
El próximo 21 de octubre se abre al público la remodelación del MoMA neoyorquino, que amplía sus espacios un 30% para dar cabida a una mayor cantidad de obras, más diversas y globales.

Las cinco prostitutas del barrio Gótico barcelonés conviven ahora con una docena de individuos, negros y blancos, salpicados de sangre, en pleno alboroto de los disturbios raciales que marcaron Estados Unidos en los sesenta.

Aunque les separen más de medio siglo y el ancho del océano Atlántico, quizá se vean reflejadas en sus rostros descolocados y su disposición les recuerde, con razón, a sus hermanos pequeños del Guernica, con quienes compartieron también sala antes de que se mudaran al Reina Sofía de Madrid.

Sucede que Faith Ringgold, artista afroamericana de Harlem, pintó su cuadro Die (1967) después de múltiples visitas a este mismo museo, a contemplar las dos obras maestras de Picasso, el Guernica y las Las señoritas de Aviñón, lienzo con el que el genio malagueño abrió en 1907 las puertas a la vanguardia.

El nuevo museo gana un 30% de espacio expositivo y eso, además de mitigar las aglomeraciones, permite exhibir más obras (de 1.500 se pasa a 2.400).

EN LA CALLE 53 DE MANHATTAN EXPANSION
Pero, aun así, las galerías rotarán periódicamente –sin condenar nunca a las obras maestras– para dar salida a las nuevas adquisiciones que diversifican y globalizan unos apabullantes fondos que superan ya las 200.000 piezas.
Dice Glenn Lowry, director desde mediados de los noventa:

Esto es producto de haber repensado el museo a lo largo de las décadas.

Ya desde que Alfred Barr [director entre 1929 y 1943] lo imaginó en los años 30, pensó en un laboratorio que debía evolucionar con la propia historia del arte. Pero el museo no solo evoluciona, sino que se cuestiona a sí mismo constantemente. Nos preguntamos siempre qué hacemos y cómo lo hacemos. Al poco de llegar comprendí que la idea de contar la historia del arte como si se supiera el final debía ser reconsiderada totalmente. Es un debate constante y está bien no tener respuestas, porque lo importante son las preguntas.

Quienes frecuentan los museos llevan tiempo acostumbrados a los saltos temporales y geográficos.

Hace ya años que dejaron de contar la historia del arte moderno como una secuencia lineal de palabras terminadas en ismo.

La disposición cronológica no se ha eliminado del todo en el nuevo MoMA, pero abundan los quiebros sutiles.

En la segunda planta, que acoge piezas desde los años 70, las agrupaciones temáticas son osadas: Construyendo ciudadanos, Imágenes públicas, Espacio interior y exterior.

El desafío es adaptar al siglo XXI la institución que marca el canon del arte del siglo XX. Y esta renovación aporta algunas claves. Es más diversa. Más global. Más flexible. Más grande.

Casi al tiempo que se inaugura su última gran expansión, la del arquitecto Yoshio Taniguchi en 2004, el MoMA empezó a pensar en la siguiente.

El mercado del arte se volvía loco. Las galerías adoptaban las dimensiones de museos y transformaban el mapa del arte contemporáneo neoyorquino.

El museo alcanzaría enseguida los dos millones de visitantes anuales, el doble que en los años 70, y llegaría hasta los tres millones para 2010.

Las quejas sobre la masificación, que la intervención de Taniguchi no resolvió, eran recurrentes.

Dentro del museo, esos primeros años del siglo coincidieron con un relevo generacional en el equipo de media docena de jefes de departamento.

Los nuevos responsables buscaban ampliar el foco, trascender el centro de gravedad europeo y estadounidense, y contar una historia más global, más desconocida y más plural. Explica Lowry:

Son profesionales para los que la interdisciplinariedad es lo natural
Arquitectónicamente, la expansión del MoMA ha sido constante desde que en 1939 abriera sus puertas en esta misma dirección, 11 West 53 Street, en lo que entonces era un antiguo palazzo donde nació el propio David Rockefeller, hijo de Abby Aldrich Rockefeller, cofundadora del museo.

Su expansión in situ cuenta una historia de la fiebre inmobiliaria de Manhattan.

