


El trauma bélico de la I Guerra Mundial tiene gran repercusión y una mortalidad descomunal, desconocida antes, además de crear una gran frustración que afecta incluso a las potencias vencedoras.


Hay infinidad de bajas en jóvenes de grandísimo talento en ambos bandos.

Pero tampoco los supervivientes se salvan de la catástrofe moral ya que son apartados de sus ocupaciones, se ven obligados a dispersarse y salvo los que eligen el exilio en zonas neutrales, tienen que vivir en directo el horror de la guerra.

Cae también esa fe de futuro de la Modernidad de inicios del siglo XX, toda la euforia de descubrimientos y conquistas que se suceden en el terreno artístico durante los tres primeros lustros del siglo, y que en realidad refleja la nueva fe en el progreso.

A partir de 1915, los genuinos padres fundadores de la vanguardia, Picasso, Braque, Matisse, Derain, empiezan a dar señales de agotamiento experimentador y poco a poco se orientan a un retorno al orden o nuevo clasicismo.

Picasso vuelve sobre un depurado dibujo lineal que se denomina ingresco y poco después a inicio de los veinte, pinta figuras de porte clásico en atmosfera mediterránea.


Braque con su serie Canéforas rinde homenaje a las cariátides y Matisse se instala definitivamente en Niza, donde tiempo después pinta hermosos y serenos interiores con odaliscas, percibiéndose desde la ventana la luz del medio día.

















Por otro lado los seguidores del Cubismo se vuelven académicos y los furiosos futuristas se transforman en pintores metafísicos con escenas de onirismo intemporal e imágenes impregnadas de elementos clásicos.
No se puede ser critico con esa vuelta al orden, pues después de todo lo vivido la mayoría lo que quiere es evasión, así lo dice un joven Braque que participa en la guerra y desempeña un papel principal en la creación del Surrealismo.
Este sentido escapista da igual la forma y el medio es lo que impregna esta época, en estos últimos hay que contar a los dadaístas y sus sucesores los surrealistas, que son los protagonistas de la vanguardia de entreguerras.
























Pero el asunto no termina aquí, a finales de los 20 hay una crisis económica terrible que oscurece el panorama mundial y potencia el radicalismo político.



A los locos años 20 le suceden los hoscos años 30, donde se percibe que todas las cuentas están pendientes aunque ahora alimentadas con mayor rencor y una todavía mayor capacidad destructiva.

Así se consolida el tiempo de los grandes totalitarismos, la Italia fascista, la Alemania Nazi, la Unión Soviética de Stalin.



En este contexto ya solo se trata de la censura política que estos regímenes totalitarios ejercen a conciencia contra el arte de vanguardia y en defensa de un arte populista, de factura académica y mensaje político manipulador, ante la amenaza creciente de la propia autocritica de los sectores vanguardistas que enfrentan un realismo critico al realismo convencional y académico del arte de propaganda oficial.
La experimentación vanguardista pura, la de carácter formalista, esta fuera de lugar y de hecho no puede sobrevivir, bien a través de algún grupo residual como el de Abstracción-Creación, que aglutina a los supervivientes del arte normativo, aunque también reflejándose en sus obras el estilo de dureza del momento.
La Guerra Civil española sirve como toque final ante la catástrofe irremisible que se avecina y como si se tratara de una imagen profética del Apocalipsis pinta Picasso El Guernica en 1937, monumental exvoto de clamor de protesta por la masacre de la población civil y alegoría moral, en el sentido más amplio, de los millones de víctimas inocentes que pronto habrían de sucumbir ante la barbarie.





