Romero de Torres, Musa gitana, 1908

La musa gitana (1908) es un desnudo de fuerte erotismo, que suscitó escándalo en su momento pero que hoy encontramos refinado y naturalista, en línea con la cultura de fin de siglo (nos ocurre también con los desnudos de Zuloaga). Remite esta obra a la tradición de Manet, Goya o Tiziano, pero esta es una maja casticista; Goya o Manet convirtieron a estas modelos en prostitutas, no tanto porque ejerzan estrictamente el oficio, sino porque su pose y su gesto implicaba una libertad de costumbres que provocaba pavor. Lleva la musa un collar de coral y tiene un aspecto desaliñado, mirada descarada, consecuencia de su fuerza, y se solapa sobre un paisaje cordobés. Como en las obras de Tiziano y de El Greco, una figura la acompaña: un músico, más naturalista, en contraste luminoso respecto al desnudo, de aspecto consumido.

Aunque Julio Romero de Torres (1874-1930) no es el único artista español que basa su pintura en una representación folclórica de lo español, quizás si es el chivo expiatorio.

Julio Romero de Torres. La buenaventura, 1922

El régimen franquista hace un abuso de la obra de Romero de Torres, algunos de cuyos cuadros se estampan en billetes.

Julio Romero de Torres. Los celos

Esto es un lastre pesado para la posterior fortuna critica de este artista, aunque el muere con 56 años, después de trabajar muchísimo, antes incluso de la II República.

Julio Romero de Torres. Rosario de la Vega Duran

Nace en 1870 y pertenece a una generación asombrosa de pintores fin de siglo, que practican un arte regionalista y se adscriben a una estética modernista o simbolista, cuando no una mezcla de ambas.

Julio Romero de Torres. La saeta 1918.

Nace el 9 de noviembre de 1874 en el Edificio del Museo Provincial de Bellas Artes de Córdoba, lo cual es un buen augurio.

Julio Romero de Torres. La familia Besabe.

Sus inicios antes de encontrar discurso propio es recrear todos los tanteos finiseculares.

Julio Romero de Torres. Retablo de amor

En su primera época da muestras de naturalismo social, de sorollismo y de un primer simbolismo cosmopolita al estilo francés, que se ven en los murales del Circulo de la Amistad de Córdoba.

Julio Romero de Torres. Naranjas y limones.

Su maduración artística se produce a inicios del XX, cuando instalado en Madrid se relaciona con generacionistas y modernistas, en su caso con el circulo de Valle Inclán que tiene gran influencia en él.

Julio Romero de Torres. Lectura. 1901-1902

Su evolución esta condicionada por la importancia que en él tienen los viajes que realiza en 1903 y 1904 y que le llevan a Túnez, Tánger, Francia, Italia, Inglaterra y los Países Bajos.

Julio Romero de Torres. Muxidora

Quizás hace esa excursión internacional para nutrir o fortalecer una clara voluntad de cambiar.

Julio Romero de Torres. La Gracia. 1915

1905-1910 cuaja su estilo característico, coincidiendo con la reacción antimodernista que se percibe en esa primera mitad de siglo entre algunos de los mas significativos pintores como Zuloaga, Anglada Camarasa y Solana.

Julio Romero de Torres. Carmen de Córdoba

Cuando se produce el giro hacia lo que después conocemos como el tópico del arte regionalista español del primer tercio del siglo XX, una tendencia que nada tiene que ver con el folclorismo decimonónico, ni en el fondo, ni en la forma.

Julio Romero de Torres. La consagración de la copla

1905-1930 condensa lo esencial en la trayectoria vital y artística de Romero de Torres, cuyo año triunfal es el 1912, hito a partir de cuando comienza a cimentarse una proyección legendaria.

Julio Romero de Torres. Carmen

1920 alcanza su apoteosis en esta década, tras casi un lustro de polémicas y de rechazos por parte del mundo académico oficial.

Julio Romero de Torres. Mira que bonita era 1895.

La prematura muerte del autor a los 55 años le ahorra tener que enfrentarse con las consecuencias de la jubilación generacional, amen de otros sinsabores que no habrían sido solo de naturaleza estética.

