Asiria, una civilización milenaria, emergió en el norte de Mesopotamia, a lo largo del río Tigris, derivando su nombre de su dios principal, Assur, y de la ciudad homónima. Su historia se caracteriza por un proceso de altibajos, marcando una presencia significativa en el Próximo Oriente Antiguo desde el tercer milenio a.C. hasta su caída en el siglo VII a.C.. Su ascenso y consolidación la convirtieron en una de las potencias dominantes de la región durante varios siglos.

La monarquía asiria no era meramente política; el rey era considerado el sacerdote principal y administrador elegido por el dios Assur, su deidad principal. Esta conexión divina era fundamental para la legitimación de su poder.

La figura del rey se representaba como un ser superior, de mayor tamaño que otras figuras y con atributos de poder, como un alto tocado y armas divinas, lo que reforzaba su autoridad. Las inscripciones reales, que datan del siglo XIV a.C., inicialmente celebraban al soberano como constructor de templos y murallas, pero pronto incluyeron sus campañas militares, convirtiéndose en una forma temprana de historiografía que documentaba sus victorias en primera persona.

Esta evolución en el contenido de las inscripciones reales revela una proyección intencionada de la imagen del monarca, pasando de un énfasis en la estabilidad interna y la piedad a una clara priorización de la proyección de poder exterior y la destreza militar. Estos registros, aunque concebidos con un propósito propagandístico, constituyen fuentes primarias inestimables para la comprensión de la historia asiria.

El Imperio Asirio tuvo una vasta extensión geográfica a lo largo de sus diferentes fases, abarcando Mesopotamia, el Levante, Egipto, Anatolia y más allá en su apogeo. Su historia imperial se divide tradicionalmente en tres períodos principales: el Imperio Antiguo Asirio (c. 1813-1760 a.C.), el Imperio Medio Asirio (c. 1350-911 a.C.) y el Imperio Neoasirio (c. 911-609 a.C.).

La supremacía asiria se basó en un ejército poderoso y una política de integración de los pueblos conquistados como súbditos, aunque con una brutalidad que se hizo característica. La concepción de la guerra como un mandato divino, donde el rey, como elegido del dios Assur, tenía la obligación de expandir la gloria de su deidad, proporcionó un fundamento ideológico inquebrantable para las políticas expansionistas y a menudo brutales del imperio.

Esta creencia en una sanción divina para la guerra infundió un sentido de rectitud en sus campañas militares, fortaleciendo la moral y legitimando la autoridad del rey ante sus súbditos. Esto también explica por qué las campañas militares del rey eran tan centrales en las inscripciones y el arte real, sirviendo como un recordatorio constante de la voluntad de Assur y del cumplimiento de esta por parte del rey.

I. Los Orígenes y el Imperio Asirio Antiguo (c. 2020-1760 a.C.)
Los asirios se asentaron en la región del Tigris superior y el Gran Zab, fundando la ciudad de Assur, que eventualmente daría nombre a toda la región y se convertiría en su centro cultural. Alrededor del 2400 a.C., los asirios se encontraron bajo la influencia de Sargón I de Acad, quien unificó a los pueblos de habla sumero-acadia en el Imperio Acadio, un dominio que perduró hasta el 2154 a.C..

De los primeros reyes de Asiria, como Apia Sulili, Quiquilla y Aquilya, se sabe poco, más allá de que Quiquilla realizó obras en las murallas y templos de Assur entre el 2500 y 2400 a.C.. Aunque los reyes de esta época eran descritos principalmente como jefes ganaderos, la evidencia sugiere que el comercio desempeñó un papel económico significativo. La correspondencia antigua, como una carta de Itur-ili a Ennam-Ashur, da testimonio de un importante comercio de metales preciosos con Anatolia (Karum Kanesh). Este comercio, que se extendía a regiones como Anatolia, sugiere que la base económica de Asiria no se limitaba a la agricultura o la ganadería, sino que también dependía de su posición estratégica como centro comercial. La riqueza generada por este comercio probablemente proporcionó los recursos necesarios para el desarrollo temprano de sus ciudades y la construcción de fortificaciones, sentando las bases para futuras expansiones militares.

