Manuel Martinez Ajado

Sugerencia de escritura del día
Explica una historia sobre alguien que haya tenido un impacto positivo en tu vida.

Mi médico naturista, un dinosaurio del Cámbrico, con 12 títulos universitarios (entre ellos, farmacia, medicina, derecho, teología etc) dos MIR, unas oposiciones a inspector médico, una estancia en Paris para ser homeópata e infinidad de años en China trabajando de acupuntor.

Tenía una niña de 10 años que como un pollo estaba todo el día con el pico abierto por falta de aire y la única solución que brindaba la sanidad pública era cortisona.

Decidieron inyectar una vacuna semanal a ver si remitía. Sabía que no iba a hacer nada, con lo que cada vez que le daban el pinchazo semanal, seguía un ataque feroz de asma en el que zozobraba ella y yo detrás.

Al tiempo decidieron reducirla un 25%, de agua, después un 50% y más tarde un 75%, tampoco funcionó.

La progresión era la misma, de nuevo pinchazo, ataque feroz de asma, y más inyección de cortisona.

Con el tiempo se invirtió el proceso…cuando venían a inyectarle, como los perros de Paulov y los reflejos condicionados, le daba el ataque de asma antes de empezar.

Fue tan insostenible el tratamiento, que decidí pararlo, con gran enfado de mi entorno (salvo la enferma).

Me resigne a mi suerte. La niña estaba hinchada como un balón de tanta cortisona y yo me sentía atrapada porque no veía solución.

De Almoradí pase a Torrevieja en un año y después a Benidorm. Entre medio intente que nuestras vidas fuera lo más normales posible, que era como pedir peras al olmo.

Y apunte a la niña a Ingles. La profesora norteamericana, hija de españoles, me pidió con premura que fuera a hablar con ella.

Me conto que había percibido que la niña era asmática -ella también lo era- y que por favor la llevara a su médico a Valencia que seguro que la sanaría al poco (como así fue).

Yo la oí como quien oye llover, pues para mí solo había una medicina que era la alopática y si esta no había podido solucionar el entuerto, difícilmente la medicina natural lo conseguiría. Pero no perdía nada en ir, peor que estaba era imposible.

Si me hubiera dicho un curandero en Madagascar, habría ido también.

Llego el día, y me presente en una casa muy antigua, céntrica, en un buen barrio. En realidad, el medico era el dueño del edificio, que se caía a trozos. Parecía la morada de Drácula. La profesora me pidió que me arreglara mucho, pues si no le gustaba nuestro aspecto, no nos abriría la puerta.

Temía encontrar a un excéntrico, como así fue, pero lejos de ser alguien desagradable, era extremadamente sensible, y percibía el exterior como una amenaza, por lo que vivía atrincherado en su castillo ficticio.

Efectivamente nos repasó por la mirilla, pero nos abrió la puerta y a partir de ese momento, nuestras vidas cambiaron para bien y mi hija recobro la salud en poco tiempo (los milagros existen).

Subimos varios pisos a pie, hasta llegar a su casa. Allí nos esperaba una chaiselonge del XIX, que parecía del gabinete del Dr. Caligari.

Hasta llegar allí, atravesamos columnas de libros verticales que llegaban al techo, como un laberinto, que teníamos que sortear con cuidado para no derribarlos.

El suelo estaba inclinado y era hidráulico, precioso.

Era una selva de libros.

Exploro a la niña, era pediatra en la sanidad pública.

Me pregunto muchas cosas, hábitos de comida, forma de vida, relación emocional de la niña en familia etc.

Me explico que no podíamos luchar contra la predisposición, pero si contra el factor emocional que ella añadía, que era la angustia vital, por lo que se constituía en imprescindible el que hiciera deporte de forma habitual y cambiara de hábitos alimenticios.

Así pues me elaboro un plan de vuelo, que constaba de una gradación descendente, primero había que abandonar la medicación, pero no de forma abrupta, sino escalonada, de puntillas y con pies de plomo.

Acompañado de una alimentación sin pescado azul, a base de comida poco procesada, fruta, verdura, carne blanca etc. Y lo más importante, deporte cada día.

Le expresé mi agrado por esa optimista prescripción, pero ¿cómo lo íbamos a hacer?

Me explico que, a partir de ahora, todas las emociones que rodearan a la niña serian positivas, pero le exigiríamos a la vez que cumpliera su parte, apuntándola a un gimnasio (cosa que hice).

Jamás volvió a tocar la cortisona en su vida, ni repitió el asma, creció sana y feliz y fue tan rápido y venturoso el proceso, que toda mi familia quiso tenerlo como médico y nunca decepciono.

Siempre se lo agradeceré, pues nos sacó y digo en plural, del hoyo más profundo y oscuro que he estado nunca.

Publicado por ilabasmati

Licenciada en Bellas Artes, FilologÍa Hispánica y lIiteratura Inglesa.

2 comentarios sobre “Manuel Martinez Ajado

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