
La creación de Europa. Jan van Eyck y El Matrimonio Arnolfini.

Este cuadro es un desafío en su totalidad y en cada una de sus partes, porque cuando se mira en detalle siempre hay una segunda lectura.

Los retratados Goivanni Arnolfini y Giovanna Cenami, son miembros de dos consolidadas familias de comerciantes oriundos de Lucca aunque asentada en los Países bajos y Francia.

Están representados en el dormitorio, que hace las funciones de cámara nupcial.

Ambos se muestran engalanados.

Choca la solemnidad de la pareja como si se mezclara lo sagrado con lo profano, lo intimo con lo público, lo solemne y lo trivial, advirtiendo que aquí cada elemento tiene un doble sentido.

Después de acumularse versiones a cual de todas mas disparatadas para descifrar el sentido de la escena hay consenso en que es una celebración o conmemoración del sacramento del matrimonio.

Restan puntos oscuros como el estado de buena esperanza de la mujer, cuando se sabe que el matrimonio no tuvo hijos.

La estancia produce agobio por la frontal ocupación de la pareja en primer plano, aunque luego se vea aliviada al mostrar el espejo del fondo, donde se aprecia la presencia de dos figuras más, una de ellas posiblemente el pintor, que estampa la firma con una esperada caligrafía justo encima del espejo, añadiendo a su nombre la afirmación fuit hic (estuvo aquí), una extraña declaración que apoya la hipótesis de que se trata de un acto de protocolo nupcial.

Hay que llamar la atención sobre la composición articulada en dos ejes transversal y longitudinal, que a su vez entrecruzan dos planos, real y virtual, tal y como dos siglos después lo hace Velazquez en Las Meninas.


La tabla tras ser pintada por Van Eick en 1434, pasa en 1490 a la colección de Diego de Guevara que lo dona a Margarita de Austria, gobernadora de los Países Bajos y tras su muerte lo hereda María de Hungría, terminando el periplo en las colecciones de los reyes de España, donde permanece hasta la invasión napoleónica, momento en el que es expoliado y sale del país hasta recabar finalmente en la National Gallery de Londres.





1422 Jan van Eick trabaja al servicio del conde de Holanda Juan de Baviera, en la Haya, al morir este en 1425 se traslada a Lille como pintor de cámara del duque de Borgoña, Felipe el Bueno para el que desempeña diferentes tareas, como la de embajador oficioso en las cortes de España y Portugal.
1430 se traslada a Brujas, residencia definitiva hasta su muerte en 1441.
Nada se sabe de su formación artística que revela influencia del maestro de Flemalle y de su hermano Humbert.
Esta incertidumbre se traslada a su producción artística, que esta fechada solo los últimos diez años de su actividad.
Se le atribuyen a Jan veintitantas obras, la mayoría cuadros religiosos y retratos a veces combinados entre si, pues como es normal en la época, los retratos religiosos se acompañan del retrato del donante.

A su muerte su fama se extiende internacionalmente y pasa a la historia como figura capital junto al Maestro de Flemalle en el establecimiento del prestigio de los denominados primitivos flamencos.
Tradicionalmente la reputación de los primitivos flamencos y en particular de Jan van Eyck esta vinculada al desconocido lustre y precisión que posibilita la pintura al oleo, una peculiaridad técnica en contraste con el mayor valor intelectual y constructivo del arte italiano contemporáneo, esto ultimo se ha disipado entre otras cosas por la fluidez de contactos de todo tipo entre el norte y el sur de Europa que se produce entonces y que precisamente pone en evidencia el retrato del matrimonio Arnolfini.
Hoy se valora la aportación de los primitivos flamencos desde la perspectiva de anotar y describir los detalles más minúsculos e intrascendentes físicos y psicológicos de cada personaje, llegando a un realismo óptico tan esmerado que concierta lo lejano y lo próximo sin que quiebre la unidad dramática o se extravíe en los anecdótico.
Jan van Eyck es un intérprete exhaustivo y seductor de la naturaleza humana.

Sus retratos resultan cercanos y remotos, con lo que es un imitador y un intérprete, algo que adelanta lo que en el siglo XVI se diferencia entre imitrare y ritrare, o lo que es lo mismo, imitar e individualizar una figura a la vez.

En este cuadro se borra la barrera entre lo sacro y lo profano porque hay una secularización de lo sagrado.
El cuadro es mas un acto protocolario, notarial, mas que una ceremonia religiosa.
Jan van Eyck aunque no fuese el inventor de la pintura al oleo, se esmera en la técnica hasta llevarla a un grado de perfección increíble.
