Zuloaga, El cristo de la sangre, 1911

Ignacio Zuloaga, El cristo de la sangre, 1911

Zuloaga/Sorolla, el negro sobre blanco, la enfermedad y la salud, la tragedia y la fiesta, lo hondo y lo superficial, lo feo y lo agradable, las dos Españas.

Zuloaga, Vista de Toledo. Nació en Éibar, Guipuzcoa el 26 de julio de 1870.
Trabajó siendo niño en el taller de su padre, Plácido Zuloaga conocido damasquinador, tomando contacto así con el dibujo y el grabado; su tío Daniel Zuloaga, gran ceramista, ejerció una poderosa influencia sobre él.
Sorolla. Cosiendo la vela.

La obra de los dos artistas se convierte en motivo de debate sobre todo por los regeneracionistas de la época de la Restauración y en particular de los miembros de la Generación del 98.

Zuloaga, Inició su formación artística en las salas del Museo del Prado, copiando las grandes obras de José de RiberaDiego VelázquezEl GrecoFrancisco de Zurbarán y Francisco de Goya, a los que consideró sus maestros, forjándose así la estética que se puede apreciar en su obra madura, encuadrada dentro de la tradición de la pintura española del Siglo de Oro.


Sorolla. La madre.

La ficción negro y blanco no lo inventan ni Zuloaga, ni Sorolla, sino que viene de atrás.

Zuloaga. Viajó por primera vez a Roma en 1889, donde trabajó en un taller de la Via Margutta.
Posteriormente marchó a París, en 1990, centro en ese momento de las vanguardias artísticas e intelectuales, quedando impresionado y fascinado.
Sorolla

Por un lado están los fabricantes de costumbrismo blanco, el de los fabricantes de postales y pósteres andaluces.

Zuloaga. Casa de Segovia 1917. Viajó por primera vez a Roma en 1889, donde trabajó en un taller de la Via Margutta.
Posteriormente marchó a París, en 1990, centro en ese momento de las vanguardias artísticas e intelectuales, quedando impresionado y fascinado.
1909 Sorolla, Paseo a la orilla del mar.

Por el otro el costumbrismo negro, sin trampa ni cartón, Goya.

Goya, Una corrida de toros de pueblo 1812-1814
Goya, Los Zancos, 1791-1792.

O lo que es lo mismo, los costumbristas de lo andaluz, más que andaluces y los llamados costumbristas de veta brava.

Unas mismas costumbres para las dos Españas, una en tecnicolor y otra en blanco y negro.

Zuloaga. Víspera de la corrida. Se instaló en el barrio de Montmartre, entrando en contacto con, entre otros: Paul GauguinHenri Toulouse LautrecVincent van GoghEdgar DegasÉmile Bernard y Maxime Dethomas, con Valentine, hermana de este último se casaría.
Sorolla. Y aun dicen que el pescado es caro.

1865 Manet de viaje por España percibe que lo genuino español es comprender e Velázquez, de la única manera moderna posible, es decir a través de Goya ¿Quién aclara la modernidad de Goya?

Manet. Boating, 1874.

1890-1920 hay un redescubrimiento del Greco que da la respuesta, él es el que explica y reinterpreta el pasado o para completar la imagen romántica del negro de la Escuela Española.

El Greco

Otros desde una perspectiva formalista, ven al Greco como elemento dinamizador de la emergente vanguardia.

El Greco, Entierro del Conde Orgaz

Hay quienes analizan la espiritualización alucinada o alucinante de sus imágenes en clave místico idealistas o simbólicas, como culminación de un pasado.

El Greco

Hay quienes lo hacen en clave psicológica como heraldo del porvenir de un nuevo tipo de hombre.

Entre los primeros hay que contar con pintores y escritores del simbolismo, los decadentes, mientras que en el segundo hay que emplazar a los vanguardistas del expresionismo.

El Greco

El representante más característico del negro verde y del simbolismo es Zuloaga, jaleado por ellos por los noventayochistas, quien da origen a una corriente de artistas locales, como Romero de Torres o José Gutiérrez Solana.

Gutiérrez Solana. Mujeres de la vida, 1915
Gutiérrez Solana
Romero de Torres. La buenaventura 1922.
Romero de Torres. La familia Besabe

Pero si Zuloaga es el adverso, Sorolla es el reverso de la moneda española.

