
Robert Koldewey nace en Blankenburg, en el distrito de Harz, en el centro de Alemania, el 10 de septiembre de 1855. Es hijo de un funcionario de aduanas y sobrino de un explorador polar y director del Ministerio de Marina en Hamburgo.

Estudió arquitectura, arqueología e historia del arte en Berlín, Múnich y Viena, pero no finalizó sus estudios.

Aprendió el oficio de arqueólogo participando en excavaciones en Italia, Grecia, Asia Menor y en la antigua Mesopotamia. Koldewey demostró un extraordinario rigor en el método arqueológico e hizo de la excavación de Babilonia la mejor llevada en Mesopotamia hasta entonces.

Algunos de sus trabajo arqueológicos más importantes incluyen el descubrimiento, en noviembre de 1900, del templo babilonio dedicado a Marduk y su consorte Serpanitu denominado Esaglia bajo una gran masa de escombros que lo recubría, templo que no fue examinado hasta 1910.

En 1902 Koldewey excava Borsippa brevemente, delimitando el perímetro de su área sagrada. En 1913 dirige las excavaciones que encuentran e identificaron la estructura del zigurat denominado Etemenaki, popularmente asociado a la Torre de Babel mencionada en el Genesis. También participó en el descubrimiento de la Puerta de Istar en las ruinas de Babilonia en 1902. Los Jardines colgantes de Babilonia una de las siete Maravillas del Mundo también son descubiertos por Koldewey.

En 1914 escribió The excavations at Babylon sobre su experiencia en las excavaciones en la capital babilonia.

Fallecido en 1925, está enterrado en el cementerio del barrio berlinés de Lichterfelde en las inmediaciones de la plaza Thuner Platz…

En su meticuloso cuaderno de campo dice:
La excavación comenzó el 26 de marzo de 1899, con un corte transversal a través de la fachada este del Kasr. Los fragmentos finamente coloreados aparecieron en gran número y a continuación se realizó el descubrimiento de la pared oriental de los dos muros que corrían paralelos, el pavimento de la calzada procesional y el muro occidental, que nos proporcionó la orientación necesaria para posteriores excavaciones.

Koldewey descubrió dos muros paralelos con una distancia entre ellos de 41 metros. Se trataba de un monumento no documentado en las fuentes: la gran avenida procesional de la ciudad, con sus ladrillos esmaltados en forma de leones y dragones, símbolos de los dioses Ishtar y Marduk.

De 1898-1917, el arqueólogo alemán Robert Koldewey, utilizando una moderna metodología científica, excavó las ruinas de la legendaria ciudad de Babilonia, en el actual Iraq, mostrando al mundo el esplendor de una de las mayores y más importantes metrópolis de la historia.

Los antiguos profetas judíos predijeron a menudo la total destrucción de Babilonia, en la época en que esta era la ciudad más poblada y poderosa de Mesopotamia, entre los siglos VII y VI a.C. Jeremías, proclamó:
Babilonia será convertida en un montón de ruinas, una madriguera de chacales, un motivo de estupor y de burla y un lugar deshabitado.

Finalmente, los oráculos se cumplieron, y Babilonia fue varias veces saqueada y entró en declive. Prácticamente abandonada, fue consumiéndose y desapareciendo lentamente entre el polvo y las filtraciones del Éufrates. Los primeros viajeros europeos que la visitaron no vieron más que ruinas. El rabino Benjamín de Tudela, en el siglo XII, escribió:
Las ruinas de la antigua Babel tienen una extensión de treinta millas; todavía se encuentra allí el palacio derruido de Nabucodonosor y los hombres temen entrar en su interior al estar infectado de serpientes y alacranes.

El estado del lugar desanimó a los arqueólogos que trataron de excavar el yacimiento. A principios del siglo XIX, Austen Henry Layard, el primer en intentarlo, renunció ante la enorme cantidad de escombros que debía remover.

Pero la situación cambió cuando, en 1898, el emperador alemán Guillermo II impulsó la creación de la Deutsche Orientgesellschaft, la Sociedad Alemana para el estudio del antiguo Oriente, cuya primera misión fue la excavación de las ruinas de Babilonia.

La dirección de la empresa se ofreció́ a Robert Koldewey, historiador del arte, arqueólogo y arquitecto con gran experiencia de campo en excavaciones europeas y orientales. Koldewey ya había participado, en 1887, en la excavación de los yacimientos mesopotámicos de Surghul y al-Hiba, donde se familiarizó con la arqueología del adobe, esencial en el éxito de su futura misión.