El primer gran rey de Asiria fue Shamshi-Adad I (1813-1781 a.C.), hijo del rey de Alepo. Durante su reinado, logró dominar toda Acadia y parte de Sumeria, reteniendo un vasto territorio y marcando el inicio del Imperio Antiguo Asirio, un período de significativa expansión y consolidación del poder asirio en Mesopotamia.

Sin embargo, la expansión de Shamshi-Adad I fue temporal. Su hijo y sucesor, Ishme-Dagan (1789-1741 a.C.), no demostró la misma competencia. Los babilonios, bajo el liderazgo de Hammurabi, derrotaron a los asirios alrededor del 1760 a.C., reduciendo Asiria a una mera provincia babilónica. Entre el 1700 y el 1601 a.C., varios reyes asirios, incluyendo a Adari, Belu Bani, Libaia, Sharma Adad I, Iptar Sin, Bazaira, Lullaia, Kidin Ninua y Sharma Adad II, operaron como vasallos de Babilonia. Posteriormente, alrededor del 1570 a.C., Babilonia, y por extensión Asiria, pasó a formar parte del reino babilónico de los casitas. Además, Mitanni invadió Asiria hacia el 1500 a.C., lo que marcó un período de dominación esporádica mitano-hurrita. Esta recurrencia de Asiria cayendo bajo el dominio de otras potencias, como Babilonia, los casitas y Mitanni, ilustra la naturaleza fluida y competitiva del panorama geopolítico en la antigua Mesopotamia. Ninguna potencia mantenía una hegemonía absoluta por largos periodos sin enfrentar desafíos o periodos de subyugación. Esta experiencia temprana de ser un estado vasallo pudo haber influido profundamente en la posterior brutalidad asiria y en su implacable determinación de evitar futuras subyugaciones, impulsando su agresivo expansionismo en periodos posteriores.
| Rey | Período de Reinado (a.C.) | Hitos Clave/Eventos Significativos | Estatus (Independiente/Vasallo) |
| Naram Sin | c. 1830 | – | Independiente |
| Erishum II | c. 1815 | – | Independiente |
| Shamshi Adad I | 1813-1781 | Primer gran rey, dominó Acadia y parte de Sumeria. | Independiente |
| Ishme Dagan | 1780-1741 | Derrotado por los babilonios (1760 a.C.). | Independiente, luego vasallo de Babilonia |
| Adari | c. 1700 | – | Vasallo de Babilonia |
| Belu Bani | 1700-1691 | – | Vasallo de Babilonia |
| Libaia | 1690-1674 | – | Vasallo de Babilonia |
| Sharma Adad I | 1673-1662 | – | Vasallo de Babilonia |
| Iptar Sin | 1661-1650 | Babilonia somete Asiria (1650 a.C.). | Vasallo de Babilonia |
| Bazaira | 1649-1622 | – | Vasallo de Babilonia |
| Lullaia | 1621-1618 | – | Vasallo de Babilonia |
| Kidin Ninua | 1615-1602 | – | Vasallo de Babilonia |
| Sharma Adad II | c. 1601 | – | Vasallo de Babilonia |
| Ishme Dagan II | c. 1561 | – | Vasallo de Babilonia |
| Shamshi Adad III | c. 1545 | – | Vasallo de Babilonia |
| Ashur Nirari I | c. 1529 | – | Vasallo de Babilonia |
| Puzur Ashur III | 1503-1479 | Mitanni invade Asiria (c. 1500 a.C.). | Vasallo de Babilonia/Mitanni |
El Imperio Medio Asirio representó un período crucial de resurgimiento y consolidación para Asiria. Eriba Adad I (1392-1366 a.C.) inició el declive de la influencia de Mitanni sobre Asiria, involucrándose en disputas dinásticas mitanias y haciendo que Asiria ganara influencia en los asuntos de Mitanni.
