
El Louvre de Abu Dabi, filial de la pinacoteca francesa, se ha visto en el centro de uno de los mayores escándalos de tráfico de obras de arte expoliadas en años.

¿Cómo el Louvre de Abu Dabi se ha visto atrapado en uno de los mayores escándalos de tráfico de obras expoliadas en décadas?

La investigación implica al que fuera director del Louvre de 2013 a 2021, Hean Luc Martinez, quien además era (hasta que fue suspendido) presidente del comité científico de la Agencia Francesa de Museos (AFM, por sus siglas galas), que se ocupa de autentificar el origen de las piezas.

Está acusado de presunta complicidad en fraude organizado y blanqueo de capitales. Martinez negaba en mayo estas acusaciones en Art News.

Todo empieza en Francia, pero termina en el Louvre de Abu Dabi.

La AFM es responsable de seleccionar las obras en el mercado y comprobar su procedencia antes de ofrecerlas a la rica franquicia de Abu Dabi.
Aunque en 2020 —según el periódico Liberation— investigadores franceses encuentran en la AFM auténtica negligencia profesional y transgresión de las reglas deontológicas.
Quizás por la urgencia de completar las salas.

En 2014 adquiere por 4,5 millones de euros el conjunto funerario de la princesa egipcia Henuttawy.
Algunos expertos alertaron de que el sarcófago había sido conservado de una manera indecente.
El egiptólogo Raphaële Meffre advirtió de que procedía de una zona expoliada en 2010.
Luces rojas. Oscuridad. Todavía pertenece a la colección de Abu Dabi. Sin embargo, la Oficina Central Francesa contra el Tráfico Ilegal de Bienes Culturales (OCBC) averiguó que los marchantes que vendieron el conjunto, Christophe Kunicki y su marido, Richard Semper, falsificaron, presuntamente, los documentos de exportación.
En junio de 2020 ambos fueron arrestados por tráfico ilegal de cientos de obras procedentes de Oriente Próximo y Medio.
El proveedor original —detenido en marzo— era Roben Dib, un comerciante germano-libanés.
Los tres defienden su inocencia. Pero las autoridades neoyorquinas confiscaron en junio cuatro antigüedades egipcias del Museo Metropolitano relacionadas con Roben.
Durante 2013, Dib y Kunicki vendieron por 355.000 euros, a la galería Phoenix Ancient Art, un retrato funerario de un hombre en un fragmento de momia.
La obra la compró un año después el coleccionista suizo Jean-Claude Gandur por un millón.
Gandur —que declina hablar con El País Semanal— ha presentado una querella.
Todo es falso, todo ha sido robado; es aterrador, declaraba en Artnet.
El Louvre tampoco participa. En una nota parece recordar, entre líneas, que el arte es gas y petróleo.
Estos recientes sucesos no cuestionan la fuerte relación de confianza entre el Louvre y el Louvre Abu Dabi.
La National Gallery de Londres no acude al debate y el californiano Getty envía 11 páginas con las políticas del museo.
La institución investigará a fondo el historial de propiedad de cualquier propuesta de adquisición de antigüedades, se lee.
Pero no todo está empapado en esta oscuridad. Italia ha recuperado desde 1969 tres millones de piezas saqueadas.
Aunque el Getty aún debería devolverles una estatua en bronce (Juventud victoriosa) de un hombre desnudo.
El museo se niega porque sostiene que fue hallada en aguas internacionales.
Sobre las buenas intenciones navegan los compromisos mejor que sobre la realidad. Harto de que su patrimonio sean los muros de casas ajenas. El país endurece su frontera.
Intentar sacar una obra —resume Laura Gaona, abogada experta en arte— aportando una declaración falsa a la Oficina de Exportación conlleva desde 2022 de dos a ocho años de prisión y una multa de hasta 80.000 euros.
Tras medio siglo de esfuerzo, Italia ha abierto en las Termas de Diocleciano (Roma) un Museo de Arte Recuperado. Piezas etruscas, griegas, romanas. El origen del mundo. Courbet estaba equivocado.

