

Confeccionado apenas poco tiempo antes de la caída de Jovellanos, que en agosto es cesado en su cargo como ministro de Gracia y Justicia y confinado en Mallorca entre 1801-1808.
Trasluce la melancolía del retratado, algo que capta Goya gran admirador suyo, pero desde la ejecución del monarca francés por la Revolución, en España se vive en completa ansiedad, en particular con quienes se han adscrito al reformismo ilustrado, con lo que los vaivenes políticos no sorprenden a nadie.
El rictus de ensimismamiento y ausencia de Jovellanos, el apoyar la cabeza en su brazo es un síntoma de melancolía, que ya antes expresa Durero en su libro Saturno y la melancolía que Goya retoma en Jovellanos.
Aunque el tratamiento literario y artístico de la melancolía tiene ya recorrido histórico, en el XVIII su presencia en arte se multiplica, siendo su tratamiento en Inglaterra y Francia en esta época el que afecta a España.

El perfil psicológico, el ensimismamiento y la pose melancólica que afecta a los intelectuales y artistas que ya conforman una satisfecha clase aparte, se hace cada vez mas corriente en el retrato, conformando su apoteosis en la segunda mitad de siglo, cuando se impone el sentimiento prerromántico y su exacerbación de lo subjetivo como lo principal para la creación.

La influencia de ese pensamiento estético inglés, se deja sentir en la España ilustrada.
En relación con el retrato melancólico que hace Goya de Jovellanos se suele citar como fuente el Demócrito del pintor napolitano Salvatore Rosa.
También el grabado anónimo flamenco que sirve de portada dibujado por Charles Monet y el grabado de Dupre para la portada del segundo volumen de filosofía de Rousseau, publicado en 1793.
Hay prejuicios que se ceban en la vida de Goya en su primera proyección pública internacional.

Pues aunque cobra fuerza la leyenda romántica sobre la tosquedad de Goya como prototipo genial del español castizo en un momento en los que los rasgos atávicos locales adquieren prestigio en el seno de una Europa secularizada e industrial, la verdad es que la vida y personalidad de Goya nada tienen que ver con esa imagen tan folclórica.

Nacido en el seno de una familia burguesa, hijo de un padre artesano dorador y de una madre miembro de una estirpe hidalga de pequeños propietarios rurales, Goya recibe una educación adecuada.


Tampoco tiene problemas de dar curso a su vocación artística, que se inicia en Zaragoza bajo la tutela del pintor local José Luzán (1710-1785).


En este taller traba amistad con los hermanos Bayeu, con cuya hermana Josefa se casa en 1773, no sin antes haber recorrido Italia con sus propios medios entre 1770-1771, lo que avisa de las ambiciones del joven pintor.


Es su cuñado Francisco Bayeu quien le flanquea el salto a la corte madrileña, al recomendarle para la Fábrica de Tapices de Santa Bárbara donde trabaja entre 1775-1792 y realiza 63 cartones para tapices.


Aunque la tutela del cuñado como el trabajo llega un momento que lo agobian, no hay duda que tanto el cuñado como el trabajo en la Fábrica de Tapices, ayudan a Goya a abrirse camino en Madrid, donde en 1780 tiene ya una sólida posición con todos los parabienes académicos y cortesanos de rigor.

Aunque la enfermedad que casi lo mata en 1792 y con la que se queda sordo, produce un cambio profundo en su trayectoria, que a partir de entonces es genial.

También durante la última época del XVIII en la que cumple 50, los acontecimientos históricos revolucionarios avivan al extremo el colapso intimo del artista, con lo que es difícil deslindar con precisión a que se debe ese ensanchamiento en sus miras creativas.



Goya no solo busca el favor de los poderosos, sino que simpatiza con el círculo de los ilustrados españoles, con alguno de los cuales intima de manera particular, como ocurre con Jovellanos, Ceán Bermúdez y Moratín.

Del primero que además de sus cualidades intelectuales es un aficionado a la pintura, el contacto con Goya es tan estrecho y singular, que Ceán Bermúdez los considera el modelo de pareja ejemplar de artista y aficionado, y aunque no todo Goya se explique por la Ilustración, tampoco sin la Ilustración Goya habría sido Goya.
Y aunque Goya hace mucho de todo, uno de los apartados más prolíficos y geniales de su producción son los retratos.

La primera parte de su carrera está marcada casi en exclusiva por los retratos que le proporcionan al autor fama y holganza económica y le sirven de trampolín.

En su madurez, establecida su fama, aborda géneros con mas miramientos, pero desde 1790 Goya encadena alguno de los mejores retratos que se pintan en la época contemporánea.



El que realiza a Jovellanos entre lo oficial y lo privado puede que no sea de los mas soberbios, pero si esta cargado de detalles muy interesantes.

Es notable como resuelve con ágil síntesis la suntuosidad del escenario que envuelve la figura, en el que se adivinan el fulgor de la cortina de fondo, el relampagueo de la estatua de Minerva que esta en el escritorio y la casaca forrada de armiño que lleva Jovellanos.
CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo, El espejo del tiempo. Editorial Taurus, Madrid 2009.
Fotos Trianart
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