Zuloaga. Igualmente se introdujo en el círculo de artistas catalanes que allí se encontraban: Maurice Utrillo y Santiago Rusiñol, con los que volvería a Italia para recorrer la Toscana.
Sorolla. Clotilde y helena en las rocas de Jávea.

1910-1920 coincide con el desarrollo del simbolismo español, es cuando los noventayochistas dan la batalla a favor de Zuloaga y también cuando el enfrentamiento local entre este y Sorolla cobra especial virulencia.

Zuloaga, 1910. Mi tío Daniel y su familia. París fue la ciudad de sus primeros éxitos, mostrando en el Salón de 1899 su «Retrato de familia», que fue adquirido por el Estado francés.
Sorolla. Buscando marisco, Playa de Valencia 1907.

Las acusaciones de facilidad y comercialización se repiten contra Sorolla, lo que hace necesaria cierta explicación.

Sorolla, El crit del palleter, 1884

No basta con lo obvio del éxito nacional e internacional obtenido por Sorolla y las correspondientes cotizaciones obtenida por sus cuadros bastante insólitas por elevadas, en el panorama artístico español de entonces, ni la correspondiente acumulación de una fortuna.

Sorolla, Muerte de Pedro Velarde y Santillan

Anglada Camarasa y Zuloaga, obtienen también grandes éxitos internacionales y alcanzan mas que desahogadas fortunas personales.

Pero a diferencia de Sorolla, tienen menos éxito popular en España.

Sorolla, Los pescadores con sus redes, 1896

En el antisorollismo, muy generalizado entre los del 98, funciona el agravio comparativo, además del enfrentamiento ideológico de dos concepciones opuestas sobre la imagen representada y representable del país.

Sorolla, Besando la reliquia, 1893

Esa actitud se vio aumentada por las campañas de agitación de la opinión publica en favor de Sorolla que emprende Blasco Ibáñez.

Sorolla. El padre Jofre protege a un loco, 1887.

Las afinidades temperamentales entre el escritor y el pintor valenciano son evidentes.

Sorolla, La vuelta de la pesca, 1894.

Hay que añadir a esto el triunfo de Sorolla en la Exposición de Paris de 1900, un triunfo que comparte con figuras internacionales y que deja fuera de lugar a figuras como Zuloaga.

Sorolla, Otra margarita, 1892

Así Unamuno apasionado de Zuloaga establece una distinción entre la España de Blasco Ibáñez y Sorolla, que en su opinión es superficial, instantánea y como tal solo visual y por el otro la de Zuloaga, que es profunda, espiritual, meditada y literaria.

Sorolla. Saliendo del baño, 1915
Zuloaga. Su fama como retratista creció rápidamente en París y de allí pasó a Estados Unidos, donde tuvo una numerosa y acaudalada clientela, y donde expuso sus obras a lo largo de su vida, cosechando enorme éxito por todo el mundo.

Aunque en la confrontación Sorolla-Zuloaga hay una excepción que merece un comentario aparte.

Y es el caso de Azorín, que se alinea de forma diferente a sus colegas de Generación.

Donde mas claramente se manifiesta Azorín a favor de Sorolla es en un libro, cronológicamente tardío, pues se publica en 1946, con el título de Valencia.

Zuloaga. Corrida de toros en Eibar, 1899. A pesar de estos logros, e influido por la ideología de la Generación del 98′ española, volcó todo su esfuerzo e interés en el paisaje y el costumbrismo de las raíces de los campos y las gentes castellanas.
Sorolla, Triste Herencia, 1899

Las menciones que hace a Zuloaga por estas fechas o posteriores, siempre respetuosas, no dejan de traducir reservas y en ningún caso tienen un todo elogioso que dedica a Blasco Ibáñez.

Zuloaga. Es por esto que se puede apreciar en su pintura la austeridad en sus paisajes, y la dignidad callada y humilde de su gente.
Sorolla, Capturando el momento, 1906

Quien no simpatiza con la figura de Sorolla es Valle Inclán.

Zuloaga. El cristo de la sangre. 1911. Las características de esta temática le exigieron unos colores en su paleta que resaltaban los aspectos más dramáticos de lo que conocemos como España Negra, que la citada Generación reflejó de forma dura y descarnada.

