No hay nada casual en la escritura, pasa como en los sueños.
El conocimiento rizomático que diría Spinoza, hace que al escribir de manera aleatoria, de repente emerjan cosas que están enterradas.
Como la estructura de la novela, una historia contiene a la anterior y a la siguiente.
De tal manera que todo tiene que ver con todo, pero nada es lo mismo.
Nombrar hace que las palabras salgan del limbo donde languidecen, se encadenen y vibren de forma aleatoria, que en un principio parece descompasado, pero se transforman en armónicas al poco.
Da igual la dispersión porque todo converge en un punto que antes o después se encuentra solo.
La poesía me gusta porque no es funcional, es difícil y no hace concesiones.
Desarrollar una voz poética es un asunto complejo en tiempos de levedad, donde lo efímero prima. Pero es tan hermoso deambular por espacios fantásticos, dejándose atrapar por el anhelo, que merece la pena la exploración de todo ese inframundo, que corre paralelo.

El dolor del destierro y lo que pasaste te despierta esa musa, pero las palabras son tan dolorosas y deprimentes que las destruyes eventualmente.
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La poesia para mi es reconfortante, placida. Es curioso porque Centroamerica, Guatemala, Honduras, Nicaragua etc tiene una cantidad de poetas excepcionales.
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