El Montículo del Escorpión es un ejemplo del ingenio prehispánico, fusionando la observación celeste con la administración de recursos y el ritual religioso, todo contenido en una forma arquitectónica única.

En la época prehispánica, el escorpión estaba estrechamente asociado con el planeta Venus y con deidades importantes como Tláloc (dios de la lluvia) y Quetzalcóatl (la serpiente emplumada).

Arqueólogos en México han descubierto un misterioso montículo de tierra de 60 metros de largo tallado en forma de escorpión: un descubrimiento que podría reescribir lo que se conoce sobre cómo los antiguos agricultores mesoamericanos observaban el cielo.

El observatorio permitía a los antiguos pobladores de la región determinar los solsticios de verano e invierno. / Foto: Iván Venegas / Cortesía Universidad de Cambridge
Ubicado en el árido Valle de Tehuacán, en Puebla, a unos 257 kilómetros al sureste de la Ciudad de México, el llamado Complejo del Montículo del Escorpión parece haber servido tanto como centro ceremonial como observatorio astronómico utilizado para rastrear el movimiento del sol durante los solsticios de verano e invierno. El sitio, documentado inicialmente por investigadores de la Universidad de Texas en Austin y el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) de México, data de entre el 600 y el 1100 d. C., una época de intensa innovación agrícola en el centro de México.

El montículo fue construido con fragmentos de travertino, una roca caliza que abunda en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán. / Foto: Iván Venegas / El Sol de Puebla
Visto desde arriba, la forma distintiva del montículo es inconfundible: un cuerpo ancho, dos garras extendidas y una cola curva que termina en un aguijón elevado. Con una longitud aproximada de 62.5 metros y una altura de hasta 80 centímetros, construida con piedras y tierra, la estructura se ha mantenido notablemente intacta durante más de un milenio.

Investigadores demandaron cuidado de la zona, ya que hay campos de cultivo, granjas avícolas industriales y carreteras cercanas. / Foto: Iván Venegas / El Sol de Puebla
Fotografías con drones y mapas GPS confirman que el montículo no era una pila aleatoria de piedras de campo, como creían los primeros observadores, sino un montículo efigie cuidadosamente construido: una representación simbólica de la deidad escorpión Tlāhuizcalpantēcuhtli, asociada con Venus, la lluvia y la fertilidad agrícola en la cosmología mesoamericana.

Explica el arqueólogo James A. Neely, autor principal del estudio de 2025 publicado en Ancient Mesoamerica.
El Montículo del Escorpión destaca como un raro ejemplo de construcción intencional de efigies en Mesoamérica. Los montículos de efigies son comunes en Norteamérica, pero extremadamente poco comunes aquí. Este podría representar una fusión única de conocimiento astronómico, prácticas rituales y tradiciones agrícolas locales.
La orientación del montículo parece haber sido deliberada. Al trazar su alineación, los investigadores descubrieron que la dirección desde el aguijón hasta la garra izquierda apunta a 65 grados este-noreste, exactamente donde sale el sol durante el solsticio de verano. Por el contrario, durante el solsticio de invierno, la puesta del sol se alinea con la cola del escorpión cuando se observa desde la garra izquierda.
Esta geometría precisa sugiere que los constructores utilizaron el montículo como un calendario solar para marcar el cambio de estaciones, información vital en un valle semiárido donde las precipitaciones determinaban el éxito agrícola.
Señala Neely:
Para los antiguos agricultores, observar los solsticios no era un lujo. Era esencial para la supervivencia
El solsticio de verano, en particular, marcaba el inicio de la temporada de lluvias, señalando el momento oportuno para sembrar maíz y otros cultivos. El solsticio de invierno, por el contrario, habría marcado el final de la temporada, un momento para ofrendas rituales y ceremonias de agradecimiento.
Las excavaciones en el sitio revelaron jarras de cerámica, molcajetes trípodes (cuencos para moler), incensarios y fragmentos de figurillas huecas, todo lo cual apunta a actividades rituales vinculadas al cambio de estación. Un hallazgo particularmente sorprendente fue un conjunto de cuencos trípodes muertos: vasijas rotas intencionalmente descubiertas cerca de la cabeza del escorpión y que contenían una ofrenda moderna de tabaco y chiles, evidencia de que el sitio pudo haber conservado su importancia espiritual mucho después de su construcción.
El Montículo del Escorpión forma parte de un complejo ceremonial y cívico más grande de 9 hectáreas (22 acres) que contiene al menos otros 12 montículos conectados por una red de canales de irrigación prehistóricos. Estos canales formaban parte de uno de los sistemas antiguos de gestión del agua más grandes y mejor conservados de Mesoamérica, que abarcaba casi 100 kilómetros cuadrados de tierras de cultivo. Esta infraestructura permitió a las comunidades locales prosperar en un entorno donde el riego era esencial para la agricultura.
Más allá de su función práctica, el símbolo del escorpión tenía un profundo significado cósmico en el México antiguo. En la mitología azteca, el escorpión estaba vinculado a Venus como la Estrella de la Mañana, una fuerza celestial vinculada al agua, la fertilidad y la renovación. La misma imaginería aparece en Cacaxtla, un centro ceremonial cercano famoso por sus vibrantes murales que representan motivos de Venus y escorpiones. Los estilos cerámicos hallados en el Montículo del Escorpión reflejan los de Cacaxtla y Cholula, lo que sugiere conexiones culturales y posiblemente políticas entre estas regiones durante el período Epiclásico.
Afirma el coautor Blas Castellón Huerta, del INAH:
Estos símbolos compartidos sugieren que los pueblos del centro de México estaban unidos por una cosmovisión en la que la astronomía, la agricultura y los rituales eran inseparables. El Montículo del Escorpión pudo haber sido una expresión local de ese sistema cósmico más amplio.
A diferencia de los observatorios monumentales de ciudades como Chichén Itzá o Monte Albán, el Montículo del Escorpión refleja la conciencia astronómica de los agricultores rurales, no de las élites. Sus constructores probablemente fueron aldeanos cuya vida diaria dependía de la tierra y el cielo. La modesta escala del montículo y su contexto comunitario sugieren una forma más igualitaria de observación celestial, basada en la agricultura práctica y los rituales comunales, más que en el poder imperial.
Los arqueólogos planean nuevas excavaciones para confirmar las fases de construcción del montículo y comprobar sus alineaciones solsticiales con instrumentos de precisión. De confirmarse, el Montículo del Escorpión podría convertirse en uno de los ejemplos más importantes de arquitectura astronómica comunitaria en la antigua Mesoamérica.
Concluye Neely:
Este descubrimiento nos recuerda que la observación del cielo no se limitaba a templos y reyes. Incluso las pequeñas comunidades agrícolas miraban al cielo —y moldeaban la tierra— para comprender su lugar en el cosmos.
Neely, J., Castellon-Huerta, B., Wilson, S., Willis, M., & Walker, C. (2025). The Scorpion Mound Complex: An Effigy Mound Site with Possible Functional/Ceremonial Significance in the Tehuacán Valley of Puebla, México. Ancient Mesoamerica, 1–16. doi:10.1017/S0956536125000070
