Mi madre era una jugadora maravillosa de poquer, con esa mezcla de guapa, lista y malvada, que se fingía tonta y tímida y que desplumaba la mesa entera con el encanto de la seducción.
Hubiera podido ser una profesional de una de esas barcazas del Misisipí con un atractivo Clark Gable y un ambiente afrancesado del sur de EEUU del XIX, quitando que se mareaba como un atún en cuanto flotaba sobre algo.
Mi abuelo por parte de padre, un empresario hecho a si mismo de Motores Campbell que lo arruino el crack del 29, escribió 7 libros de poquer en una bibliografía amplia, con las mejores estrategias, algunos de ellos todavía pululan por las ventas de segunda mano.
Este abuelo mío tuvo una vida novelesca, nacido en Vélez Málaga hijo del primer alcalde democrático de la I República, nació en un tejar boyante.
La repentina muerte por aneurisma de su padre joven, sumió su hogar en una repentina ruina después de que un hermano casi adolescente se hiciera cargo del negocio con una pésima gestión.
Perdieron casa y patrimonio y para aliviar la maltrecha economía familiar, mi abuelo con 10 años se vino a trabajar a Almería a una ferretería céntrica denominada el Llavín, donde dormía y comía. Bueno, es un decir, lo único que comían en todo el día era un chocolate terroso que les daba el dueño del negocio junto a la miserable habitación.
Mi abuelo habilidoso para la supervivencia desde pequeño, se las ingeniaba con una caña de pescar con más hambre que el perro de un ciego para robar viandas del patrón. Prácticamente vivía de las propinas, no tenía sueldo, llevaba los encargos a los domicilios, encargos de hierro que pesaban demasiado para un niño tan pequeño.
El caso que, con la caña de pescar robaba con discreción y desde su ventana se introducía en la despensa del avaro y deleznable dueño, que tenía a la plantilla esquelética trabajando 7 días en semana.
Capturaba longanizas y se comía una y volvía a dejar las ristras colgando del mismo sitio.
Otro día una morcilla…y así pasaban los días sin que las tripas rugieran tanto y eso le salvo de enfermar en pleno crecimiento.
Su hermano rechazaba su actitud y con la menor escusa le propinaba palizas. La miseria trae esas lindezas.
Su hermano, causante de la desgracia familiar, era un chico joven y taciturno, aficionado a las mujeres y el poco dinero que ganaba, lo empleaba en ello, quizás para aliviar las amarguras que lo invadían, lo que termino con su vida con poca edad.
Al final enfermo de tuberculosis y murió al poco un milagro no contagiara.
Mi abuelo como un perro callejero con sus propinas y 10 años, los domingos compraba caña duz y alquilaba un bote en el puerto para pasear solo.
Muy pequeño para el trabajo que realizaba porque tenía que transportar esa ferralla a lugares alejados y su cuerpo era el de un niño todavía, pero a las personas que se lo llevaban, a sabiendas de sus carencias, les daban comida y una propinas buenas.
Este niño en condición limite, no voy a contar su vida, le fue bien. Hizo una fortuna en vida porque al igual que el embutido que robaba, tenía mucho ingenio para los negocios.
En Almería cuando se casó, puso un negocio de motores para la extracción de agua porque vivimos en un desierto y la minería se había agotado y la filoxera se había cargado los cultivos de la uva.
Debía todo, la carpintería, los cristales, les dijo a todos que confiaran en él que pagaría y el día de la inauguración, estallo la primera guerra mundial, un horror.
Como no quería decepcionar a tantas personas buenas, decidió fletar barcos que lleno de carretillas, railes, hierro y todo el metal sobrante de la minería que ya no se usaba para venderlo a los países en conflicto que se lo pagaron a precio de oro. Hizo una fortuna y se fue a Madrid.
Mi padre nació en el Barrio de Salamanca con chofer, mayordomo erc y estudio en el Pilar, después estudio cuatro cursos de medicina y al estallar la guerra civil tuvo que alistarse en caballería, media guerra fue nacional y media republicano, no por deseo propio, sino porque así lo decidió el destino.