El verdadero artífice de este renacimiento fue Ashur-uballit I (1365-1330 a.C.), quien se autoproclamó «gran rey». Ashur-uballit I aprovechó la presión hitita desde el noroeste y la asiria desde el sudeste para romper el poder de Mitanni, derrotando decisivamente a su rey Shuttarna II en batalla. Esta victoria no solo restauró la independencia de Asiria , sino que la convirtió nuevamente en una potencia imperial a expensas de los propios mitanios, la Babilonia casita, los hurritas y los hititas. Su influencia se extendió hasta Babilonia, donde invadió para vengar a su yerno, deponiendo al rey e instalando a Kurigalzu II, un miembro de la familia real asiria, en el trono babilónico.
Los siguientes monarcas consolidaron esta expansión, siendo conocidos como los «grandes reyes» del Imperio Medio:
Adad-nirari I (1307-1275 a.C.): Sucedió a Ashur-uballit I y se autodenominó «Gran Rey» (Sharru rabû) en cartas a los reyes hititas. Expandió Asiria hacia el noroeste, principalmente a expensas de hititas y hurritas, conquistando territorios como Carquemis y Shupria. También anexó territorio babilónico y obligó a los gobernantes casitas de Babilonia a aceptar un nuevo acuerdo fronterizo favorable a Asiria. Sus inscripciones son notablemente más detalladas que las de sus predecesores, declarando que los dioses de Mesopotamia lo llamaron a la guerra, una declaración que se volvió común en la ideología real asiria.
- Salmanasar I (1274-1245 a.C.): Prosiguio las campañas contra diversas tribus como akhalmu, qutu y lullumi. Derrotó definitivamente al rey Shattuara II, acabando por completo con el reino de Mitanni. También se enfrentó al naciente estado de Urartu, en el sur de Armenia. Salmanasar restauró numerosos templos y fundó Kalakh (actual Nimrud) como nueva capital del imperio. Su reinado consolidó el ejército y el tributo como pilares fundamentales del Imperio Asirio, y la crueldad con los reyes y prisioneros vencidos se hizo temible. La institucionalización de la guerra y la brutalidad como política imperial se hizo evidente, transformando la conquista en una estrategia sistemática y económicamente motivada. Esto no era un acto aleatorio, sino una táctica calculada para mantener el control sobre un vasto y diverso imperio, sirviendo tanto como un poderoso elemento disuasorio contra la rebelión como un medio constante de extracción económica
- Tukulti-Ninurta I (1244-1208 a.C.): Hijo y sucesor de Salmanasar I, avanzó por el noroeste hasta Asia Menor y se proclamó «rey que percibe tributos de las cuatro partes del mundo», dejando constancia de su pretensión de universalidad. Reprimió un levantamiento del rey Khastiliash IV de Babilonia, proclamándose también «rey del país de Karduniash» (Babilonia casita). A partir de su reinado, la guerra se institucionalizó como una forma de comercio de Estado en Asiria, donde la expansión y la obtención de recursos a través de la conquista se convirtieron en una política fundamental. En la etapa final de su reinado, intentó fundar una nueva capital, Kar-Tukilti-Ninurta, con el objetivo de sustituir a la antigua Assur y limitar el poder tradicional del clero y las grandes familias. Esta maniobra autoritaria, que buscaba centralizar el poder real, provocó una conjura palaciega que acabó con su vida. Este evento revela una tensión fundamental entre la ambición del rey por un poder absoluto y las bases de poder tradicionales arraigadas en el estado, demostrando que las reformas radicales, especialmente aquellas que desafiaban el corazón religioso, podían generar una profunda inestabilidad política.
Tras un siglo de decadencia que siguió al reinado de Tukulti-Ninurta I, Tiglath-Pileser I (1115-1077 a.C.) marcó un nuevo apogeo asirio. Este rey inició una época expansionista: tras la desaparición del Imperio Hitita, se enfrentó a los mushki, luchó en la región del lago de Van, y luego, pasando por el Éufrates, tomó ciudades fenicias como Biblos, Sidón y Arwad, realizando una serie de campañas en Siria. Hacia el 1085 a.C., atacó Babilonia y derrotó definitivamente a su rey Marduk-nadin-ahhe. En política interior, su obra representa la culminación de una larga evolución: recopiló las Leyes asirias (disposiciones legales escritas en tablillas de arcilla entre los siglos XV-XII a.C.) y los Edictos del harén, que reglamentaban las complejas relaciones entre el personal de la corte y las mujeres del rey. La codificación legal, como la realizada por Tiglath-Pileser I, indica una capacidad administrativa sofisticada y el reconocimiento de la necesidad de un orden interno y una gobernanza codificada para gestionar un estado en crecimiento. Este marco legal era crucial para mantener la cohesión social, resolver disputas y asegurar la eficiencia administrativa dentro de los territorios centrales de Asiria, complementando su enfoque militar externo. Tras su muerte en 1077 a.C., el poder asirio experimentó un gran declive que duró hasta la subida al trono de Adad-Nirari II en 911 a.C., con quien comienza el Imperio Nuevo Asirio.