Sorolla. Niños en la playa, 1909.

El escritor gallego procede del paisaje que Azorín define como la soledad verde, elabora su propia estética decadentista, antes de 1900 y sobre todo, sienta catedra pictórica en la tertulia del Nuevo Café de Levante, donde entre 1903-1916, pasan casi todos los pintores españoles del momento incluido Zuloaga, pero no Sorolla.

Zuloaga. Es por todo esto que su obra fue polémica y discutida en su época, por la crudeza de su dramatismo, de un realismo y expresionismo casi obsesivo por plasmar en sus lienzos la crónica social de la época.
Sorolla. El día feliz, 1892.

Los lances del debate toman mayor claridad en los más jóvenes del 98, como Ortega y Pérez de Ayala.

El tono de ambos no dejo de ser combativo y claramente zuloaguesco, pero no dogmático y aun menos antisorollista.

Zuloaga. Vista de Segovia. Tuvo durante quince años un estudio en Segovia, hasta 1913, donde pasaba los otoños haciendo trabajos que después llevaba a París.
Sorolla. Pescadores valencianos, 1891

Pérez de Ayala, refinado esteta y buen conocedor del arte español contemporáneo, defiende la legitimidad de la visión negra de Zuloaga, pero estima que la defensa de esto se haga compatible con Sorolla.

Zuloaga. Calle de una vieja ciudad castellana. Al desencadenarse la Primera Guerra Mundial regresó al País Vasco, fijando su residencia en un monasterio guipuzcoano del siglo XII, en la localidad de Zumaya, hoy convertido en museo, que alberga una numerosa e importante colección de obras de arte, entre las que se encuentran pinturas de El Greco y Goya, a los que Zuloaga veneró.

Sorolla. Naranjos, Camino del mar, 1903

1920 la polémica del blanco y negro está casi zanjada, al menos entre los que han sido sus representantes históricos.

Zuloaga. Condesa Mathieu de Noailles, 1911. En los últimos años de su carrera, pintó sobre todo bodegones y retratos de encargo, que restaron originalidad a su obra por ser  en su mayoría algo convencionales y reiterativos, considerado por los historiadores de arte, su periodo más notable su producción hasta la década de 1920.
Sorolla. Ayamonte

Se inicia en España otros frentes, el de los vanguardistas parisinos o en su caso el de Solana.

Gutiérrez Solana, Coristas 1927
Gutiérrez Solana, Mascaras, entierro de la sardina

Quede claro que la visión de Sorolla por jovial y radiante fue la más popular.

Sorolla. Sevilla, Palio de la Hermandad de la Carretería

La de Zuloaga, por fúnebre, la que enarbolaban los siempre minoritarios intelectuales.

Zuloaga, Paisaje de Alhama 1923. En 1925 compró el castillo de Pedraza, Segovia, donde actualmente se encuentra el museo que lleva su nombre.

Ambas procedían de un mismo estereotipo romántico de España, siempre recomenzado.

Zuloaga. En 1940 le fue concedida una medalla en la Bienal de Venecia.
Murió en Madrid, el 31 de octubre de 1945.
Sorolla. El bautizo, 1900

Visto desde la interpretación local española, ambas visiones tenían un mismo registro de fondo, fúnebre o festivo, lo español como tema del arte español contemporáneo.

No todo concluye aquí, porque la estela de Sorolla, muy prolongada, deja sin sustancia singular a sus seguidores, todos ellos enterrados por la etiqueta del sorollismo.

Sorolla, Verano 1904

La de Zuloaga, menos fulgurante y frecuentada, deja mayor espacio para que quepa la singularidad.

Esta ultima esta jalonada por Romero de Torres y sobre todo José Gutiérrez Solana.

Gutiérrez Solana. 1920. La tertulia del café del Pombo
Gutiérrez Solana. Procesión de Semana Santa

Esta estela negra sigue planeando por las minorías intelectuales del país tras la Guerra Civil y quizás pueda ser el grupo El paso su canto de cisne.

Manuel Millares

Trianart foto

CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo. El espejo del tiempo. Editorial Taurus. Madrid 2009


Publicado por ilabasmati

Licenciada en Bellas Artes, FilologÍa Hispánica y lIiteratura Inglesa.

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