La curiosidad

Sugerencia de escritura del día
¿Qué emoción positiva sientes más a menudo?

La curiosidad que mato al bicho, para mi es vida.

Mis hermanos y yo crecimos en un entorno lector. Mi padre leía como un poseso, a todas horas del día y además no era lector pasivo, sino que interactuaba con el que pasaba cerca y le contaba una síntesis de todo aquello que había absorbido y que lejos de saciar su curiosidad, le generaba interrogantes.

A nosotros, niños entonces, nos contagio el veneno.

Éramos cuatro cercanos en edad, tres varones y yo la única niña y la menor y entre medio de los juegos, mi padre era como un oasis, nos relataba lo que pasaba por el mundo, las especies marinas de su enciclopedia o la vida en Vietnam en aquel momento.

Había recibido el ultimo LIFE de EEUU, con unas fotos descomunales de los mejores fotógrafos de la Agencia Magnun y nos narraba lo que con anterioridad había sido Indochina con los franceses y las plantaciones y nos contaba sin filtro lo que estaba ocurriendo en ese momento.

Las fotos en los 60 de lo que fue la guerra, nos fascinaba a los cuatro, que veíamos las revistas sin leerlas, porque en esos momentos no entendíamos inglés, pero eran auténticos cuadros que captaban lo que acontecía sin filtro de censura

No digamos la muerte de los Kennedy, casi en directo o la de Martin Luther King…que fotografías casi podíamos tocar en el papel lo que ocurría, sin contar el Paris del 68 o San Francisco y Tokio, el mundo andaba revuelto, todo el mundo reivindicaba algo.

El National Geografic (que entonces por suerte no era de Murdock) y el LIFE, eran dos ventanas al mundo, en una ciudad africana de casas bajas en los 60 (porque todavía recordaba que era zona sísmica).

En este pueblo del mediodía andaluz de potaje y siesta, solo se veía alterada la paz de sus días, por la feria que cada año acontecía los 10 últimos días de agosto.

Unos días antes del inicio, había una semana de Festivales de España y podías comprar un abono, mis padres lo hacían y lo vivían con júbilo (y nosotros mas porque nos dejaban vivir).

Y cada noche en la Alcazaba, preparaban la cena, mientras el público veía el espectáculo de ballets rusos o Tosca de Puccini, o cante flamenco, cada día un menú diferente de comida y música, que nunca defraudaba.

Iban todos arregladísimos en una sociedad pequeña y pacata que vivía el apoteosis y disfrutaban de la cena y del espectáculo.

Mi madre se iba a la hora de la siesta a la peluquería y se hacía un moño italiano o un moño bajo, muy español y le ponían flores naturales, una o dos, porque iba a continuación a los toros.

Antes de los toros encargaba en la pastelería una merienda, porque aquí todo se hace comiendo (aun hoy).

Es la única capital del país, que se para la corrida a mitad y la gente come y bebe como si se acabara el mundo y no solo tienes que llevar para ti, sino una cantidad suplementaria para ofrecer a los demás que a su vez te ofrecen y sería una gran descortesía no hacerlo.

Mis hermanos y yo esos diez días, respirábamos aliviados porque nuestra controladora madre nos daba tregua, estaba tan ocupada con sus menesteres que podíamos llegar tarde por la noche que no era poco y hacer una vida más libre.

Nos aprendíamos el programa y cada día disfrutábamos de un plan distinto a nuestro aire.

Empezábamos con los gigantes y cabezudos por la mañana, que llevaban unas vejigas secan con las que nos golpeaban y nos hacían daño pero que con el tiempo aprendimos a esquivar.

Había un día en que nos tirábamos nadando en la dársena del puerto que era alta, unos con bañadores y otros sin ellos o con pantalones viejos y recorríamos el puerto a nado, teníamos edades diferentes, pero todos pequeños.

Ganaban siempre los gitanos, parecían los niños de Sorolla de la playa, eran menudos pero musculados, pero sabía a gloria la carrera desde el muelle.

Con la edad se lo conté a mi madre y se horrorizo las cosas que hacía, era una ciudad pequeña y entonces no había peligros y circulábamos a nuestro aire, una suerte de infancia que hoy seria imposible.

Otro día había que dibujar la Plaza Vieja, Plaza de las Cañas de los árabes, despues se ha descubierto con su reforma que era un cementerio gigante.

Unos soportales castellanos que no pegan ni con cola con el laberintico entorno africano y oriental de la ciudad árabe de callejas angostas (que fulmino el desarrollismo de los 70).

Otro día la Batalla de Flores, donde te daban un tema y te disfrazabas rápido para tirar caramelos al respetable. Flores ni una.

Tras diez días terminaba con la procesión devota a la Virgen del Mar y un cirio grueso de cera autentica, no parafina, que manchaba los adoquines de las calles, un ritual que se repetía.

Terminaba todo con una fiesta baile en el Club de Mar, donde mis padres cada año despedían la feria y nos traían pequeños obsequios de la fiesta, que nostalgia de otros tiempos.

¿Pero no tenía que hablar de la curiosidad?

 I´so sorry.

Publicado por ilabasmati

Licenciada en Bellas Artes, FilologÍa Hispánica y lIiteratura Inglesa.

3 comentarios sobre “La curiosidad

  1. Que lindo y que envidiable relato. Hoy lo que cuentas se considera una curiosidad, no conocen los placeres simples. Gracias por tan bonito relato, parte de tu historia.

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    1. Lola todo ese mundo ha desaparecido. Mi provincia era la penultima mas pobre del pais y de pronto somos de las mas ricas, pero el precio ha sido que ha abatido todo, no queda nada, yo ouestos a elegir prefiero que la gente no emigre y coma todo los días, pero ha sido tan rapido, que no han dejado ni un ladrillo, si vienes solo te podre enseñar la catedral, que como habia tantos ataques piratas hicieron un castillo y cuando sonaba la campana todo el mundo corriendo dentr, es unica en todo el pais.

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