Tabla 2: Reyes Clave y Hitos del Imperio Asirio Medio
| Rey | Período de Reinado (a.C.) | Hitos Clave | Políticas Imperiales Notables | Desafíos Internos/Externos |
| Eriba Adad I | 1392-1366 | Expulsión de los hurritas de Assur; disminución de la influencia de Mitanni. | – | Influencia de Mitanni |
| Ashur Uballit I | 1365-1330 | Derrota decisiva de Mitanni; restauración de la independencia; invasión de Babilonia. | Asiria se convierte en potencia imperial a expensas de vecinos. | Venganza de yerno en Babilonia. |
| Enlil Nirari | 1330-1319 | Derrota de Kurigalzu II de Babilonia; expansión territorial. | Expansión territorial. | Intentos babilónicos de invasión. |
| Arik Den ili | 1319-1308 | Consolidación del poder asirio; campañas en Zagros y Siria. | Subyugación de Lullubi y Gutianos. | Tribus Ahlamu. |
| Adad Nirari I | 1307-1275 | Conquista de Carquemis y Shupria; anexión de territorio babilónico; nueva capital Kalakh. | Autoproclamación como «Gran Rey»; los dioses llaman a la guerra. | Hititas y hurritas. |
| Salmanasar I | 1274-1245 | Conquista final de Mitanni; enfrentamiento con Urartu; fundación de Kalakh. | Ejército y tributo como soportes básicos; crueldad con vencidos. | Urartu. |
| Tukulti Ninurta I | 1244-1208 | Expansión a Asia Menor; conquista de Babilonia; intento de nueva capital Kar-Tukilti-Ninurta. | Proclamación «rey que percibe tributos de las cuatro partes del mundo»; guerra como «comercio de Estado». | Conjura palaciega y asesinato. |
| Ashur Nadin Apli | 1208-1204 | – | – | Decadencia. |
| Ashur Nirari III | 1204-1198 | – | – | Decadencia. |
| Enlil Kudurri Usur | 1198-1192 | – | – | Decadencia. |
| Ninurta Apal Ekur | 1192-1180 | – | – | Decadencia. |
| Ashur Dan I | 1179-1134 | Estabilización interna; conquista del norte de Babilonia. | – | Inestabilidad en Babilonia. |
| Ashur Resh Ishi I | 1133-1116 | – | – | – |
| Tiglath Pileser I | 1115-1077 | Nuevo apogeo; conquistas en Siria, Fenicia, Babilonia; recopilación de Leyes asirias y Edictos del harén. | Expansión post-hitita; reformas legales. | Decadencia posterior a su muerte. |
| Asharid Apal Ekur | 1077-1074 | – | – | Decadencia. |
| Ashur Bel Kala | 1074-1057 | – | – | Decadencia. |
| Shamshi Adad IV | 1057-1050 | – | – | Decadencia. |
| Asurnasirpal I | 1050-1032 | Uso de grandes torres-ariete en asedios. | Innovación militar. | – |
| Salmanasar II | 1031-1020 | – | – | – |
| Ashur Nirari IV | 1020-1016 | – | – | – |
| Ashur Rabi II | 1016-973 | – | – | – |
| Ashur Resh Ishi II | 973-967 | – | – | – |
| Tiglath Pileser II | 967-935 | – | – | – |
| Ashur Dan II | 934-912 | Último rey del Imperio Medio; campañas fuera de fronteras. | Preparación para el Imperio Nuevo. | – |
El Imperio Neoasirio representa el apogeo del poder asirio, caracterizado por una expansión sin precedentes y una administración imperial altamente organizada.
