Las dos esculturas griegas son encontradas en las cercanías de la localidad de Riace, en la provincia de Regio, en 1972.
Los Bronces de Riace eran rubios y dorados y se fabricaron en Argos, en el Peloponeso griego, ambos a mediados del siglo V a.C., en el mismo taller pero por diferentes maestros.
En la época griega, las estatuas aparecían rubias y doradas, en la época romana eran de un negro brillante. Los bronces se exhibieron originalmente en Argos. Después, fueron llevados a la capital y exhibidos allí al menos hasta el siglo IV d.C.
Los Bronces en origen eran cinco y no dos, y tienen un origen mitológico: formaban parte de un grupo estatuario que representaba el momento inmediatamente anterior al duelo fratricida entre Eteocles y Polinices, hermanos de Antígona, del mito de los ‘Siete contra Tebas’ relacionado con el de Edipo. A y B son Polinices y Eteocles, que se retan a duelo por el trono de Tebas.
Son conocidos como Bronce A (el joven), Bronce B (el viejo)
Los dos bronces son piezas originales griegas del siglo v a. C. y su descubrimiento estimula a investigar su identidad y sus autores. Pero, persiste la controversia respecto a la datación, a la procedencia y a la autoría de las dos esculturas.
El 16 de agosto de 1972 un submarinista aficionado, Stefano Mariottini, joven químico romano, se encuentra buceando a unos 8 metros de profundidad y a una distancia de la costa de unos 300 metros, persiguiendo un mero, cuando descubre lo que parecía una extremidad emergiendo del fondo marino.
Asustado y pensando que ha encontrado un cadáver humano, avisa a sus dos compañeros. Finalmente se da cuenta de que lo que ve corresponde al brazo derecho de la estatua que luego es conocida como bronce B. A su lado el propio Stefano halla una segunda escultura, el bronce A.
Avisadas las autoridades, las dos figuras son recuperadas por el cuerpo de carabineros submarinistas de Mesina. Se utilizó un balón plástico que se rellenó de oxígeno. Con este aparato el día 20 de agosto de 1972 emergió a la superficie el bronce B, y al día siguiente el bronce A, después de un primer intento infructuoso con este último.
Al año siguiente un equipo al mando del investigador Nino Lamboglia trata de encontrar el pecio del barco que habría transportado las esculturas, pero tras varios intentos sólo se hallan 28 argollas metálicas, probablemente pertenecientes al velamen de una nave, así como un fragmento de lo que podría ser la empuñadura del bronce A.
Una hipótesis apunta a que los tripulantes de la supuesta nave pudieron haber arrojado por la borda tanto las dos esculturas como restos del aparejo, con ocasión de alguna tormenta, naufragando posteriormente el barco en otro lugar, o alcanzando por fin la costa.
Otros estudios realizados por Paolo Moreno, profesor de Arqueología e Historia del Arte griego y romano de la Universidad de Roma han aportado otros datos. La aparición de algún resto de madera de lo que pudiera ser una nave romana de época imperial, y el hecho de que las dos figuras fueran encontradas a poca distancia (hecho este que difícilmente habría ocurrido en el caso de que hubieran sido arrojadas voluntariamente) hacen que la hipótesis del lanzamiento por la borda se ponga en duda.
Durante las primeras intervenciones realizadas por los técnicos del Museo nacional de la Magna Grecia de Regio de Calabria es evidente la excelente factura de las dos figuras, y se confirman las sospechas que apuntan a que se trata de dos ejemplares del siglo v a. C.
Son registradas como 12801 y 12802 y se comienza una paciente labor de desprendimiento de los restos de conchas y concreciones calcáreas que se habían adherido a la superficie.
Al mes de su descubrimiento, y con la publicación de las primeras diapositivas, la comunidad científica es consciente de la importancia del hallazgo. En seguida se dan cuenta de que con los limitados medios con los que cuentan es imposible realizar una restauración completa, decidiéndose su traslado a Florencia.
