
Darío el Grande amplia las fronteras del Imperio persa por el este hasta el Indo y por el oeste hasta Tracia y Macedonia. Pero la inesperada caída ante los griegos es lo que queda para la historia
A Darío el Grande (550-487 a. C.) se le considera un gran gestor, un gran gobernante, más que un gran conquistador. No es el fundador de un imperio, sino el heredero de uno construido por Ciro II y su hijo Cambises II, los primeros grandes reyes de la dinastía aqueménida. La magnitud de sus dominios es titánica, como la tarea de administrarlos y mantenerlos bajo control, algo en lo que Darío destaca durante 30 años.
Aunque su derrota en la batalla de Maratón le hace aparecer como un perdedor a ojos de Occidente, su talla de conquistador es indiscutible. Tras sofocar varias insurrecciones en el Imperio nada más acceder al trono, Darío pone en marcha su maquinaria militar. Necesita continuar la tradición conquistadora de sus antecesores, equipararse a ellos. Es un buen modo de legitimar su posición pese a no ser sucesor directo de Ciro el Grande.
La batalla por el control de Grecia se decide en la llanura de Maratón, a 40 kilómetros de Atenas. Con unos 15.000 soldados, el ejército persa desembarcado en Maratón es superior al ateniense, con cerca de 10.000 hombres, ayudados por un millar más procedente de la ciudad de Platea. Pese a esta ventaja persa, las fuerzas griegas ganan.
La derrota de Artafernes en Maratón se debe a una combinación de factores. El que los persas son superiores en número, en Maratón solo lucha una parte de las tropas; el resto parte por mar hacia otro punto de la costa por el que atacar la ciudad desde un flanco distinto.
Las largas jornadas hasta llegar a Maratón desgastan parte de su empuje. El ejército ateniense está formado por soldados mejor preparados, los hoplitas, y cuenta con un estratega brillante, Milcíades. Por último, los atenienses combaten por su tierra, su libertad y su forma de vida. Solo podían elegir entre luchar o morir.
Darío tiene en cuenta gran número de factores, pero aun así subestima a los atenienses. Nunca olvida la derrota y proyecta de inmediato una nueva campaña contra Grecia. Después de Maratón, se convence de que no puede conquistar la península helénica con un pequeño ejército. La siguiente campaña es más concienzuda.
A partir de 489 a. C. inicia los preparativos para un nuevo enfrentamiento, pero son interrumpidos tres años más tarde a causa de una revuelta en Egipto. Pocos meses después, a sus 64 años, Darío el Grande muere sin haber visto cumplido su objetivo. Es su hijo y sucesor, Jerjes I, quien lidera la nueva campaña militar contra Grecia, conocida como segunda guerra médica.
Maraton es la extensión que el héroe griego Filípides recorre para anunciar la victoria griega frente a los persas en la primera guerra médica, y que da origen a una de las pruebas más prestigiosas del deporte de élite. Pero hay muy poco de cierto en todo ello.
Las historias sobre este personaje son únicamente conocidas por los textos que recoge Heródoto treinta años después de los acontecimientos, que ocurren el 12 de septiembre de 490 a. C., y por varias citas de Pausanias (110-180 d. C.) unos siglos más tarde, en las que hace referencia a la efeméride del corredor.
Lo que allí se narra es, precisamente, el principal foco de controversia acerca de la veracidad de los hechos. Y es que, según los historiadores griegos, Filípides no recorre solo los 42 kilómetros entre Maratón y Atenas, sino 500.
Heródoto recoge en el libro VI de su Historia los pormenores que se conocen sobre el corredor. Se trata de unos párrafos en los que describen la misión que le es encomendada cuando los persas desembarcan en Maratón.
Filípides es enviado por los atenienses a Esparta para pedir apoyo militar en un momento en el que, a juzgar por los efectivos de ambos bandos, la guerra se decanta a favor de los persas. La distancia que recorre desde Maratón hasta el centro del Peloponeso es de 246 kilómetros.
Y según Heródoto, lo hace en menos de dos días. Cuando llega a su destino se encuentra a los espartanos en plena celebración de las Carneas Lacedemonias, un acontecimiento sagrado que les impide participar en cualquier conflicto armado antes de la siguiente luna llena. Aunque Esparta llega al campo de batalla, no lo hace hasta días más tarde. De hecho, los textos apuntan a que la aparición de su ejército tiene lugar cuando el conflicto ya ha terminado.