El renacimiento asirio comenzó con Adad-nirari II (911-891 a.C.), quien marcó el inicio de este nuevo período. Logró reconquistar ciudades asirias que habían sido tomadas por los arameos y estableció un control directo sobre la Mesopotamia septentrional. Su sucesor, Tukulti-Ninurta II, reforzó la posición de Asiria y se expandió hacia el norte en Asia Menor y los Montes Zagros.
Ashurnasirpal II (883-859 a.C.), considerado el fundador del Imperio Neoasirio, se embarcó en un vasto programa de expansión, recuperando gran parte del territorio que Asiria había perdido alrededor del 1100 a.C.. Realizó campañas en los Montes Zagros en el Irán moderno, sofocando revueltas de los lullubi y gutis. Durante su reinado, los asirios comenzaron a jactarse de su crueldad, un rasgo que se convertiría en una marca distintiva de su política imperial. El rey se autoproclamaba con títulos grandiosos como «Gran rey», «Rey poderoso», «Rey de la totalidad» y «Rey del país de Assur», reflejando la creciente ambición y la brutalidad de su política imperial. Ashurnasirpal II trasladó la capital de Assur a Kalakh (Nimrud), donde construyó un gigantesco complejo palaciego. Aunque Assur perdió la capitalidad política, mantuvo su importancia religiosa, siendo el lugar donde eran enterrados los reyes.
Su hijo, Salmanasar III (859-824 a.C.), tuvo un largo reinado de 35 años, durante el cual la capital se convirtió en un campamento armado y los ejércitos asirios realizaban campañas anualmente. Ocupó y sometió Babilonia. Luchó contra Urartu y lideró un ejército contra una alianza de estados arameos, encabezada por Hadadezer de Damasco y en la que participó Acab, rey de Israel, en la Batalla de Qarqar (853 a.C.). Capturó el estado neohitita de Carquemis (849 a.C.) y asedió Damasco, forzándola a pagar tributo (842 a.C.), aunque no pudo conquistarla. Sometió a Jehú de Israel y a los estados fenicios de Tiro y Sidón a tributo (841 a.C.). Muchos de sus logros militares están registrados en su famoso Obelisco Negro, una estela de piedra caliza negra que también contiene la primera mención conocida de los persas y una posible referencia a Jehú de Israel.
Tiglath-Pileser III (745-727 a.C.) ascendió al trono en un período de revolución interna, con el país devastado por la guerra civil y la peste, y con Urartu arrebatando colonias en Asia Menor. Un general que tomó el trono como Tiglath-Pileser III, Pulu, realizó cambios radicales en la administración, mejorando considerablemente su eficiencia y la seguridad del país. Las provincias conquistadas se organizaron a través de una administración compleja, donde cada distrito pagaba un tributo fijo y proporcionaba un contingente militar. Transformó las fuerzas asirias en un ejército profesional permanente, y la política asiria se dirigió desde entonces a la subyugación de toda la región. Invadió Babilonia, derrotó a su rey Nabonasar, y se hizo coronar rey con el nombre de Pulu. Después de someter Babilonia y derrotar a Urartu y a los medos, se expandió hacia el oeste, sometiendo Siria e Israel y reorganizando el territorio en provincias centralizadas. En 732 a.C., tomó el principal estado arameo, Damasco, deportando a muchos de sus habitantes y a los israelitas de Samaria a Asiria. También impuso tributo a los árabes de los desiertos en la península arábiga. Las políticas de brutalidad y deportación masiva, si bien inicialmente rompieron la resistencia y permitieron la reorganización en provincias centralizadas, también generaron una resistencia persistente y, a la larga, agotaron los recursos y la mano de obra del imperio. La necesidad constante de suprimir revueltas y mantener un gran ejército brutal, alimentado por estas políticas, creó un ciclo de conflicto que finalmente debilitó al imperio desde dentro, haciéndolo vulnerable a las amenazas externas.
