
Zuloaga/Sorolla, el negro sobre blanco, la enfermedad y la salud, la tragedia y la fiesta, lo hondo y lo superficial, lo feo y lo agradable, las dos Españas.

Trabajó siendo niño en el taller de su padre, Plácido Zuloaga conocido damasquinador, tomando contacto así con el dibujo y el grabado; su tío Daniel Zuloaga, gran ceramista, ejerció una poderosa influencia sobre él.

La obra de los dos artistas se convierte en motivo de debate sobre todo por los regeneracionistas de la época de la Restauración y en particular de los miembros de la Generación del 98.


La ficción negro y blanco no lo inventan ni Zuloaga, ni Sorolla, sino que viene de atrás.

Posteriormente marchó a París, en 1990, centro en ese momento de las vanguardias artísticas e intelectuales, quedando impresionado y fascinado.

Por un lado están los fabricantes de costumbrismo blanco, el de los fabricantes de postales y pósteres andaluces.

Posteriormente marchó a París, en 1990, centro en ese momento de las vanguardias artísticas e intelectuales, quedando impresionado y fascinado.

Por el otro el costumbrismo negro, sin trampa ni cartón, Goya.


O lo que es lo mismo, los costumbristas de lo andaluz, más que andaluces y los llamados costumbristas de veta brava.
Unas mismas costumbres para las dos Españas, una en tecnicolor y otra en blanco y negro.


1865 Manet de viaje por España percibe que lo genuino español es comprender e Velázquez, de la única manera moderna posible, es decir a través de Goya ¿Quién aclara la modernidad de Goya?

1890-1920 hay un redescubrimiento del Greco que da la respuesta, él es el que explica y reinterpreta el pasado o para completar la imagen romántica del negro de la Escuela Española.

Otros desde una perspectiva formalista, ven al Greco como elemento dinamizador de la emergente vanguardia.

Hay quienes analizan la espiritualización alucinada o alucinante de sus imágenes en clave místico idealistas o simbólicas, como culminación de un pasado.

Hay quienes lo hacen en clave psicológica como heraldo del porvenir de un nuevo tipo de hombre.

Entre los primeros hay que contar con pintores y escritores del simbolismo, los decadentes, mientras que en el segundo hay que emplazar a los vanguardistas del expresionismo.

El representante más característico del negro verde y del simbolismo es Zuloaga, jaleado por ellos por los noventayochistas, quien da origen a una corriente de artistas locales, como Romero de Torres o José Gutiérrez Solana.




Pero si Zuloaga es el adverso, Sorolla es el reverso de la moneda española.


1910-1920 coincide con el desarrollo del simbolismo español, es cuando los noventayochistas dan la batalla a favor de Zuloaga y también cuando el enfrentamiento local entre este y Sorolla cobra especial virulencia.


Las acusaciones de facilidad y comercialización se repiten contra Sorolla, lo que hace necesaria cierta explicación.

No basta con lo obvio del éxito nacional e internacional obtenido por Sorolla y las correspondientes cotizaciones obtenida por sus cuadros bastante insólitas por elevadas, en el panorama artístico español de entonces, ni la correspondiente acumulación de una fortuna.

Anglada Camarasa y Zuloaga, obtienen también grandes éxitos internacionales y alcanzan mas que desahogadas fortunas personales.
Pero a diferencia de Sorolla, tienen menos éxito popular en España.

En el antisorollismo, muy generalizado entre los del 98, funciona el agravio comparativo, además del enfrentamiento ideológico de dos concepciones opuestas sobre la imagen representada y representable del país.

Esa actitud se vio aumentada por las campañas de agitación de la opinión publica en favor de Sorolla que emprende Blasco Ibáñez.

Las afinidades temperamentales entre el escritor y el pintor valenciano son evidentes.

Hay que añadir a esto el triunfo de Sorolla en la Exposición de Paris de 1900, un triunfo que comparte con figuras internacionales y que deja fuera de lugar a figuras como Zuloaga.

Así Unamuno apasionado de Zuloaga establece una distinción entre la España de Blasco Ibáñez y Sorolla, que en su opinión es superficial, instantánea y como tal solo visual y por el otro la de Zuloaga, que es profunda, espiritual, meditada y literaria.


Aunque en la confrontación Sorolla-Zuloaga hay una excepción que merece un comentario aparte.
Y es el caso de Azorín, que se alinea de forma diferente a sus colegas de Generación.
Donde mas claramente se manifiesta Azorín a favor de Sorolla es en un libro, cronológicamente tardío, pues se publica en 1946, con el título de Valencia.


Las menciones que hace a Zuloaga por estas fechas o posteriores, siempre respetuosas, no dejan de traducir reservas y en ningún caso tienen un todo elogioso que dedica a Blasco Ibáñez.


Quien no simpatiza con la figura de Sorolla es Valle Inclán.


El escritor gallego procede del paisaje que Azorín define como la soledad verde, elabora su propia estética decadentista, antes de 1900 y sobre todo, sienta catedra pictórica en la tertulia del Nuevo Café de Levante, donde entre 1903-1916, pasan casi todos los pintores españoles del momento incluido Zuloaga, pero no Sorolla.


Los lances del debate toman mayor claridad en los más jóvenes del 98, como Ortega y Pérez de Ayala.
El tono de ambos no dejo de ser combativo y claramente zuloaguesco, pero no dogmático y aun menos antisorollista.


Pérez de Ayala, refinado esteta y buen conocedor del arte español contemporáneo, defiende la legitimidad de la visión negra de Zuloaga, pero estima que la defensa de esto se haga compatible con Sorolla.


1920 la polémica del blanco y negro está casi zanjada, al menos entre los que han sido sus representantes históricos.


Se inicia en España otros frentes, el de los vanguardistas parisinos o en su caso el de Solana.


Quede claro que la visión de Sorolla por jovial y radiante fue la más popular.

La de Zuloaga, por fúnebre, la que enarbolaban los siempre minoritarios intelectuales.

Ambas procedían de un mismo estereotipo romántico de España, siempre recomenzado.

Murió en Madrid, el 31 de octubre de 1945.

Visto desde la interpretación local española, ambas visiones tenían un mismo registro de fondo, fúnebre o festivo, lo español como tema del arte español contemporáneo.
No todo concluye aquí, porque la estela de Sorolla, muy prolongada, deja sin sustancia singular a sus seguidores, todos ellos enterrados por la etiqueta del sorollismo.

La de Zuloaga, menos fulgurante y frecuentada, deja mayor espacio para que quepa la singularidad.
Esta ultima esta jalonada por Romero de Torres y sobre todo José Gutiérrez Solana.


Esta estela negra sigue planeando por las minorías intelectuales del país tras la Guerra Civil y quizás pueda ser el grupo El paso su canto de cisne.

Trianart foto
CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo. El espejo del tiempo. Editorial Taurus. Madrid 2009