Al terminar mi abuelo, como había ayudado a recaudar fondos para la republica de los empresarios, le fueron incautados los bienes y condenado a muerte para variar.
Uno de sus hijos fundador de la Falange le hicieron el paseíllo y tuvo que buscarlo entre los cadáveres que abandonaban en las aceras, fue terrible.
Mi abuelo entre medio, como astuto que era, a rio revuelto hizo levantamiento de bienes y vendió a testaferros, nadie dijo nada o no se enteraron y salvo dos cortijos grandes casas etc.
Los tribunales militares que había, tenían pocas garantías legales y eran rapidos ejecutando las sentencias, pero él contrato a un buen amigo abogado que le salvo el pellejo, un privilegio que no tuvieron otros.
Otro hijo se suicidó tirándose al pozo del cortijo de Huercal donde pase parte de mi infancia y que hoy es un colegio privado (El Agave) donde el alcalde pretende levantar un busto de mi ancestro.
Aquello lo convirtió en lavadero de mineral después de la guerra y toda su producción se vendía al completo a la Bayer de Hamburgo.
Mi padre bilingüe de alemán, se hizo cargo de la gestión de los bienes, a regañadientes, empresario a la fuerza cuando su vocación era la medicina.
Tras la guerra, debido al desastre de muertes y suicidios en la familia, a mi padre muy joven lo mandaron un par de años a Tánger con un familiar que era el Gran Maestre de los Masones, una cabeza privilegiada, exiliada allí que trabajaba de juez.
Por parte de mi madre también eran masones, había 5 logias en la ciudad, eran socializantes, y este abuelo le incautaron todos los bienes y le impidieron trabajar después de la guerra.
Mi abuelo buscavidas, monto varios negocios con los que había podido salvar de la quema, pero su salud afectada por tantas adversidades, le asesto un derrame cerebral que lo dejo fuera de juego.
Pero seguía jugando al poquer con gran inteligencia y no dejo nunca de hacerlo a pesar de haber perdido la noción de todo.
Mi madre cada fin de semana tenía una partida en el Cortijo Santa Sofía de Antonio Moreno en Huercal de Almería, donde cantábamos y reíamos ajenos al mundo que mientras crecía.
Cuando con 18 me case, mi marido me pidió que no mencionara que había crecido al lado de una mesa de poquer porque procedía de un entorno agrícola, donde la religiosidad agrícola lo contemplaba como algo de gente de mala vida.
Muy al contrario, en mi tierra era un atributo cosmopolita.
Mis labios estuvieron sellados durante casi 45 años, pero no por ello deje de echarlo de menos y cada vez que podía de manera clandestina y plácida, jugaba como quien comete un pecado capital.

Que historia tan linda y fascinante llena de ejemplos, el que nace luchador sobrevivirá todas las pruebas. Una vida terriblemente dura pero muy digna de admirar. Debes estar muy orgullosa de tu abuelo, tu papá y tu mamá, no eran del montón. Felicidades Rosa magnifico tu ADN y el de tu hermano. No en balde. De casta le viene al galgo.🌹🙏👏
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bonica eres. En contra de lo que puedas pensar, mi abuelo no fue una persona resentida, ni amargada por el pasado, era feliz como una perdiz pero yo creo que porque siempre miraba al futuro, y estaba muy agradecido al destino. No fue al colegio y toda su vida escribio libros que le publicaron, le dio mucho valor a los idiomas, y los niños todos sabian aleman desde pequeeños porque estaba convencido que lo que venia era esa potencia, seguramente hoy les habria educado en chino, perfo sobre tod era alguien muy vital, muy lleno de energia, que en vez de buscar problemas buscaba soluciones y no hablaba mal de nadie.
Me gustaMe gusta
Me hubiera gustado tu abuelo ! No soy aficionada a los juegos de mesa pero el único juego que me encanta es el poker.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bonica eres. En francia hay montones de juegos de cartas maravillosos. Un placer que estes aqui, mi abuelo fue maravilloso, sobre todo porque nunca perdio la esperanza.
Me gustaMe gusta