Sargón II (721-705 a.C.): Sucedió a Salmanasar V. Derrotó al reino de Israel y deportó a sus habitantes, un evento que dio origen a la leyenda de las «diez tribus perdidas». Fundó una nueva capital, Dur-Sharrukin («Fortaleza de Sargón»), cerca de Nínive, construyendo un palacio con unas 200 habitaciones y patios para afirmar su autoridad, utilizando botín y prisioneros de guerra. La fundación de Dur-Sharrukin, al igual que los traslados de capital anteriores, no fue una decisión arbitraria, sino un movimiento estratégico para consolidar el poder, distanciarse de regímenes previos y establecer un nuevo centro simbólico que reflejara sus ambiciones imperiales. Estas construcciones monumentales eran expresiones directas de la omnipotencia real y servían como propaganda visual.
Senaquerib (704-681 a.C.): Hijo de Sargón II, trasladó la capital a Nínive, una decisión que pudo estar influenciada por problemas con la nobleza y el clero, además de las «temores de castigo divino» tras la misteriosa muerte de su padre. Fue famoso por sus ambiciosos proyectos de construcción, incluyendo el Palacio Suroeste en Nínive, adornado con detallados paneles de piedra tallada que representaban sus campañas militares y el transporte de las colosales esculturas de Lamassu, toros alados con cabeza humana que protegían las entradas. Sofocó una revuelta en Babilonia liderada por Merodac-Baladán, arrasando su ciudad de origen como castigo. Tras la rebelión de su títere Bel-ibni, y el asesinato de su hijo Assur-Nadin-Shumi por los elamitas, Senaquerib arrasó Babilonia por completo en 690 a.C., un acto que conmocionó a los asirios y se consideró un mal presagio. Fue asesinado por uno de sus hijos en 681 a.C., lo que desencadenó una breve guerra civil.
Asarhaddón (681-669 a.C.): Sucedió a Senaquerib. Inmediatamente reconstruyó Babilonia y la convirtió en una de sus capitales, intentando establecer una relación pacífica y de hermandad. Derrotó a cimerios y escitas en el Cáucaso y Cilicia. Conquistó Fenicia y Sidón (677 a.C.) y capturó a Manasés de Judá. Su logro más significativo fue la invasión y conquista de Egipto (673-671 a.C.), persiguiendo al faraón Taharqo hasta Nubia, lo que marcó la máxima extensión territorial de Asiria. Nombró gobernadores asirios y gobernantes títeres sobre Egipto. Murió en 669 a.C. en campaña.
Asurbanipal (668-627 a.C.): Fue el último gran rey de Asiria. Sucedió a Asarhaddón, con su hermano Shamash-shum-ukin como rey de Babilonia, aunque Asurbanipal ostentaba la posición superior. Continuó las campañas para dominar Egipto, aunque Psamético I logró declarar su completa independencia. Venció a su hermano Shamash-shum-ukin en una importante guerra civil (652-648 a.C.), saqueando e incendiando Babilonia. Castigó a caldeos, árabes y nabateos que habían apoyado la revuelta babilónica. Conquistó Elam en 646 y 640 a.C., destruyendo su capital, Susa, y poniendo fin a su historia.
Asurbanipal fue un gran patrón del arte y la cultura, construyendo una vasta biblioteca de tablillas cuneiformes en Nínive. Reunió entre 22,000 y 30,000 tablillas de arcilla, finamente escritas por ambos lados. Su contenido abarcaba una vasta gama de temas: gramática, diccionarios, listas de ciudades, matemáticas, astronomía, magia, religión, ciencias, arte, historia y literatura (incluyendo la Epopeya de Gilgamesh y el Enûma Eliš), así como textos legales y administrativos. Esta colección fue crucial para el desciframiento del acadio y la identificación del sumerio. Asurbanipal era conocido por ser un comandante marcial tenaz, pero también un intelectual reconocido que sabía leer y escribir, y un apasionado coleccionista de textos. Envió órdenes a ciudades y centros de aprendizaje de toda Mesopotamia para recopilar textos, especialmente de fuentes babilónicas, y su intenso interés en textos de adivinación estaba vinculado a «obtener la posesión de rituales y conjuros que eran vitales para mantener su poder real». La quema del palacio en 612 a.C. cocinó parcialmente las tablillas de arcilla, lo que paradójicamente ayudó a su preservación. La dedicación de Asurbanipal a la recopilación de conocimiento, manifestada en su biblioteca, revela una comprensión sofisticada del poder que iba más allá de la fuerza militar. Al centralizar el conocimiento, no solo preservó el patrimonio cultural, sino que también controló la información, utilizándola para la toma de decisiones estratégicas y para reforzar la superioridad intelectual de la élite asiria. Esta búsqueda intelectual fue una parte integral de su estrategia imperial, demostrando un enfoque integral de la gobernanza que abarcaba tanto la fuerza militar como el dominio intelectual.