Julio Romero de Torres. Nuestra Señora de Andalucía. 1907.Una de sus primeras obras de esa nueva etapa es Nuestra Señora de Andalucía (1907), que incluye, estilísticamente, rasgos peculiares, como la influencia renacentista, sobre todo de Leonardo, en el modo de sombrear; una sutil ambigüedad emocional y la veladura sobre la identidad genérica. En algo más se fijó Romero de Torres de Da Vinci: en el mundo extraño y misterioso que late en sus obras. Priman en esta imagen la frontalidad y la simetría y se emplaza igualmente en la tradición española: por la coloración manierista verde que remite a El Greco, que le da un aire inquietante y que no procede, como en Zuloaga, del naturalismo manetiano. De la obra puede hacerse una lectura antropológica, ya desde el mismo título: se asocia el nombre de la Virgen a la joven del centro, adorada por otras dos mujeres. Se trata de una “vulgarización” o “paganización” de la figura de María y de una entronización de la mujer fatal en la que se resalta la fascinación y el terror que produce el poder de lo femenino.Junto a la figura principal, de blanco y con los brazos en jarras, quedan, como decíamos, otras dos mujeres, un hombre cuya actitud delata tanta atracción como miedo y el propio pintor en primer plano. En un paisaje de campo perfectamente cordobés sitúa el artista un conjunto de figuras que, como en una copla, narran una historia trágica y pasional. Cada detalle, las flores y los frutos, tiene un significado.

Si bien muere antes de que sea declarada la II República, las autoridades de esta no dudan en organizarle un homenaje nacional, siendo también los responsables de la constitución del actual museo monográfico en Córdoba, todo lo que esta en consonancia con la ideología progresista del pintor.

Julio Romero de Torres. Nieves. 1920

Su estilo formalmente ecléctico, no puede ser reducido solo a un suma y sigue de huellas del pasado, aunque quepa ir identificando cada una de ellas en diversos fragmentos y episodios de la mayoría de sus cuadros.

Julio Romero de Torres. La nieta de la Trini 1929-1930

En este pintor esta identificación formal es tan importante como la iconológica, puesto que sin los arquetipos del ideal, la mujer, el pueblo y las especificas interpretaciones que de ellos hace, resulta imposible comprender y valorar su obra y su polémica proyección en el mundo de la cultura española del XX.

Julio Romero de Torres. Panel. 1912.

Sobre las raíces que configura el universo representativo de su pintura, no deja de ser curioso que la mayor parte de los escritores españoles finiseculares que se fijan en las mismas imágenes populares que pinta el artista cordobés sean también los responsables en nuestro país de la cultura europea.

Julio Romero de Torres. La primavera

En un momento dado confluyen simultáneamente en la cultura española y la pintura de Julio Romero de Torres una doble orientación cosmopolita y castiza, o si se quiere lo alto y lo bajo de ese momento histórico.

Julio Romero de Torres. El pecado. 1913

Su verde, consustancial a la retorica del casticismo gitano, no deja de relacionarse con el del Greco, entonces en plena reivindicación critica.

Julio Romero de Torres. La Venus y el poeta. 1913

Mientras que el betún de brillos negros, se corresponde con modas más contemporáneas.

Simetría primitivista y connotaciones morales se repiten en Ángeles y Fuensanta (1909), que también se relaciona con el paganismo popular andaluz y desprende melancolía y sobriedad. Una mujer lleva en una mano una carta; otra, un medallón y, al fondo, vemos un personaje masculino. Se insinúa una tragedia de resonancias inquietantes contada con sobriedad y podemos interpretar la simetría como rivalidad, en torno a un amor frustrado y no correspondido.
Recurre de nuevo Romero a la secularización de iconos religiosos y a la sacralización de lo pagano, aludiendo a todas las ambigüedades del amor.

La notable captación y aprovechamiento del arte del pasado en la que se decanta en su madurez, no excluye que también mirara el arte contemporáneo.

Julio Romero de Torres. Flor de santidad. Flor de santidad (1910) toma su título de Valle-Inclán. La santidad en el pintor es muy ambivalente: presenta a una mujer vestida de negro y con tez pálida que no sugiere serenidad; resulta enigmática e impenetrable y lleva un breviario abierto. Al fondo queda una plaza cordobesa.
No vemos una simple alma dedicada a la devoción, sino un ser mortificado y mortificante que no transmite inocencia sino todo lo contrario.
En El pecado (1913) aparece una mujer desnuda que remite a la Venus del espejo de Velázquez, casi parodiada. El espejo refleja esta vez sexo y cabeza, cuerpo y espíritu.
Está acompañada la figura por mujeres de negro que hacen cuentas: se trata de celestinas, y una lleva a la joven (que peca, y de ahí el título) un obsequio. Un campo andaluz y el patio de un cortijo sirven de fondo.
Priman los colores negro y morado: profana Romero el color de la penitencia y el martirio, y los zapatos, tirados, son un elemento fetichista.