En enero de 1975 las dos estatuas estan a cargo de Francesco Nicosia, superintendente de los bienes arqueológicos de la Toscana, en el afamado taller del Offizio delle pietre dure.
Tras cinco años de restauración en los que se utilizaron diversas técnicas, además de la limpieza total de superficies con instrumentos diseñados específicamente para las esculturas,se someten a análisis con ultrasonidos, tratamientos de benzotriazol en áreas localizadas, rayos gamma y rayos X, necesarios para conocer su estructura interna, estado de conservación y el grueso del metal (detectándose un problema de oxidación interno), las estatuas se exponen en el Museo Arqueológico de Florencia primero, y después en el Palacio del Quirinal, residencia oficial del presidente de la República Italiana en Roma, siendo trasladadas posteriormente a su ubicación definitiva: Regio de Calabria.
A principio de los años noventa se observa la aparición de numerosos fenómenos de degradación que aconsejaron el traslado de las figuras nuevamente a Florencia para ser vaciadas completamente de los restos que en su interior se encontraban fruto del proceso de fundición, la llamada a la cera perdida.
La correspondiente al bronce B se identifica como proveniente de la Atenas del siglo v a. C., mientras que la del bronce A provenía de Argos.
Tras un tratamiento anticorrosión las esculturas son nuevamente trasladadas a su residencia habitual, donde están expuestas en la gran sala, sometidas a una temperatura constante de 21-23 grados y a una humedad constante del 40-50 %.
Los estudios han determinado que las dos figuras se realizan siguiendo el método llamado a la cera perdida,un método difícil en el que no cabe el error, ya que una vez que se vierte el bronce el modelo previo en barro se destruye. Esta técnica consiste en hacer una primera figura de barro con la forma del objeto a realizar. Posteriormente se recubre con una fina capa de cera (de un espesor que varía de los 7 a los 8 milímetros en el caso de las estatuas de Riace) que, a su vez es cubierta por otra capa de barro, u otro material refractario en el que se hacen varios orificios.
El metal fundido, bronce generalmente, es vertido por uno o varios agujeros (bebederos) situados en la parte superior, y la aleación iba desplazando a la cera que salía por uno o más orificios inferiores.
Una vez enfriado todo el conjunto, se rompe la capa de barro exterior, quedando el bronce final. Con un elemento puntiagudo se rompe también el núcleo original para dar paso a la pieza terminada.
Pero dado el tamaño de muchas de las figuras es normal que cantidades importantes de barro queden presas en el interior del bronce, como ocurre en el caso de los dos guerreros de Riace, lo que permite a los investigadores su análisis para poder determinar con mayor o menor exactitud su procedencia.
Una vez conseguida la pieza en bronce se repasa, para ajustarse, con la máxima fidelidad, a lo que el artista plasma en la primera pieza en barro. En esta labor se cortan los bebederos y se repasan los desperfectos que puedan haber surgido durante la fundición.
Asimismo se sueldan los agujeros dejados por los bebederos, y se unen las piezas que configuran la obra total con un hilo de la misma aleación utilizada. Después de esto, la obra se alisa mediante una especie de lijado de la superficie, pulimentaba y abrillantaba por un frotado finísimo, hasta que el poro del bronce queda completamente unificado. Más tarde se procede a dar las pátinas, con objeto de colorear el metal.
En el caso de los bronces de Riace, por ejemplo, las dos figuras están abiertas bajo los pies, de manera que al estar erguidas las figuras estos agujeros quedaban ocultos. Los restauradores encuentran en el interior de las obras alrededor de sesenta kilos del barro original en cada uno.
Además de bronce, en la fabricación de las esculturas se utilizan otros metales: plata para los dientes del bronce A, y para las pestañas de ambas esculturas, marfil para la cuenca de los ojos y cobre en los labios y en los pezones.
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Gracias, un placer que seas tan generoso.
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