A pesar de su aparente fortaleza y las vastas conquistas, las prolongadas luchas con Babilonia, Elam y sus aliados, junto con las constantes campañas para controlar y expandir su vasto imperio en todas direcciones, dejaron a Asiria exhausta. El imperio estaba drenado de riqueza y de mano de obra; las provincias devastadas no podían satisfacer las necesidades del tesoro imperial, y era difícil encontrar suficientes tropas para guarnecer el enorme imperio.
| Rey | Período de Reinado (a.C.) | Capital Principal | Campañas Militares/Conquistas Clave | Reformas/Construcciones Notables | Desafíos/Impacto |
| Adad-nirari II | 911-891 | Assur | Reconquista de ciudades arameas, control de Mesopotamia septentrional. | – | Inicio del resurgimiento. |
| Tukulti-Ninurta II | 891-884 | Assur | Expansión hacia Asia Menor y Montes Zagros. | – | Reforzó la posición de Asiria. |
| Ashurnasirpal II | 883-859 | Kalakh (Nimrud) | Vastos programas de expansión, campañas en Zagros. | Traslado de capital a Kalakh, construcción de palacio. | Asiria comienza a jactarse de su crueldad. |
| Salmanasar III | 859-824 | Kalakh (Nimrud) | Ocupación de Babilonia, lucha contra Urartu, Batalla de Qarqar, captura de Carquemis, asedio a Damasco, sometimiento de Israel y Fenicia. | Obelisco Negro. | Capital como campamento armado, campañas anuales. |
| Semíramis | 810-805 | – | Co-regente. | – | Período de co-regencia. |
| Salmanasar IV | 783-772 | – | – | – | Período de estancamiento. |
| Ashur-Dan III | 772-755 | – | Ineficaz, no pudo conquistar en Babilonia y Aram. | – | Rebeliones internas, peste, eclipse solar. |
| Ashur Nirari V | 754-745 | Nínive | – | – | Reinado de revolución permanente, derrocado. |
| Tiglath-Pileser III | 745-727 | Kalakh (Nimrud) | Invasión de Babilonia, derrota de Urartu, sometimiento de Siria e Israel, toma de Damasco. | Reformas administrativas y militares, ejército profesional, reorganización en provincias. | Resurgimiento de Asiria, inicio del «segundo Imperio Asirio». |
| Salmanasar V | 727-722 | – | Asedio de Samaria (Israel). | – | Muerte repentina. |
| Sargón II | 721-705 | Dur-Sharrukin | Derrota y deportación de Israel. | Fundación de Dur-Sharrukin, construcción de palacio. | Afirmación de autoridad, origen de las «diez tribus perdidas». |
| Senaquerib | 704-681 | Nínive | Sofoca revuelta en Babilonia, arrasa ciudad de origen de Merodac-Baladán, arrasa Babilonia (690 a.C.). | Traslado de capital a Nínive, grandes proyectos de construcción (Palacio Suroeste, Lamassu). | Asesinado por sus hijos, guerra civil. |
| Asarhaddón | 681-669 | Nínive, Babilonia | Campañas en el Cáucaso, conquista de Fenicia y Sidón, invasión y conquista de Egipto. | Reconstrucción de Babilonia. | Máxima extensión territorial de Asiria. |
| Asurbanipal | 668-627 | Nínive | Campañas en Egipto, victoria sobre Shamash-shum-ukin (guerra civil), conquista y destrucción de Elam. | Biblioteca de Nínive. | Agotamiento del imperio, drenaje de riqueza y mano de obra. |
La ideología real asiria se cimentaba en una profunda interconexión entre el poder político, la religión y la propaganda, con el rey en el centro de esta compleja estructura. Para los mesopotámicos, el rey asirio era el puente entre los hombres y los dioses, encargado de descubrir y transmitir la voluntad divina. La religión mesopotámica no se basaba en un concepto de fe, sino en la reverencia y la creencia en el poder del ritual para apaciguar la ira divina y obtener su favor en asuntos terrenales.