Nunca da la sensación de haber cerrado los ojos a la actualidad, aunque dentro de un orden, es decir con exclusión del vanguardismo que desconcierta a los españoles hasta fechas tardías (prácticamente hasta 1930).

Julio Romero de Torres. Celos. De 1920 datan Celos y Samaritana. En la primera, una mujer andaluza con el pecho desnudo pela una naranja con una navaja: su rostro augura una tragedia próxima. Al fondo, su amante ronda a otra mujer y en primer término aparece un brasero de cobre, instrumento de arraigo popular en Andalucía. En la segunda, Cristo pide agua a la samaritana, rodeándola, pero más que Él parece un amante y ella, más que la mujer bíblica generosa, una figura coqueta. En el gesto del primero se adivina una advertencia. No debemos entender la paganización de lo cristiano en Romero de Torres como una profanación, sino como un modo de abundar en la mezcla característica en Andalucía entre lo cristiano y lo pagano o atávico, como el culto a lo femenino.

Alcanza la madurez de su estilo, su discurso propio, en la segunda década del siglo.

Julio Romero de Torres. Viva el pelo. 1928. En Viva el pelo (1928) se sirvió Romero del cabello como elemento fetichista profundamente arraigado; en el caso de la mujer, tanto en su exhibición como en su ocultamiento. El retrato de espaldas proliferaba desde el romanticismo para invitar a mirar lo que la figura observa, pero aquí no es esa tanto la intención como la búsqueda del erotismo que reside en la fragmentación, bien conocido por los simbolistas, que Romero incorpora a su tradición local.

Es cierto que apenas evoluciona más, quizás por el mundo ensimismado en le que vive, siendo ese inmovilismo reforzado por el éxito que alcanza que lo impulsa a una producción industrial según formula registrada, lo que genera la sensación de dar la espalda a lo contemporáneo.

Julio Romero de Torres. Nocturno (1930), donde Romero de Torres abordó el asunto de la prostitución callejera, entonces solo tratado de forma elíptica (Sorolla). Se aleja esta vez de la temática más propiamente andaluza, pues esta escena sería aplicable a cualquier ciudad española de entonces. Aúna realismo (en la falsa sonrisa de las mujeres invitando al que pasa), tragedia y misterio.

La impugnación a su pintura se inicia a principios de la década de los 30, siendo atacado por tres frentes.

Vividoras del amor, 1905-1906, óleo sobre lienzo, 157,50 x 198,50 cm, Fondo de Arte de la Fundación La Caja de Canarias

El de la vanguardia militante que descalifica sus maneras tradicionales y su contenido literario.

Julio Romero de Torres. Mal de amores, hacia 1905, óleo sobre lienzo, 200 x 143 cm, Colección Museo de Bellas Artes de Córdoba.

El del realismo popular, que tiene una fuerza extraordinaria durante la II República, puesto que ve en su obra una doble idealización, el de la identidad nacional y el de la vida popular.

Julio Romero de Torres. Feria de Córdoba, 1899-1900, óleo sobre tabla, 72 x 48 cm, Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.

Y el de los que creyendo en la validez del arte al servicio de las señas de identidad nacional o regional no aceptan ningún rasgo de complacencia casticista.

Julio Romero de Torres. Mujer sentada con sombrilla, hacia 1904, óleo sobre cartón, 16 x 10,4 cm, Colección Museo de Bellas Artes de Córdoba.

Defendido con pasión por Valle Inclán, y menos sectariamente por Pérez de Ayala y Manuel Machado, Romero de Torres no tiene tan buena estrella con otros de los grandes escritores del 98.

Julio Romero de Torres. Retrato de Concepción de Luque. 1925,temple y óleo sobre lienzo, 135 x 153 cm, colección particular..

Algunos intelectuales posteriores, Cansinos, Maroto, Corpus Bargas etc, incluso de marcadas inclinaciones vanguardistas, tratan de entender el trasfondo de la pintura, mas que la pintura misma de Romero de Torres.

Pero la verdad es que la mayor parte de representantes de la nueva generación, que se hace con la situación durante la década de 1920, lo desprecian con sarcasmo cruel.

Trianart foto

CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo. El espejo del tiempo. Editorial Taurus. Madrid 2009.

Publicado por ilabasmati

Licenciada en Bellas Artes, FilologÍa Hispánica y lIiteratura Inglesa.

2 comentarios sobre “Romero de Torres, Musa gitana, 1908

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