In Memoriam, Ricardo Bofill Levi

Cuando me preguntan dónde te gusta vivir o qué te gusta hacer, la respuesta es estar aquí y en La Fábrica, mi casa de Barcelona.

Estos lugares son la expresión más directa de mi manera de pensar, de mi manera de vivir, de mi estética y de mi manera de ver el mundo.

Tienen en común el gusto por la arquitectura pobre y que en las dos existen espacios para descansar, espacios para trabajar, espacios para ver a los demás cuando lo deseas. Esta organización me ha ido llevando a una vida monacal, muy estricta.

Y me hubiese gustado ir hacia una arquitectura aún más pobre, como las arquitecturas del desierto. La mayor sensibilidad que poseo es la espacial, eso es lo que me permite mirar el espacio de una determinada manera, con los ojos muy abiertos.

Me interesa la religión, pero no me gusta porque me parece una facilidad para la vida. Ser religioso es como tener una especie de guía de comportamiento y a mí me gusta la libertad. Cuando yo era joven siempre estaba fuera de la norma.

Vengo de una familia muy liberal y no me apetecía casarme, no me gustaba estar en la academia.

Me gustaban las drogas, me gustaba la libertad personal. Estar fuera de la norma, fuera de una clase social o de una religión prefijada.

Soy una persona totalmente autoanalizada. Cada etapa de mi vida ha sido un análisis crítico de lo que he hecho y una proyección de lo que intento ser.

Xanadu de Ricardo Bofill

Estoy constantemente analizándome, cuestionándome y proyectándome hacia el futuro.

El autoanálisis me da el retrato de lo que yo soy y de las arquitecturas que produzco. Mi obra es el reflejo de la evolución de mi personalidad a lo largo del tiempo.

El psicoanálisis, tal como ha derivado desde Sigmund Freud, me es poco útil. Lo único que un psicoanalista haría de mí es intentar convertirme en una persona normal…

Analizarme a mí mismo es casi lo que mejor sé hacer. Y conocer mis límites. En el fondo lo que me interesa es la creatividad, esa línea frágil entre la cordura y la locura.

Construí La muralla roja entre 1973 y 1974, prácticamente sin planos y utilizando albañiles de la empresa de mi padre.

Muralla Roja

Quise hacer una obra vernacular sofisticada, una oposición al paisaje que la rodeaba. Pero las redes sociales no se entretienen en entender por qué lo hice. Nunca miran un conjunto, miran por puntos y hacen observaciones y críticas a estos puntos.

Muralla Roja

Tienen la ventaja de la instantaneidad y el inconveniente de la frivolidad, de la falta de profundidad en el análisis.

Muralla Roja

Este pensamiento puntual hace que mi obra, que es una trayectoria pensada y articulada, se juzgue por instantes.

Muralla Roja

A mí ser conocido no me interesa. No quiero publicar un libro sobre mi obra o hacer unas memorias. Si tengo que escribir prefiero escribir sobre el futuro. Soy más proyectista que analista.

Muralla Roja
Muralla Roja

En la época del Walden [Walden-7, el controvertido edificio de viviendas sociales que terminó en 1975] trabajaba en proyectos utópicos que fueron haciéndose realidad. No veo mi obra como una sucesión de éxitos, sino desde un punto de vista crítico. Cambio de estilo, cambio de lenguaje y de procedimientos porque el análisis crítico hace que yo mismo me dé la oportunidad de cambiar y hacer otro proyecto diferente. Me gusta ensayar arquitecturas variadas con vocabularios distintos, por eso es tan complicado para la crítica analizar mi obra.

Walden en San Just Desvern
Walden en San Just Desvern

En mi obra hay una sintonía común, a mi pesar. Me gustaría cambiar más de lo que cambio. Cada proyecto arrastra el 60 o el 70 % del pasado y puede ser novedoso en un 10 o 20 %. Es imposible que un proyecto sea completamente nuevo, pero algo he conseguido.

La Muralla Roja no se parece al Walden, el Walden no se parece a Marne-la-Vallée [monumental conjunto neobarroco de viviendas sociales terminado en 1985], Marne-la-Vallée no se parece al Vela [el Hotel W Barcelona, 2010], el Vela no se parece al aeropuerto [las ampliaciones de 1991 y 2009 de El Prat], y el aeropuerto no se parece a esta casa.

La Fabrica, atelier de Ricardo Bofill

Cuando se estudia mi obra en profundidad sí que se ve la misma problemática: el cruce de la vertical con la horizontal, el colocar una ventana en la pared, el gusto por el minimalismo, el gusto por la fuerza de la expresión, el gusto por una intimidad muy selectiva y privada.

