La carrera de Goya (1746-1828) transcurre en una época turbulenta de la historia europea. Durante más de 60 años los nuevos valores liberales de la Ilustración pugnan contra las restricciones religiosas y sociales de las antiguas monarquías continentales. Mientras la revolución, la contrarrevolución y la guerra devastan Europa, la obra de Goya no solo capta el espíritu, sino que experimenta una evolución que justifica su reputación como el último de los maestros antiguos y el padre del arte moderno.

Entre 1800-1808, con el trasfondo de la guerra contra Inglaterra, la derrota de Trafalgar, que finaliza con el motín de Aranjuez y la invasión de Napoleón, Goya sirve a la clientela más poderosa. En este periodo alumbra retratos magníficos de la condesa de Chinchón, la marquesa de Santa Cruz o Manuel Godoy. En 1805, posan para él María Vicenta Barruso Valdés, de 15 años y su madre Leonora Antonia Valdés de Barruso.

Estos retratos, que estuvieron en la colección de Stanislas Orossen hasta 1925 cuando pasan a manos privadas, son exhibidos en el Museo del Prado en 2008 en la exposición Goya en tiempos de guerra.

Condesa de Chinchon
Dicen las expertas Manuela Mena y Gudrun Maurer:

se pueden considerar los primeros retratos de mujeres de la burguesía de Goya. El lenguaje del retrato burgués femenino todavía no está formulado y el pintor utiliza aquí la misma elegancia, lujo y distinción de la nobleza de elevada alcurnia que cambia ya en el retrato de Teresa Sureda (National Gallery of Washington), de esos mismos años, centrado en la decidida y moderna personalidad de la modelo. El elevado precio de los retratos de cuerpo entero fue seguramente la razón de que emplease aquí, como en otros retratos de este mismo género, las figuras de tres cuartos, por las que entonces se hacía pagar unos 2.000 reales de vellón.

Fernando VII
Su salida a subasta el 27 de enero en Nueva York ofrecidos por Christie’s y valorados entre 15 y 20 millones de euros levanta gran expectación pues están llamados a establecer un nuevo récord. Hasta ahora su mejor marca corresponde a tres bocetos vendidos en 2008 por 7,9 millones de dólares.

Los retratos de Leonora y su hija Vicenta forman una pareja perfectamente equilibrada, aunque el mayor volumen y altura de la madre parece imponerse con autoridad sobre la hija.

Autorretrato
Doña Leonora tiene cuarenta y cinco años cuando Goya la retrata. Aparece sentada de una manera rígida y mirando de perfil fijamente al espectador. Viste un traje en tonos rosados de corte imperio con amplio escote que realza su busto prominente…

Duques de Osuna
Los únicos retratos de modelos burgueses que preceden a los cuadros de Barruso son los de Bartolomé Sureda y su esposa


La presentación de los retratos de la madre y la hija de Goya es muy inusual. Si bien las imágenes de padres e hijos retratados juntos abundan a lo largo de la historia del arte occidental, no hay precedentes en el caso de Goya. Más llamativo es el hecho de que María Vicenta se sitúe a la izquierda (y por tanto a la derecha de su madre), posición que tradicionalmente asume la figura más importante de una pareja. Esta ubicación proporciona, tal vez, una idea de su función. Poniendo énfasis en la hija elegante y exquisitamente vestida, los retratos pueden haber tenido el objetivo de promocionarla como una novia elegible para los posibles pretendientes.




Quizás los únicos retratos de modelos burgueses que preceden a los cuadros de Barruso son los de Bartolomé Sureda y su esposa de origen francés Teresa Sureda (ambos en la National Gallery of Art, Washington), pintados hacia 1804. Los retratos de las Barruso marcan el comienzo de lo que puede considerarse como una serie de retratos clave, pintados entre 1805 y 1806 aproximadamente, que representan a mujeres burguesas.







Un par de retratos de una madre y su hija retratadas por Goya salen a subasta en un solo lote en una subasta en la sala Christie’s de Nueva York que se celebra hoy. Parten con un precio estimado de entre 15 y 20 millones de dólares. Son propiedad de una colección particular de Londres. Estos óleos sobre lienzo, fechados en 1805, pueden suponer un nuevo récord para Goya, superando así los 7,9 millones de dólares pagados por Suerte de varas.



Son María Vicenta Barruso Valdés, de 15 años, y su madre, Leonora Antonia Valdés de Barruso. El primero, firmado, fechado y con la inscripción ‘D. a María Vizenta / Baruso Valdés. / P. r F. co Goya año 1805’ (abajo a la izquierda, en el reposabrazos del sofá); el segundo, firmado, fechado e inscrito ‘D. a Leonor Valdes / de Barruso / Por F. co Goya año / 1805’ (abajo a la derecha). Miden 105,4 por 84,4 centímetros cada uno.

