

El traje de fieltro expresa la idea del calor físico humano.
Simboliza una sensación de seguridad y refugio porque el fieltro es un tejido aislante y protector de la vida.

Ésta vinculado a Fluxux, un movimiento dedicado a organizar actos revolucionarios y happening y este traje lo copia de uno que viste en una acción contra la guerra de Vietnam.

Considera el arte como un medio para el cambio social y político y le otorga una dimensión espiritual.

Piensa que los materiales corrientes pueden tener un gran poder de curación (el fieltro y la grasa animal).

Atribuye al artista una función de chaman, como canalizador de la energía de las cosas para darle nuevos poderes y significados.

Beuys se convierte en objeto de culto en Alemania y de muchas piezas, incluido este traje, se hacen muchas tiradas.

El arte por sí mismo hace la vida posible.

Cree que el arte podía cambiar al mundo.

Que podía sanarlo como lo sanaba a él. Lo habitaba el coraje. Y la necesidad de cura. Lo habitaba la herida de la guerra.

La Segunda Guerra que lo empuja al abismo de la muerte, su propia muerte, y la de un mundo, la Alemania hitleriana de su infancia y de su juventud.

Nace en Krefeld el 12 de mayo de 1921. Hijo único de un matrimonio católico, su padre espera que continue sus pasos de empresario en el negocio familiar y así se asegure un futuro.
Pero el forraje y las harinas que Josef Jakob producía en la fábrica que estableció en 1930 sólo sirvieron para que el chico encontrara allí materias primas para armar pequeñas exposiciones con los insectos y plantas que coleccionaba.
Su primer laboratorio, que luego extiende a cualquier territorio de la vida humana.
Dotado para el dibujo y la acuarela -un poco menos para el violonchelo y el piano-, el joven Joseph abraza formalmente la creación artística en la Academia Estatal de Arte de Düsseldorf, donde entre 1947 y 1952 estudia.
Es también uno de sus más respetados profesores desde el aula de escultura.
Hasta que lo expulsan en 1972, cuando acepta en su clase a 400 aspirantes que quedan fuera de la matrícula.
Mi historia personal sólo resulta de interés en la medida en que he intentado hacer de mí mismo una herramienta
Su historia personal cobra importancia a partir del 16 de marzo de 1943, cuando el Junkers 87 de la Luftwaffe que piloteaba es alcanzado por el fuego enemigo ruso.
Pensé: tenemos que saltar, recuerda el héroe de guerra en el documental Beuys (2017), de Andres Veiel.
Nunca saltan. La aeronave se estrella en medio de una tormenta de nieve, en Crimea.
Esa tierra de nadie entre los frentes de Alemania y Rusia.
De su compañero no encontraron nada reconocible, excepto por algunos restos de huesos regados por ahí.
Casi congelado, la cara ligeramente deformada, al igual que el cráneo -que cubre desde entonces con su icónico sombrero-, a Beuys lo rescata de los escombros un grupo nómada de tártaros que cubre su cuerpo con una gruesa capa de grasa y lo envuelve en fieltro para devolverle el calor.
Grasa y fieltro.
Esos materiales se convierten en leit motif dentro de la obra que produce en los años subsiguientes, aún tras sobreponerse a la terrible depresión que en 1955 termina por privarlo de voluntad para salir a la calle, bañarse o vestir ropa alguna.
El hombre del sombrero cubre entonces todo lo que puede con fieltro: el interior de los espacios de exhibición; a sí mismo; el piano y el violonchelo de su infancia, que presenta enmudecidos, envueltos en aquella tela protectora sobre la que cose una cruz roja.
Cuando Beuys llega al aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York para presentar su primer performance en Estados Unidos, en 1974, el oficial de migración le pregunta por su ocupación.
Soy escultor. Un escultor social.
Acababa de describir un aspecto central de su «concepto expandido de arte», que llevó la práctica artística fuera de sus territorios habituales, a la política y el activismo social.
Esculpía estructuras en la sociedad utilizando el lenguaje, el pensamiento y acción.
Era en cierto sentido un seguidor de Picasso:
El arte no está ahí para decorar la casa, sino es un arma contra el enemigo. La pregunta es quién es el enemigo.
La subversión estética del pintor español –autor de la frase y a quien Beuys dedicó un homenaje- está en el corazón del ánimo provocador -y también utópico- de un artífice del futuro, que apostó hasta su última fibra a la generación de otro mundo posible -aunque poco probable-, a partir de la creatividad como fuerza revolucionaria:
Todo hombre es un artista, era su máxima.
Si quedara claro que todo empieza con la idea de la libertad y la creatividad, y la gente pudiera desarrollar sus habilidades con independencia de la influencia del Estado, entonces yo volvería a pensar que soy un artista.
Beuys cree en la posibilidad de trascender las infranqueables limitaciones de la bipolaridad capitalismo-socialismo, pero sólo en virtud de su concepto expandido de arte, que considera a la sociedad como un cuerpo plástico.
Esa plasticidad es puesta de manifiesto en algunas de sus piezas objetuales y de instalación mediante la grasa con que redondeaba las formas duras, angulares y predefinidas de las sillas o de las esquinas de museos y galerías.
En aquel viaje a Nueva York, Beuys, quien usa su cuerpo como herramienta de comunicación, presenta I like America and America likes me.
La acción comienza al descender del avión.

Sus pies jamás pisan suelo americano durante su estancia. Totalmente envuelto en fieltro, es llevado a una ambulancia que lo deja en la galería René Block, donde es encerrado en un salón durante tres días, con un nativo americano: un coyote. Vivo.

En este acto chamánico, el ritual entre el hombre y el animal supone un símbolo de reconciliación entre cultura y naturaleza, y una expresión de repudio a la política belicista estadounidense.

1980, Beuys es candidato en las elecciones parlamentarias por el Partido Verde en la RFA.

Decepcionado del partido, seis años después hace un antipartido, proyecto que dedica todo su tiempo, con reuniones a las 4 de la madrugada.

Muere a los 64 años de un paro cardíaco en Düsseldorf.

Hay que desgastarse. Malo sería estar entero y que te avisen que te llegó la hora. A la muerte hay que llegar desgastado.
La muerte del artista en 1986 entraña el peligro de banalizar el carácter provocativo de sus obras, ya que las obras pueden perder ese estímulo en la medida en que se convierten en clásicas.
Por ello, el concepto provocación ha de mantener el significado pretendido en su sentido más literal como un reto.
ABC del Arte, Phaidom.
Este artista creyó que el arte podía sanar al mundo – El Financiero
Joseph Beuys – Obra | ARTIUM – Biblioteca y Centro de Documentación