Vivo a escasos 4 kilómetros de la ciudad, pero cada día me sorprendo con los paisajes que descubro, la mayoría cortijadas abandonadas con los aljibes intactos.
Ultimamente recorro una garganta de un rio seco, una rambla, de un rio que conoció épocas mejores y que muy posiblemente trascurre subterráneo para desembocar en el mar.
Somos la provincia con más cotas del país y las carreteras mal altas de Europa y hay nieves perpetuas, un potencial de agua increíble, que cuando baja de la montaña al desierto se cuela entre las hendiduras y termina en el mar como un jacuzzi improvisado.
Un buen proyecto de ingeniería bastaría para que todo ese potencial beneficiara la pujante agricultura de invernaderos que va a Europa, en su mayoría productos orgánicos.
Todas esas ideas se me agolpan en la cabeza cuando ando kilómetros, cada día unos pocos más, recorriendo trechos angostos y en ocasiones amplios.
Leo la mano del hombre en los cortes de mas de una montaña, también leo el mar que no hace tanto entraba más en la tierra.
Pero los paisajes son tan intactos que me emocionan.
Lo único que me inquieta a veces es el lenguaje corporal de mis perros que siempre me preceden bastantes metros y de repente fijan la mirada en un punto, y se colocan detrás mía temerosos.
Me gustaría que hablaran.
Supongo que huelen algún macho alfa jabalí o un grupo de hembras con rayones, el caso es que me utilizan de escudo. Temo que mi podenco los pueda enfadar.
Le profeso gran simpatía a los jabalíes, me parecen nobles e inteligentes.
Me inquietan mas los perros silvestres.
Como cada año, en Navidad se regalan cachorros de raza que cuando crecen dejan de ser esos peluches de juguete que tanto cautivaron para ser una obligación más diaria, con lo que sus dueños lo abandonan aquí en medio de la nada y vuelven a ser lobos.
Trabajan en grupo, el grande derriba, el fuerte degüella etc y si el perro que se abandona es pequeño, se lo comen.
Estos perros que han sufrido de cerca la crueldad del hombre nada quieren con ellos, pero cuando el hambre aprieta se acercan a las basuras.
Suelen comer bebes o ancianos de las cabras salvajes que hay muchas o de los jabalíes.
Cuando se lo comenté a mi veterinario, me dijo que solo cazan para comer y generan equilibrio en la capa trófica.
Pero ayer me encontré la cabeza de un bebe de jabalí que no tendría ni un mes, y hace dos días me encontré la mandíbula de un jabalí joven.
Vengo de arte, y me parecen un diseño increíble porque tienen la resistencia del hierro y el peso del zinc, pero esas muertes tan violentas me conmovieron, porque el paisaje es idílico.
No descarto continuar el curso de esta improvisada y hermosa garganta y hacer unas acuarelas antes de que el calor apriete.