El MoMA ha unido propiedades, levantado rascacielos y derribado edificios, en un desfile de arquitectos que van de Philip Johnson (en los años 50 y 60) Cesar Pelli (en los 80) a Yoshio Taniguchi (2004), Jean Nouvel (2018) y, ahora, Diller Scofidio + Renfro (responsables en esta misma ciudad de la remodelación del Lincoln Center y contribuidores al celebrado paseo elevado High Line) en colaboración con la firma Gensler. Explica la arquitecta Liz Diller:
Vivimos en Nueva York, somos los que venimos a ver las exposiciones, conocemos la extraña lógica de estos edificios. Por eso ha sido un proyecto tan personal para nosotros.
Queríamos que la conexión al Midtown de Manhattan fuera vibrante y explícita. Eliminar ese interfaz de autoridad entre la institución y la ciudad.

El nuevo MoMA es, pues, más abierto. También más transparente, gracias a hallazgos como una bellísima escalera que atraviesa como un nervio las plantas sin tocar las paredes, ante una fachada de cristal que da a una pequeña plaza y, al fondo, a los rascacielos. Dice Diller:

Un bonito punto para detenerse y descansar en medio del recorrido.

El museo ya es inabarcable en una sola visita. Habrá un circuito fácil para los visitantes que quieran ver solo las grandes obras maestras.

El MoMA subasta obras por valor de 70 millones para digitalizar con ese dinero el museo

La institución, que se deshace de joyas de Picasso, Renoir o Bacon de la colección del fundador de la CBS, planea aumentar su colección de NFT

El Museo de Arte Moderno de Nueva York sacará este otoño a subasta 29 obras de su colección y el dinero recaudado (entre 70 y 100 millones de dólares, calculan los intermediarios de la venta), se destinará a la transición digital del centro de arte.

El conjunto que abandona la colección estadounidense se trata de una tercera parte del legado recibido a la muerte del fundador de la CBS William Paley, que deja al museo 81 piezas de gran valor, pinturas y esculturas que incluyen nombres como Picasso y Francis Bacon.

Esos dos artistas aportan las piezas de mayor relieve de la operación; una venta en Sotheby’s, en Londres, prevista para el 14 de octubre.

Del artista malagueño saldrá al mercado una de sus guitarras cubistas, de 1919 (a partir de 20 millones).

Del torturado pintor británico, un tríptico de pequeño formato de 1953, titulado Three Studies for Portrait of Henrietta Moraes (35 millones).

La mayor parte del dinero se destinará a ahondar en la digitalización del museo, según ha adelantado el Wall Street Journal, tras confirmarlo con fuentes de la fundación de Paley y con el director del centro, Glenn D. Lowry.

El rotativo financiero neoyorquino aventura que hay planes para lanzar un canal propio de streaming y de mejorar la colección de arte digital, posiblemente NFT.

El MoMA es la clase de institución que marca desde su fundación en 1929 el camino que las demás acaban recorriendo, así que el gesto trasciende a la mera operacion economica.
La historia de Paley con el museo es larga: se unió al patronato en 1937. Fue un gran coleccionista de arte contemporáneo cuando aún no se consideraba una obligación chic entre los más ricos.

Llegó a ser presidente y presidente emérito del órgano de dirección del MoMA, así que cuando murió su legado no fue precisamente una sorpresa, tampoco que lo donara sin condiciones.
El museo estaba autorizado a conservar las obras pero también, llegado el caso, a venderlas.
La fundación Paley, en la que está involucrada su hijo Bill como vicepresidente, ha participado en la operación, también en la selección de las obras que saldrán del museo.

Además del picasso y del bacon, en el lote hay pinturas de Renoir, un derain de época fauvista y un lienzo Henri Rousseau, así como esculturas de Rodin y Maillol.

En los planes del museo para el dinero obtenido de la venta está también sumarse a la incierta revolución de los NFT.

La pandemia alteró el sistema de los museos tal y como lo conocíamos mucho más allá del parón al que los obligó.

Tras la reapertura de sus puertas (el MoMA optó, como el resto de las instituciones estadounidenses, por un regreso lento y precavido) los niveles de público no han vuelto aún a los previos al coronavirus; las visitas han caído un 40% en la institución neoyorquina.

La covid puso a los centros ante el espejo de su digitalización.

Todos se lanzaron a ofrecer exposiciones online, charlas por Zoom, podcasts y recorridos guiados con comisarios por streaming.

Eso le permitio darse cuenta de que no todo vale en el mundo virtual, que es lo mismo que decir que todo cuesta.

De ahí que el MoMA se disponga a cambiar joyas del viejo arte tangible por la urgencia de actualizar su imagen digital.

https://elpais.com/cultura/2019/10/10/actualidad/1570729074_637656.html#?rel=mas
https://www.expansion.com/directivos/estilo-vida/2019/10/21/5dad7d60468aebfd5a8b45e9.html
https://www.arquitecturaydiseno.es/arquitectura/moma-se-amplia-y-se-reinventa_3135