
Joan Miro es un artista hermético y obstinado, muy tímido y poco hablador.

Es curioso que se quiera condicionar la mirada del espectador mediante los títulos del que habla, vivimos en una vergonzante sociedad de credenciales.

El que guste o no un autor debería ser un derecho que le asiste a cada espectador que es el que termina la obra con su mirada, es feo querer predisponer al público.

Claro que negar es una manera de reafirmarse quien habla, elevándose como juez supremo al intentar buscar esqueletos en el armario y ningunear a alguien famoso.

Miro no esta sobrevalorado, se convierte en marca por su buen hacer y tenacidad en el trabajo.

Hace años se crea un logo que representa la marca España con éxito

Miro crea un discurso propio como artista que es de las cosas más complicadas que hay.

Hay que evitar mezclar churras con merinas, las filias y las fobias son personales, no se les puede dar carácter científico ni hacer proselitismo, porque la subjetividad es individual.

La obra de cualquier artista, no tiene que transmitir nada, no tiene un mensaje en su interior, como la botella de un náufrago, gusta o no gusta, nada más.

El Surrealismo es la ultima vanguardia y la mas larga, las otras vanguardias ya han experimentado y Braque que viene de la anterior Dada es un buen gestor que le prolonga su existencia, dura hasta después de la II Guerra Mundial.

En la primera etapa del Surrealismo está Miro como esta Picasso o Paul Klee, y en la segunda Dalí.

Miro no tiene nada que transmitir, ni hacer entender, no es un panfleto.

El ser buen o mal artista no esta basado en lo complicado de las ideas o lo virtuoso de la pincelada

Hay un afán general de buscar defectos siempre que alguien sobresale, hay un afán de igualitarismo que en absoluto es socializante, es más un agravio comparativo.

El Surrealismo es un movimiento literario antes que pictórico.

Las formas que salen de manera natural cuando pintas o dibujas, tanto a los adultos como a los niños, tiene que ver con las teorías de Carl Jung, creador de la psicología analítica y el inconsciente colectivo.

Infinidad de artistas tienen fundaciones para preservar su obra, no es ninguna novedad, seguramente Miro toma la idea de EEUU, donde abundan las fundaciones de arte, porque en nuestro país la legislación existente deja que desear.

La calidad nada tiene que ver con que guste o no.

Es como si criticamos a John Cage, por su representación en silencio, cuando este forma parte de la partitura.

Los latinos y en concreto los andaluces somos muy de horror vacui, muy barrocos.

No tiene éxito en Barcelona la primera vez que expone, entre otras porque Catalunya, admite el Noucentisme pero no las vanguardias, por eso los pintores esperanzados que emigran allí, tienen que seguir su camino hacia Paris, entre ellos Picasso o Miro, porque no tienen buena acogida.

Miro dibuja desde los siete años, estimulado por una madre que pinta acuarelas como parte de su formación femenina.

Tiene un talento táctil, intuitivo, que encaja mal en el corsé academicista.

Los padres de Miró, jamás aprueban la inclinación pictorica de su hijo.

Su madre es hija de un ebanista de Palma de Mallorca.

El padre, que medra como orfebre y relojero, procede de Montroig, un pueblo de Tarragona en el que el abuelo trabaja como herrero.

Para disimular sus orígenes humildes,Miró padre cultiva apariencia exquisita, grueso bigote encerado y un sentido práctico de la vida inflexible porque es un pragmatico con iniciativas, frente a un hijo etico.

Todo lo que tienes me lo debes a mí, le grita con frecuencia, a aquel hijo raro, en quien no reconoce ninguna cualidad.

Anciano, Miro aún recuerda con angustia las interminables broncas con su padre.

Lo matriculan a la fuerza en la Escuela de Comercio y le obligan a trabajar como contable en una droguería, ocupaciones que lo deprimen y enferman.

Con 19 años, saca fuerzas y decide su vocación de dedicarse a pintar.

Su madre, redacta un testamento que le garantice, al menos, una sólida herencia.

