Hace 7.500 años los objetos podían tener una vida llena de transformaciones y significados.

Un estudio del Journal of Archaeological Science: Reports revela detalles sobre la vida cotidiana de los habitantes de Dispilio, un asentamiento neolítico situado a orillas del lago Orestias en el noroeste de Grecia. La investigación, dirigida por Evangelia Voulgari, Marina Sofronidou y Kostas Kotsakis, analiza cómo esta comunidad reparaba y reutilizaba sus vasijas de cerámica, y los motivos que les llevaban a hacerlo.
Dispilio fue un asentamiento próspero que existió desde mediados del VI milenio hasta principios del V milenio antes de Cristo. Gracias a su ubicación en una zona pantanosa muchos de sus restos, incluidas más de 1.200 columnas de madera, se han conservado excepcionalmente bien. Los arqueólogos también han recuperado miles de fragmentos de cerámica, algunos de los cuales han sido reconstruidos para entender mejor cómo vivían sus habitantes.

Señala el artículo, citando a Joy (2009):
El estudio se centra en la biografía cultural de las vasijas: cómo se fabricaban, cómo se usaban, reparaban y reutilizaban.

La relativa falta de estudios biográficos sobre objetos prehistóricos ha dejado el drama de sus vidas casi en blanco, Este trabajo busca llenar ese vacío.

Examinaron más de 1.700 vasijas reconstruidas, de las cuales 231 (13%) mostraban signos de reparación o reutilización. Identificaron más de cien fragmentos que habían sido transformados en herramientas o en otros objetos, hallazgos que demuestran que los habitantes de Dispilio no veían las vasijas rotas como simples desechos sino como materiales valiosos que podían tener una segunda vida.

En las capas más antiguas del yacimiento (fase I, alrededor del 5600 a.C.), los arqueólogos encontraron tres métodos principales de reparación.

El primero utiliza una mezcla bituminosa para pegar las piezas rotas, un material que posiblemente era importado de Albania y que también se empleaba como pigmento decorativo.

Explica el estudio:
El uso de diferentes sustancias como adhesivos indica diferentes preferencias culturales, redes de intercambio diversas y la creación de distintos espacios sociales.
En otros casos se perforaban pequeños agujeros a ambos lados de la rotura y se ataban las piezas con cuerdas o tiras de cuero. En una vasija incluso se conservaba el rastro de una cuerda orgánica en el momento del hallazgo.

En ocasiones también se empleaba una combinación de ambas técnicas, aplicando betún dentro de los agujeros y a lo largo de las grietas para reforzar la reparación.
En las capas más recientes (fase II, alrededor del 5300 a.C.), el uso del betún desaparece y es reemplazado por el desgaste por abrasión, una técnica que consistía en lijar los bordes rotos para reducir la altura de la vasija y darle una nueva forma funcional. Al mismo tiempo se generalizó el uso de agujeros de sujeción, presentes en el 58% de las vasijas reparadas.
No todas las vasijas recibían el mismo tratamiento. En la fase I las reparaciones parecen aplicarse al azar independientemente del tipo o decoración de la pieza. Pero en la fase II los habitantes de Dispilio mostraron una clara preferencia por reparar ciertos tipos de vasijas, especialmente aquellas asociadas con el consumo de alimentos, como los cuencos y las jarras de color negro bruñido. Muchas de estas piezas estaban decoradas con motivos pintados o grabados, lo que indicaría que tenían un valor especial más allá de su función práctica.
Señala el estudio:
La expansión de las etapas de vida de tipos y estilos específicos, con énfasis en la reutilización a lo largo de su existencia, sugiere que estos recipientes tenían un valor añadido más allá de sus funciones convencionales. Algunas vasijas incluso mostraban múltiples reparaciones, lo que revela que sus dueños las valoraban especialmente.

Además de reparar las vasijas los habitantes de Dispilio también transformaban algunos fragmentos en herramientas o en otros objetos. Entre los hallazgos más interesantes de fragmentos convertidos en otras cosas hay discos y objetos elipsoidales, fragmentos recortados y pulidos posiblemente usados como fichas o herramientas. Aunque no muestran señales de desgaste, su forma sugiere un uso deliberado.

También posibles cucharas o palas hechas con bases de vasijas recortadas para crear superficies cóncavas. Y objetos perforados con forma de discos con agujeros en el centro, quizás utilizados como pesos para redes o husos para hilar.
El estudio descarta que estas prácticas de reparación y reutilización se debieran simplemente a la escasez de materiales. En cambio sugiere que reflejaban una relación especial entre las personas y sus objetos.
La decisión de reparar o reutilizar una vasija no respondía únicamente a una estrategia económica o a la necesidad, sino que estaba ligada a elecciones culturales y sociales, explican los investigadores. La comunidad neolítica reevaluaba constantemente su relación con sus recipientes cerámicos, decidiendo qué vasijas valía la pena reparar y empleando diversas prácticas y técnicas para prolongar su vida útil.
Desafíaban la idea de que las sociedades prehistóricas veían sus objetos como meros utensilios desechables, poniendo de manifiesto que las vasijas eran para los habitantes de este lugar más que simples contenedores, eran parte de su historia, su identidad y su conexión con el mundo material.
Más allá de su función inicial, es probable que surgieran múltiples nuevos significados, en los que las asociaciones personalizadas e individuales con los recipientes cerámicos se volvieron cada vez más significativas.
Evangelia Voulgari, Marina Sofronidou, Kostas Kotsakis, Flows, transformations, and temporalities in pots life history: The case of Neolithic Dispilio, North Greece. Journal of Archaeological Science: Reports, Volume 66, October 2025, 105308. doi.org/10.1016/j.jasrep.2025.105308
Brujula Verde