En primer lugar, Koldewey fue enviado a Babilonia en una misión de reconocimiento y allí descubrió los primeros ladrillos esmaltados de la aún desconocida puerta de Ishtar. A su regreso a Berlín informó de que Babilonia sería el lugar perfecto para llevar a cabo las excavaciones. Cuando seguidamente se le notificó su nombramiento como director, exclamó en una carta:
Me han nombrado director de las excavaciones con una paga de 600 marcos mensuales… ¡Estoy loco de alegría! Cuando pienso que si alguien me hubiera dicho hace dieciséis años que yo llegaría a realizar excavaciones en Babilonia le habría tomado por loco….
Koldewey fue uno de los primeros auténticos arqueólogos de Oriente, en un momento en que llegaba a su fin la figura del excavador-erudito que había imperado hasta entonces. Acompañado por un equipo multidisciplinar, en el que figuraban especialistas como el arquitecto Walter Andreae o el filólogo y asiriólogo Bruno Meissner, Koldewey demostró un extraordinario rigor en el método arqueológico e hizo de la excavación de Babilonia la mejor llevada en Mesopotamia hasta entonces.
Koldewey no sólo se preocupaba por los grandes y bellos objetos; recuperaba todos los fragmentos que encontraba, los identificaba, catalogaba y restauraba para posteriormente enviarlos a Alemania o Estambul, donde eran depositados en los museos.


Además, llevaba un meticuloso cuaderno de campo en el que dejaba de lado la literatura de aventuras y se limitaba a explicar los descubrimientos de una forma analítica y muy profesional.

Hizo gala, asimismo, de una excepcional capacidad de organización y de logística y de una entrega sin límites a su labor. Desde que empezó sus trabajos en marzo de 1898, trabajó en el yacimiento de forma prácticamente ininterrumpida hasta 1917; de hecho, durante los primeros seis años no deja el yacimiento más que una sola vez.

Sólo le preocupa el éxito de la misión. En su diario se dirige a sí mismo esta frase:

Bueno, Koldewey, ahora puedes hacer esto pero nada más que esto. ¡Todo lo demás no importa!.

Su estrecho colaborador Walter Andreae testimonia:
Podría casi asegurar que Koldewey vivió y pensó día y noche en estas ruinas y descubrimientos durante los diecinueve años pasados en Babilonia y los ocho últimos de su vida en Alemania.

Koldewey inicia las excavaciones en una zona conocida entre los árabes como el Kasr (el Castillo), donde una tradición situaba los palacios de la ciudad. Realiza allí una gran cata de 10 por 15 metros.

Ante su asombro aparecen dos muros paralelos con una distancia entre ellos de 41 metros. Al principio piensa que son los muros del palacio real, pero se trata de un monumento no documentado en las fuentes: la gran avenida procesional de la ciudad, con sus ladrillos esmaltados en forma de leones y dragones, símbolos de los dioses Ishtar y Marduk.

Presionado desde Berlín a fin de que halle piezas que pudan trasladarse a Alemania y exponerse en los museos, Koldewey tiene que realizar nuevas catas que le permitan, en un plazo de apenas tres años, devolver a la luz los edificios más significativos de Babilonia.

Pese a ello, sólo había explorado una pequeña parte del extenso yacimiento de Babilonia, de 300 hectáreas. Faltan por descubrir aún sus formidables murallas o el zigurat Etemenanki, identificado con la torre de Babel.

Este edificio queda muy dañado en tiempos de Jerjes (sigloV a.C.), y las filtraciones de agua, a causa del alto nivel freático del río, habían engullido los ladrillos de arcilla, de modo que lo único que quedaba de él era un charco con la forma cuadrada de la base y la marca de la escalera principal.

La mayoría de piezas son enviadas a Berlín, pero no son exhibidas hasta más de diez años después de terminadas las excavaciones.

Entonces causan una gran impresión entre el público, que no sólo podía admirar un arte nuevo y desconocido, sino palpar la realidad de la ciudad más mítica de toda la historia: Babilonia.

https://historia.nationalgeographic.com.es/edicion-impresa/articulos/babilonia_18507
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/puerta-ishtar-maravilla-antigua-babilonia_9018
https://oldsould.blogspot.com/2017/01/los-fragmentos-finamente-coloreados.html