El 15 de febrero de 2005, en una entrevista al International Herald Tribune, el arqueólogo John Russell estimaba que desde marzo de 2003 hasta principios de 2005 se habían saqueado en Iraq entre 400.000 y 600.000 objetos antiguos que generaron entre 10 y 20 millones de dólares.
Para luchar en el futuro contra el tráfico de antigüedades procedentes de zonas de conflicto, es preciso admitir que la plaga actual viene de antiguo.

Lo que está ocurriendo en Siria e Iraq no es algo nuevo ni fortuito.

A principios del decenio de 1990, los servicios de seguridad yugoslavos recurrían a anticuarios para “blanquear” obras de arte robadas.

En Colombia, los paramilitares de extrema derecha también traficaban con objetos artísticos.

En Sri Lanka, a finales de ese mismo decenio, los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil vendían antigüedades para financiarse.

En esa misma época, los saqueos, extorsiones, y tráficos ilegales perpetrados primero por yihadistas y muyahidines, y después por la Alianza del Norte y los talibanes, aún activos, destrozaron para siempre el patrimonio cultural de Afganistán.
En el Líbano, las milicias saquearon y exportaron antigüedades durante la guerra civil (1975-1990).
El tráfico de antigüedades, en cuanto crimen de Estado, se remonta por lo menos a un siglo y medio.
Fue practicado por la junta militar argentina para remunerar a sus sicarios, por los comunistas búlgaros para otorgarse sobresueldos y por los jemeres rojos camboyanos para financiarse con el producto de sus saqueos.
En un sinfín de ocasiones las antigüedades robadas en zonas de guerra se venden en mercados locales, regionales e internacionales de todo el mundo.
Unas veces, por la inexistencia de una reglamentación eficaz en los países creadores de la demanda, cuyos mercados, de hecho, han subvencionado los conflictos.
Otras veces, los Estados se han convertido en cómplices del tráfico al financiar a mandatarios, aliados o grupos armados.
Por último, algunos Estados han permitido y supervisado meticulosamente el mercado ilícito.
Ante evidencias semejantes, es imposible apoyar los falsos argumentos de quienes pretenden que la financiación de los conflictos armados con el tráfico de antigüedades es pura imaginación, que no desempeña ningún papel importante en esos conflictos y que puede erradicarse tomando medidas excepcionales contra determinados grupos. Sólo hay un medio para restringir el tráfico: vigilar y reglamentar el mercado de antigüedades procedentes de zonas de conflicto.
Varios museos alemanes sujetos a investigación criminal sobre el tráfico de antigüedades de Oriente Medio
Están acusados de proporcionar refugio a los bienes robados antes de que se vendieran a MET y Louvre Abu Dhabi.
A medida que el nudo del tráfico internacional de arte se desenreda lentamente, más y más actores son absorbidos por el escándalo.
Lo que comenzó como una exclusiva de MET & Louvre, ahora se extiende a varios museos públicos, universidades y marchantes de arte en Alemania.
Oficialmente, hasta el momento se han emitido órdenes de arresto contra 4 personas que residen en Hamburgo.
Se trata de Robert Dib, Serop Simonian y sus dos hijos .
Serop en particular parece ser el hilo conductor de la operación de tráfico internacional.
Se dice que jugó un papel decisivo en el suministro de mercancías traficadas desde Egipto al MET y al Louvre Abu Dhabi.
Parece que tuvo una mano amiga para proteger sus existencias dentro de los almacenes de museos en toda Alemania.
La red de Serop involucró a personas como el Museo Roemer & Pelizaeus en Hildesheim, el Museo Egipcio en Berlín y el Museo Reiss-Engelhorn en Mannheim.
Serop Simonian se enfrenta a la extradición a Francia , mientras que sus hijos se enfrentarán a un tribunal en Alemania.
https://es.unesco.org/courier/october-december-2017/trafico-antiguedades-acabemos-hemorragia