
Óleo sobre cobre 28 x 20 cm. Wellcome Institute of the History of Medicine. Londres.
Nacida en 1207 e hija del rey húngaro Andrés II, se distingue por su vocación cristiana desde la infancia, pues, según su hagiografía, desde los 5 años, reza con devoción.

A los 14 años, se casa con el futuro landgrave de Turingia, Luis IV.
1226, funda su primer asilo de necesitados, donde da compañía, asistencia y sustento.
A los 20 años, ya es viuda, y, llevada por su deseo de servir a los más desfavorecidos, renuncia a una nueva oferta de matrimonio, a sus títulos e incluso a sus hijos.
Abandona entonces el palacio de Wartburg, dejando atrás una vida de privilegios, y se traslada a Marburgo, donde funda un asilo.
Allí lleva al extremo su entrega a los enfermos, especialmente con los leprosos.
Se cuenta que les besa los pies, e incluso que permite que duerman en su cama.
En esta obra de Elsheimer, aparece un leproso en primer plano con la pierna vendada para cubrir las úlceras.
Esta vida de sacrificio la lleva a morir con 24 años, el 17 de noviembre de 1231.
Su cadáver huele a perfume.
Pronto nace una especial devoción a Santa Isabel y sus milagros se suceden.
Alivia los dolores de un monje enfermo al que se aparece en sueños, resucita a un ahogado y levanta de su tumba a un ahorcado.
Esta pintura muestra este asilo de Marburgo tal y como lo imaginaba Adam Elsheimer, quien lo pinta hacia 1597.
Hay dos salas separadas para hombres y mujeres, apareciendo Santa Isabel, distinguida con un halo de santidad, dando de comer a un enfermo, mientras otras dos damas vestidas de manera elegante, en contraste con la sencillez de la santa, le sirven de asistentes.
La habitación principal está ampliamente iluminada y bien ventilada, tal y como era la costumbre en la arquitectura de los hospitales en el Renacimiento.
La oscuridad de la sala del fondo se resuelve con una lámpara sostenida por una cuerda que sirve para regular su altura.

Especial atención merece el enfermo al que atiende la santa.

La mirada fija, la lengua fuera y la tensión de los músculos parecen indicar una enfermedad nerviosa, quizá epilepsia.

Con gran esfuerzo, quizá inspirado por la presencia de la propia Isabel, consigue juntar las manos para rezar antes de recibir el alimento.

Éste es el principal cometido de los asilos, donde la ayuda médica apenas se reduce a los preparados a base de plantas y a la visita esporádica de los médicos universitarios, que bien poco pueden hacer con sus tratamientos basados en el equilibrio de los humores y en el análisis de la orina recogida en los orinales.
La última esperanza, tal y como parece indicar la presencia de esculturas y pinturas religiosas, es la fe en la curación, si no en la tierra, en el cielo.

VIGUE JORDI, RICKETTS MELISA. La Medicina en la pintura. El arte médico. Ars Medica. Depósito Legal: M.40.757-2007. Página 90.
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