Ambos retratos se exhibieron en 2008 en el Museo del Prado como parte de la exposición Goya en tiempos de guerra

Las dos posan sentadas luciendo vestidos de corte imperio y flores en el cabello. La madre tiene un abanico en la mano, mientras que la hija tiene un perro pequeño en su regazo. En el brazo derecho esta luce un brazalete y un anillo en el dedo meñique. Se cree que aludía a su boda con su primo Francisco Javier Valdés Andayo. Leonora, nacida en San Andrés de Linares (Asturias) en 1760, se casó hacia 1789 con Salvador Anselmo Barruso de Ybarreta, comerciante textil, que participaba en los trabajos de las Reales Fábricas de Sedas, Oro y Plata. Se habían establecido en Talavera de la Reina, cerca de Toledo, bajo los auspicios de Fernando VI. Tiene cuarenta y cinco años cuando Goya retrató a Leonora.

Ambos son encargados en 1805 por Salvador Anselmo Barruso de Ybaretta, marido de Leonora y padre de María Vicenta, y por descendencia pasan a su nieto, Salvador Valdés y Barruso (1807-1868), madrileño, hijo de María Vicenta. Muy probablemente, poco después de su muerte en 1905, los cuadros son adquiridos en Madrid por el modisto francés Pierre Stanislas O’Rossen (1864-1933). O’Rossen vive un breve período en Madrid, donde se casa con su primera esposa, Gracieuse Pennes, en 1899, y seguramente, de esta forma, está familiarizado con la obra de Goya. De hecho, su colección de pinturas incluye varios cuadros del artista. Los retratos de las Barruso se venden en una subasta en París, donde son adquiridos por Agnew y posteriormente por los actuales propietarios.







Ambos retratos se exhiben en 2008 en el Museo del Prado como parte de la exposición Goya en tiempos de guerra. Según los estudios de Manuela Mena, estos retratos se pueden considerar como los primeros retratos de mujeres de la burguesía.



Los retratos pueden contarse entre las pocas parejas de retratos del artista que quedan en manos privadas (sobre todo fuera de España), y son la única pareja de este tipo que representa a dos mujeres. Ambos lienzos se conservan en buen estado de conservación. Están forrados, tienen un barniz fino, relativamente nuevo y un pequeño retoque.

Representan un punto de inflexión en el mecenazgo de Goya a principios del XIX: había un creciente deseo de las clases medias de retratos del pintor






Estos retratos marcan un momento crucial en la carrera de Goya y representan el comienzo de un período de creciente libertad artística. Desde su nombramiento como primer pintor de Corte del Rey Carlos IV (1748-1819) en abril de 1789, cargo que le reportó gran fama y reputación, Goya había trabajado casi exclusivamente por encargo de la Corte del Rey y la nobleza española. Sin embargo, durante la primera década del siglo XIX, la práctica del pintor se alejó cada vez más de la Corte para abarcar un grupo más diverso de mecenas. Los retratos de María Vicenta Barruso y su madre se encuentran entre los primeros del artista en representar a mujeres de la burguesía.

Representan un punto de inflexión crucial en el mecenazgo en expansión de Goya a principios del siglo XIX, mostrando el creciente deseo de las clases medias de España de retratos del pintor, anunciado como el Apeles de España. En su elección de artista y en la forma en que son representadas, los Barruso desean alinearse con la aristocracia. Ambas están vestidas a la última moda de la época con vestidos de línea imperio de talle alto, un estilo que se popularizó en Francia a fines de los años 1780 y 1790 y que en los primeros años del siglo XIX, se había adoptado en toda Europa. Además, con sus atributos de damas ociosas (el perro acicalado a la moda y el abanico decorado).
En su regazo, María Vicenta sostiene un pequeño perrito faldero que lleva un gran collar, adornado con grandes tachuelas doradas. Se trata probablemente de un bichón frisé, una raza popular entre las altas esferas de la sociedad española de la época. De hecho, varios perros muy similares aparecen en varios otros retratos de Goya, quizás el más famoso en el retrato de la duquesa de Alba vestida de blanco que se halla en la Colección de la Casa de Alba.
https://www.abc.es/cultura/arte/retratos-goya-superar-record-nueva-york-20230125122559-nt.html
http://www.alva-promace.com/WEB%20ARTEPASTEL/retratos/retratos_de_goya.htm