La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto estimulan un periodo de incertidumbre y estupor artístico y se aborda una creación desgarradas en las que el goce estético tal y como antes se entendía quedaba fuera de lugar.
Tanto el Expresionismo Abstracto como el Informalismo abstracto emergen de la misma sensibilidad común dramática procedente del golpe moral que la guerra supone.
Nueva York, sustituye a París como entorno privilegiado de las novedades artísticas que se hacen desde 1945, dada la generalizada persecución de la creatividad experimental en los estados totalitarios europeos y a que muchos artistas europeos se establecen allí, como Mondrian, Chagall o Max Ernst.
Antes del nacimiento del Expresionismo Abstracto, en EEUU se llevan a la práctica factores que favorecen al arte como el Federal Art Project (ayudas del Gobierno a artistas entre 1939 y 1943 a través de su contratación para encargos públicos), la presencia de muralistas mexicanos en el país trabajando en encargos de gran escala y también la de surrealistas que apelan con sus obras al subconsciente, el nuevo arte da también gran valor a la subjetividad y defensa de la libertad individual).
A ello hay que sumar la sensibilidad común de la época -tanto para artistas, la sociedad americana o los emigrantes- de estar comenzando una nueva era.
El Expresionismo Abstracto supone el triunfo de la pintura americana entonces y es la marca USA en los inicios de la Guerra Fría.
Los expresionistas abstractos admiran el mito del pionero y sus implicaciones de austeridad, estoicismo, soledad, dureza y sobre todo el valor que dan al proceso, no en vanos son los inventores del arte procesual.
Su obra es heterogénea, no tienen un único estilo, reivindican la individualidad y el carácter expresivo del arte y, al igual que en el caso del Informalismo, este movimiento cohesiona redenciones personales, más que colectivas, en torno al signo gráfico (trazo o mancha) y a la materia.
Destaca la materialidad del cuadro, aparcando cualquier rasgo de ficción, tanto en perspectiva como en cuanto a composición, que se salga del propio trazo o materia.
Los expresionistas defienden por tanto, el principio de la materialidad y la sola pintura y apuestan por el artista que se proyecta a través del plano pictórico, el gesto y la acción física.
Entienden la pintura como producto de una experiencia dramática en la que el artista, desalentado por un entorno perturbador e inspirado quizá por el entonces Existencialismo, se cobija en su interior y desdeña referencias externas.
Rechazan las formas para incorporar manchas, arenas, goteos… haciendo del proceso un rito sustancial y la pintura en lugar durante ese proceso en huella o documento del mismo.
Destacan dos vias en el Expresionismo Abstracto, el Action Painting, enérgico y gestual, que ejecutan Pollock, Kline y De Kooning, y el Colour Field Painting, más abstracta, reposada y mística en la que Rothko es su representante.
En un inicio Pollock es un sobrio semiexpresionista evocador del El Greco, después le influyen el arte de los indios, la expresividad de la escala de los muralistas mexicanos, el surrealismo, la caligrafía oriental y Picasso.
En 1948 expone por vez primera sus pinturas realizadas con dripping, un goteo que se realiza moviéndose en torno al lienzo, dispuesto en el suelo.
Relaciona ese proceso con el rito por el que los indios pintan con arena en el suelo y se dejó llevar por una especie de automatismo vinculado al surrealismo.
Su proceso pictórico es emocional, violento, destructivo, con violencia.
Su obra de final de los 40 e inicios de los 50 poseen sentido rítmico, pese al deseo de Pollock de dar primacía al azar, no busca atacar los principios del arte sino entablar otra vía de acercamiento, de intimidad con la pintura.
Rothko también cubre superficies llenas de color con dos manchas principales.
Ningún color parece único, pues a través de veladuras se perciben otras posibilidades cromáticas.
La producción de Rothko destaca por su mística simplicidad y sutileza, características que muchos vinculan con la búsqueda de una búsqueda de lo sobrenatural.
También se han interpretado estos trabajos como paisajes, y Rosenblum los vincula con la noción de lo sublime en una etapa en la que lo religioso está en un segundo plano y el anhelo de lo sobrenatural es una sensibilidad común en arte.
Debido a que Europa ha sufrido en sus carnes el conflicto bélico, se percibe -aún con mayor intensidad que en Estados Unidos- la dificultad de proseguir el camino cultural interrumpido de la vanguardia, desvirtuado por la guerra.
