
La obra de Kengo Kuma rescata y reinterpreta, en lenguaje contemporáneo, espacios tradicionales y técnicas artesanales de la cultura japonesa

Crea sus proyectos con volúmenes sencillos con expresivas fachadas construidas con fragmentos de materiales diferentes.

Piezas modulares de madera, cerámica, vidrio y piedra se unen para crear superficies capaces de generar atmosfera de inmaterialidad.

El respeto por la naturaleza esta en su obra.

Contiene el espíritu y la mística de la cultura japonesa.

1954 nace en la prefectura de Kanagawa, y despues se traslada a la ciudad a estudiar, en 1979, a la Universidad de Tokio.

1985 tras conseguir una beca del Asian Cultural Council, viaja a la Universidad de Columbia, como investigador invitado.

1987 a su regreso a Tokio, crea el Spatial Design Studio.

1990, abre su propio estudio, Kengo Kuma & Associates.

El espacio es resultado de la naturaleza y el tiempo.

Creo que mi arquitectura constituye una especie de marco para la naturaleza, para disfrutarla de manera íntima y profunda.

Además, la transparencia se considera una característica de la arquitectura japonesa, por ello trato de emplear materiales ligeros y naturales para conseguir un nuevo tipo de transparencia.

Mi primer edificio contrasta con el resto de mi obra porque eran los años ochenta, cuando regresé de Estados Unidos y venía cargado de la formación y de la influencia posmoderna de la Columbia. Ese edificio refleja el caos de la ciudad y el lenguaje arquitectónico de esa época.

El cambio en mi discurso se da porque llega una crisis económica muy fuerte en Japón, que me obliga a mirar a mis raíces y me motiva a recorrer el país.

Yo nací en una casa tradicional japonesa con piso de tatami, divisiones de papel de arroz y patio de tierra apisonada. Mi niñez transcurrió en el campo, rodeado de la naturaleza y de bosques de bambú.

Considero que el siglo XX hizo que nos olvidáramos de los desastres naturales y de la singularidad del lugar. Es por ello por lo que la arquitectura del siglo XXI debe ser un camino de retorno a las raíces.

En mis proyectos me interesa trabajar con los artesanos, que conocen los materiales del lugar y utilizan técnicas que no se deben extinguir.

Reinterpretar y potenciar las posibilidades del trabajo artesanal es parte de mi compromiso con la arquitectura que hago.

Estar abierto a explorar nuevas maneras de practicar el oficio no es un problema de edad, sino una actitud mental. A veces encuentro un artesano bastante mayor o un joven interesado en probar nuevas ideas, en otras ocasiones puede ser un joven o un artesano mayor el que se niega a explorar ciertas técnicas y, usualmente, lo hará por razones de orgullo. Para mí el intercambio de ideas y de maneras de hacer las cosas debe ser un camino de retroalimentación y crecimiento alejado de todo arquitectura contemporánea que basa el proceso de diseño en las raíces existentes.

Quiero hacer una arquitectura que sea tan suave como una tela y a la vez llena de texturas, que se aleje de la estandarización, de ser minimalista. Considero que el ser humano necesita de ambientes y sensaciones cálidas. El límite no es la calidad de vida que provee la arquitectura; esta debe ir más allá y procurar la belleza de la forma.

Por eso, en mis trabajos un elemento importante lo constituyen la luz y la sombra como recurso para destacar la belleza del material.

Igualmente, me exijo siempre conocer y reconocer el lugar, experimentar en el proceso de creación. La información a través de fotografías, videos e imágenes resulta insuficiente, no significa nada para mí si no recorro el lugar.



La experiencia al caminar significa ser.


No es solo el punto de llegada lo que interesa, sino la secuencia involucrada.




Son la materialidad y las texturas que acompañan el entorno, el olor, los colores, las dimensiones, el tamaño de los ladrillos, de las tejas o cualquiera que sea esa partícula distintiva del lugar.


Cada lugar, cada sector, cada ciudad del mundo –e incluso en el interior de las mismas– tiene una caracterización definida por su materialidad y significado, a lo que llamo partícula.

Por ejemplo recuerdo que empleé el concepto de partícula pequeña, muy fina, en el museo de arte Hiroshige con un sinnúmero de elementos y secuencias muy delicados que responden a mi interpretación del lugar.


Eso les gustó a los promotores de la tienda Louis Vuitton en la calle Omotesando, en Tokio, y por ello querían replicarlo.


Me llamaron para que adoptara los mismos conceptos en su nuevo espacio.


Sin embargo, las partículas de una ciudad como Tokio, y más aún de una de las calles de mayor intensidad del mundo, como lo es Omotesando, mata la pequeñez que es lo que se promueve en el museo de arte Hiroshige.


Esa calle maneja tamaños de partícula grandes, hay cambios permanentes, bruscos, y llegar a controlar esas diferencias permite encontrar el balance para proponer una arquitectura acorde con su entorno. Cada proyecto es singular en ese sentido.


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