Paralelo a la pintura galante hay otras notables corrientes destinadas a tener una gran influencia posterior, como la del género sentimental de Jean Batiste Greuze (1725-1805) o el naturismo de Jean Batiste Simeón Chardin (1699-1779).
Ambos hacen cuadros de género a los que les dan un aire moderno en los que abundan escenas populares o bodegones tipo los flamencos y los holandeses.
Greuze muestra sus escenas populares a la misma altura que la pintura histórica.
Greuze hace un guiño al espectador para buscar complicidad con un toque sentimental, para eso busca a los niños y muchachas adolescentes por lo general campesinas a las que idealiza.
Es a su vez un guiño a Rousseau que defiende la bondad natural frente a la corrupción social.
Destacan El amor filial, El cántaro roto, El fruto de la buena educación y La boda del pueblo.
Chardin tiene menos ambición que el anterior solo pretende hacer bodegones a la manera holandesa.
Pero se gana un enorme prestigio, gracias a la opinión que Diderot le dedica.
Su origen es modesto y su formación de artesano, algo que marca su laboriosidad concienzuda y honesta.
En 1728 llama la atención una pintura denominada La Raya y es animado por varios académicos a que se presente ante la Academia.
Es admitido el mismo año en la Academia como pintor de categoría menor de animales y frutos, siendo esa obra una de sus obras de recepción.
Logro más admirables en esa línea, al principio por gusto por la anécdota como es común en este género y con el tiempo gana en calidad.
Destacan La raya (1728), El lavamanos de cobre (1734).
La representación que hace en su pintura retrotrae a la infancia, al orden equilibrado del hogar, y a la formación del hombre de provecho, muy del gusto de la emergente clase burguesa que ya no está monopolizado por la aristocracia, sino que tiene un criterio propio.