A pesar de que París pierde su capitalidad internacional, allí trabajan Picasso, Miró, Braque o Matisse, que detentan poder sobre las nuevas generaciones.
La inviabilidad una vía formalista de ideología definida y el Existencialismo que emerge, se convierte en refugio de los artistas europeos, una subjetividad individual de renuncia a lo que no fuera expresión de subjetividad.
Los informalistas, desencantados de utopías colectivas o ciencias positivas, apuestan por lo subjetivo, irracional e inmediato, que defienden como único camino y como vínculo con uno mismo y con el entorno, del que interesa lo más humilde y hasta entonces despreciable.
Hay cinco diferencias fundamentales entre Norteamérica y Europa, entre el Expresionismo Abstracto y el Informalismo:
– La primera la marca el contexto. Estados Unidos, nueva potencia económica, inicia también en lo cultural una nueva era de liderazgo desde una renovada conciencia nacional. La cultura de una Europa devastada habla de duelo.
– La escala de las obras de los expresionistas abstractos es gigantesca, la de los informalistas, íntima y reducida.
– En Estados Unidos se da mayor importancia a la pincelada gestual, en Europa, a la materia y lo estático.
– El arte estadounidense es más conocedor de su impacto social, el Informalismo es más intimista, poético y concentrado.
– Los informalistas no mantienen vínculos personales que sí establecen los creadores norteamericanos, ni consiguen el apoyo de mercado de aquellos hasta más tarde.
Pero también hay similitudes, pues ambos movimientos surgen del mismo sentimiento traumático derivado del golpe moral que supone la guerra y los totalitarismos, que tanto en Europa como en EE.UU supone la exaltación de lo subjetivo e individual como refugio.
Los artistas comparten dilemas y contradicciones, se debaten entre la improvisación y la búsqueda de fórmulas, la abstracción y la representación.
Dentro de ambos grupos hay personalidades diferenciadas más que de estilos únicos, en la línea de esa idea citada de arte como expresión de lo individual.
Entre los informalistas destacan Dubuffet, Burri y Tapies.
Dubuffet trabaja la pintura como acto psíquico pues, como el Expresionismo Abstracto, el Informalismo hereda de los surrealistas su interés por el inconsciente y la técnica del automatismo, gesto pictórico rápido sin concesiones a la intervención de la razón que se proyecta sobre el lienzo en signos o caligrafías de apariencia salvaje o violenta.
Propone como discurso una belleza otra, la basada en texturas, materias, signos y gestos, la de la piel del cuadro concebida como piel del mundo.
Le interesa el arte infantil, el de los perturbados, las pintadas callejeras o las manchas y marcas de paredes y aceras, y explora las posibilidades estéticas de los materiales y superficies que emergen como soportes durante la posguerra.
Obsesionado con lo anticultural, intenta escapar de las barreras del buen gusto y confecciona esculturas con escoria, metal y cartón-piedra o cuadros con hojas y alas de mariposa. Sus obras destacan por su tosquedad y complejidad.
Burri emplea arpillera y trapos viejos, plástico quemado y fundido y hojas de estaño e incorpora alusiones existencialistas a la angustia metafísica. Se inicia en la pintura antes del fin de la guerra, en 1944, y expone por primera vez en 1947.
Tàpies, por su parte, con la influencia de pintores de la materia franceses como Fautrier, llama la atención por sus composiciones cuidadosamente organizadas y por la plasmación de una naturaleza serena frente a la inquieta abstracción gestual.
Ordena los planos en pasajes expansivos a veces vacíos y recurre a formas simples de estructura ordenada.
La tensión de sus obras procede del contraste entre los espacios de nuevo vacíos y silenciosos y los dotados de forma, en suma, entre azar y orden, protuberancias y depresiones.
A veces agrega inscripciones misteriosas que remiten a pictogramas asirios o egipcios; otras veces muestra paisajes primigenios no metafísicos sino telúricos.
Habitualmente oscuras o pardas, sus pinturas parecen aparentemente monocromas, pero en realidad las atraviesa una sutil gama cromática. Se han interpretado a veces como contraimágenes a la euforia por la alta tecnología.
Similar a Fautrier y Dubuffet en un principio, Antoni Tàpies usa yeso, arcilla, arena o cemento y, sin meter figuración, introduce presencia humana mediante trazos manuales