La cultura catalana de principios del siglo XX no acoge las Vanguardias.

El viaje de iniciación a París resulta imprescindible y con 27 años ya esta allí, pero su timidez no ayuda.

Josep Pla cuenta:
La primera tanda de silencio duró muy bien diez minutos, durante los cuales Miró observó fijamente los vasos de café con leche vacíos que tenía ante él. […] Enseguida comprendí que tenía mucha práctica y sospeché si este no sería el estado natural de su espíritu. Este chico, me dije, debe de haber pasado muchos años sin decir nada.

Miró no habla, pero absorbe todo lo que ve y lo que oye como una esponja.

El aluvión de novedades le provoca un bloqueo creativo, que solamente será capaz de romper durante su veraneo en Montroig.

Atraído por la radicalidad del movimiento Dadá, concibe la idea de asesinar la pintura, no para escandalizar al público, sino para encontrar un nuevo camino.

Pero Miró sigue siendo un pez fuera del agua.

Sus amigos catalanes le toman el pelo.

Le roban el sombrero y se lo pasan entre ellos, le dan recados para chicas desconocidas y se ríen de su apuro, se compinchan para convencerle de que su cabeza irradia, literalmente, un aura de santo.

Su pintura, cada vez más osada y onírica, le abre las puertas del círculo surrealista, pero la historia se repite.


Sus silencios incomodan a todo el mundo.


Man Ray dice en sus memorias
Era difícil conseguir que hablara. Surgió una violenta discusión y fue presionado para que diera su opinión, pero permaneció obstinadamente mudo. Max [Ernst] cogió un cabo de cuerda, lo lanzó a una viga e hizo un nudo corredizo en un extremo, mientras los otros sujetaban sus brazos, puso la soga alrededor de su cuello y amenazó con colgarle si no hablaba. Miró no luchó, sino que permaneció en silencio.

Picasso, que le dedica el mayor elogio posible: Después de mí, eres tú el único que ha abierto una nueva puerta.

Al principio, participa con gusto en las escandalosas algaradas surrealistas. ¡Abajo el Mediterráneo!, grita durante una de las famosas performances del grupo, que acaba, según la costumbre, como el rosario de la aurora.

Su talante es opuesto al de Breton y sus seguidores.

El amor de estos por la provocación le acaba pareciendo banal, y sus discusiones, triviales pérdidas de tiempo.

La revolución que él intenta gestar exige paciencia, trabajo y dedicación.

Por fuera, Miró es un hombre metódico y convencional.

Jacques Dupin el poeta dice, estaba tan loco por dentro que necesitaba orden.
Su estudio está impoluto, sus colores y pinceles se alinean con maniática precisión. Hace ejercicio a diario en un gimnasio de boxeo, asiste a clases de baile, cuida su aspecto y respeta todos aquellos convencionalismos que no le incomodan.
Dalí al llegar a París y ponerse bajo su protección, recibe de él, perplejo, el único consejo de comprarse un esmoquin.
La disciplina y la sencillez le sirven para contener un espíritu turbulento, ambicioso, autoexigente.
Trabaja sin descanso, con la regularidad de un oficinista, para encontrar nuevos caminos expresivos.
Tiene influencias de Cézanne, Picasso, los primitivos o los japoneses

La capacidad de refugiarse en su propio mundo explica el exilio interior que le permite vivir relativamente tranquilo en Mallorca y seguir creando durante los áridos años de la dictadura.

Exiliado a Francia durante la Guerra Civil, toma la decisión de volver a España en 1940 para huir de la amenaza nazi.

Su filiación republicana es conocida, así como sus simpatías catalanistas, pero su actitud siempre es, por su carácter, discreta.

El franquismo, interesado en reconciliarse con los aliados en cuanto tiene claro que estos ganan la Segunda Guerra Mundial, no habría ganado nada encarcelando a un artista de vida apacible y renombre internacional, cuya obra arrasaba ya en Nueva York.

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