pintar, sino la materialización a través de variadas formas, de una idea, adquiriendo esta todo el valor artístico, como aportación conceptual, sobre la forma física de su elaboración.


Dentro de todo este maremágnum de respuesta antiexpresionista, destacan dos vías.

Una de ellas va del neodadaismo hasta el Pop y sus derivados, incluyendo fragmentos de la realidad cotidiana del cuadro, como se empieza a hacer en los primeros collages del Cubismo sintético, aunque son dadaístas y surrealistas los que afianzan la práctica hasta legar el último eslabón al Pop a tomar la imagen de los medios icónicos de masas.



La otra respuesta va de la llamada abstracción pospictórica que anula toda huella física y sicológica del pintor en el cuadro, hasta el arte mínimal y conceptual