Ante esa situación, Filípides vuelve a Maratón para comunicar la decisión de Esparta a los atenienses, lo que comporta que tenga que recorrer otros 246 kilómetros de vuelta. En los registros del historiador griego se recoge que Filípides, en el camino de vuelta, experimenta la aparición del dios Pan en el monte Partenio, lo que se interpreta como un buen augurio para la victoria de los atenienses.
Así pues, en total, los pies de Filípides recorren 500 kilómetros en apenas tres días y medio. Todo un hito para cualquier maratoniano de la era actual. Una hazaña tan heroica que su veracidad es puesta en entredicho por gran parte de los historiadores de la época clásica.
La bahía de Maratón asiste a la llegada del ejército aqueménida, compuesto por más de seiscientos barcos y veinticinco mil hombres listos para conquistar Grecia. Las tropas están dirigidas en tierra por Artafernes, sobrino de Darío I –tercer rey de la dinastía aqueménida, que hereda el Imperio persa en su máximo apogeo–, y por Datis –uno de los generales más importantes del Imperio en el siglo V a. C.– como almirante marítimo.
Los efectivos del otro bando no llegan a los diez mil hoplitas –nueve mil atenienses y mil platenses–, tal como se denominaba a estos guerreros, una clara situación de desventaja que, paradójicamente, acaban resolviéndose a su favor.
Milicíades, que ya lucha contra uno de los ejércitos de Darío en la batalla de los escitas, es uno de los estrategas –comandante en jefe griego de un cuerpo militar– más destacados, viendo catapultada su carrera militar tras el fin de las hostilidades.
Los cinco días que dura la batalla de Maratón pasan a la historia por la muerte de más de 6.500 soldados persas y tan solo 192 hoplitas –las estimaciones modernas sitúan las bajas entre 2.000 y 3.000–, enterrados en un túmulo cerca de la ciudad que todavía hoy puede visitarse.
La victoria helena se produce gracias a un ataque por sorpresa que impide a los persas preparar su defensa y merma sus fuerzas hasta el punto de provocar su retirada. El resto del ejército aqueménida decide zarpar hacia Falero, muy cerca de Atenas, para volver a desembarcar allí, pero los hoplitas llegan antes corriendo. Cuando aparecen las naves persas y sus soldados avistan al enemigo, deciden retirarse definitivamente y dar por finalizado el combate.
Filípides forma parte de los hemeródromos, una de las figuras más fascinantes de la Grecia clásica. También llamados correos o heraldos, hombres preparados para recorrer grandes distancias con la única finalidad de enviar mensajes entre las distintas polis. Su traducción literal se aproxima al concepto de corredor mensajero profesional, es decir, atletas entrenados para difundir mensajes lo más rápido posible de un punto a otro, cruzando distancias sobrehumanas.
¿Por qué no utilizan caballos para desplazarse? Para pasar desapercibidos ante el enemigo. Que pudieran atravesar cientos de kilómetros es algo que no deja lugar a dudas, ya que se preparaban única y exclusivamente para ello.
Además, algunos alteran sus condiciones a base de ciertas sustancias, que hoy serían consideradas dopantes en cualquier deporte de élite, con el fin de soportar los centenares de kilómetros que debían cruzar sin pausa.
Un claro ejemplo de ello es la aparición del dios Pan en el caso de Filípides. La visita divina podrá ponerse en cuestión, pero no sorprende que los hemeródromos lleguen a tener visiones y todo tipo de alucinaciones durante sus trayectos, fruto de la combinación del esfuerzo físico a que se someten y el efecto psicotrópico de lo que ingieren.
El hito de Filípides se recoge en los textos de Heródoto y Pausanias, pero no todo parece tan claro en lo que se refiere a su fallecimiento. La historia que sitúa su muerte justo después de recorrer la distancia entre Maratón y Atenas para anunciar la victoria helena con la frase Nenikékamen (hemos vencido) podría haberse confundido con la de otro hemeródromo, o incluso no haber sucedido, ya que, supuestamente, fue el ejército griego al completo el que recorrió la distancia entre Maratón y Atenas para espantar a los persas en Falero.
Filípides no recorrió los 42 kilómetros de Maratón: fueron más de 500 (msn.com)