Tengo proyectos en Moscú, en África, en Chipre y en India, y en cada uno he intentado recoger procesos que desarrollé al principio de mi vida, poniéndolos al día.

He hecho modernidad clásica, posmodernidad, arquitectura africana, incluso neoconstructivismo.

Ir hasta el borde de la esquizofrenia controlada me parece un acto de creatividad. Fuerzas la dualidad, el espíritu crítico. Estás dentro y fuera del proyecto, lo vives y lo observas desde fuera.

Como un nómada. Esto ya se dijo de mí en Francia hace muchos años, porque mi tipo de vida y mi tipo de arquitectura estaban alejados de los cánones.

En las conferencias intento explicar a los jóvenes que hay partes de mí que les pueden valer, pero que no puedo servirles como modelo, porque para serlo ellos tendrían que llevar la vida que yo he llevado.

Me siento un poco distinto. Yo no soy un académico, por eso estoy mal aceptado por la academia. Me expulsaron de la Universidad y me expulsaron de Madrid, donde no pude construir.

Esto me hizo viajar a Francia y después a Argelia, Latinoamérica, Estados Unidos, Canadá, Japón, China, India. He aceptado este tipo de vida y me ha gustado, o he hecho que me gustase.

Las ideas por un lado, llegan del impulso por hacer y proyectar, y por otro, del conocimiento y las influencias exteriores.

Las mías son variadísimas, desde la arquitectura vernacular, la del desierto o el clasicismo griego y romano, hasta la arquitectura del Renacimiento, la de Borromini o la perfección de los templos de Kyoto.

Eso sí, cuando proyecto me vacío de referencias. Enfoco el problema, busco cuál puede ser mi aportación y, si no puedo presentar nada nuevo, lo dejo.

Cuando cumplí los 40 años empecé a rebajar mi vanidad voluntariamente. Actualmente estoy en la fase más baja de mi ego.

Una persona con una visión ególatra al final de su vida es poco elegante consigo misma.

Este concepto también me gusta llevarlo a mi propio trabajo: si soy humilde quiere decir que todavía puedo mejorar.

Con la edad pierdes memoria pero ganas concentración y creatividad. Las ganas de vivir están relacionadas con las ganas de crear. Quiero ser optimista. Quiero vivir, no morir. Quiero ser ateo en lugar de religioso. Quiero ser poliédrico. Últimamente estoy leyendo a Schopenhauer: la voluntad y la representación, la relación entre la vida y la muerte.

Las fuentes frente al Palau de la Música, en el tramo del Jardín del Túria diseñada por Ricardo Bofill

Egos, traiciones, corrupción… Todo eso ha pasado por delante de mí.

Yo no tengo voluntad de poder, pero es algo que me interesa mucho porque muestra la maldad humana.

El rascacielos de Bofill en València, por dentro 

Opino que en arquitectura el exterior es la definición del espacio público, de la ciudad, y la ciudad mediterránea, mezclada, siempre me ha interesado.

La he dividido en trozos y, si juntases todo lo que hecho te saldría una ciudad.

Cuando hago espacios privados me acerco más a mi manera íntima de ser, es como la distinción entre un libro de Tolstoi y otro de Dostoievski.

La distinción entre el comportamiento público y el comportamiento intimo.

Residencia privada de Ricardo Bofill

El espacio privado, que lo hago muy poco, es minimalista, sin referencias, sin objetos, priorizando el espacio ante todo, ritualizando la vida… En los interiores me acerco más a una arquitectura más personal.

Hasta el año 2000 se podían prever las décadas siguientes, pero ahora el futuro es complejo y contradictorio.

La lectura del futuro es distinta desde la globalización. Estamos entre la construcción y la destrucción.

Los investigadores en California quieren creer que todo es posible, pero cuando estás en China y ves que miles de personas se mudan del campo a la ciudad, piensas que es difícil. Por lo tanto, no hay lectura.

Está la voluntad de pensar. No se puede ser ni estúpidamente optimista ni absolutamente destructivo.

LAVANDA Jordi, Icom, Girona, 29-11-2017 

https://elpais.com/cultura/2022-01-14/seis-entrevistas-con-ricardo-bofill-en-el-pais.html#?rel=mas

https://elpais.com/elpais/2017/01/30/eps/1485731127_148573.html

https://elpais.com/elpais/2017/10/10/icon/1507647805_035194.html

https://elpais.com/diario/1990/05/29/cultura/643932007_850215.html

Publicado por ilabasmati

Licenciada en Bellas Artes, FilologÍa Hispánica y lIiteratura Inglesa.

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