El dios Assur, deidad epónima de la ciudad y del imperio, evolucionó de un dios creador y de la vida vegetal a ser el dios supremo de Asiria, dios de la guerra y protector del estado, representado con un disco solar alado. El rey gobernaba la tierra en nombre de Assur, lo que fortalecía la idea de que la ciudad y el imperio le pertenecían y estaban bajo su protección. La mayoría de los soberanos asirios del primer milenio a.C. incluyeron el nombre de Assur en su nombre real, como Ashur-nasir-pal y Asurbanipal. El rey acudía anualmente al templo de Assur para celebrar solemnemente su fiesta, especialmente al comienzo del nuevo año, simbolizando el renacimiento perpetuo de la creación y consagrando la relación especial entre el rey, la nación y el dios.
La guerra no era vista como una mera actividad política, sino como un ritual sagrado y una justificación divina. La religión fue utilizada como una herramienta fundamental para legitimar los avances militares del gobernante, ya que de él dependía descubrir y hacer efectiva la voluntad de los dioses. La victoria en el campo de batalla simbolizaba la aprobación divina, mientras que la derrota significaba la pérdida de su apoyo. Mitos como el Enuma Elish, que describe a Marduk estableciendo el orden sobre el caos, y el de Erra e Ishum, establecían que la guerra no era por placer, sino que debía tener una causa justa y legítima para mantener el orden cósmico. Los rituales de guerra eran una parte integral de las campañas: incluían la adivinación en las primeras fases para confirmar el apoyo divino y recibir instrucciones, rituales de protección y profilácticos al principio de las batallas, y rituales post-guerra de purificación y acción de gracias para controlar la violencia y reintegrar a los soldados. Las celebraciones en el campo de batalla incluían la recolección de trofeos (manos y cabezas de enemigos, botín material), ejecuciones o flagelaciones de cautivos para humillarlos, y la toma de estatuas de templos enemigos para desfiles triunfales. Se dejaba una estela en la nueva frontera para conmemorar el triunfo. Al regresar a Asiria, el rey agradecía a Assur, le informaba por escrito sobre los acontecimientos de la campaña, y este texto se leía al pueblo antes de ser depositado en los archivos del templo.
El arte asirio, especialmente los relieves palaciegos, funcionaba como una poderosa herramienta propagandística. Los palacios de Nimrud, Nínive y Dur-Sharrukin estaban adornados con escenas que representaban campañas militares, la tecnología bélica asiria, ataques, quema y saqueo de ciudades, y un amplio inventario de crueldad, incluyendo procesiones de prisioneros, torturas y pilas de cabezas cercenadas. Estas imágenes, acompañadas de textos cuneiformes que glorificaban al rey, buscaban intimidar a los enemigos extranjeros y al mismo tiempo convencer a la élite asiria de la legitimidad del monarca y la unidad del gobierno. La representación del rey como una figura de mayor tamaño y con atributos divinos legitimaba su dominio sobre otros reinos. La exhibición de objetos extranjeros, como el arco elamita o la viña de Elam en el Banquete de Asurbanipal, simbolizaba la capacidad del rey para expandir su territorio y «asirianizar» lo ajeno, demostrando su poder para ordenar el mundo material.
Las inscripciones reales y los anales, que evolucionaron de conmemorar la construcción a detallar las victorias militares, sirvieron como historias oficiales del estado y herramientas de propaganda. Estos documentos, a pesar de su sesgo inherente, son fundamentales para la comprensión moderna de la historia asiria.
La Biblioteca de Asurbanipal en Nínive, más allá de ser un vasto repositorio cultural, fue una manifestación del poder intelectual del rey. Asurbanipal, un monarca que sabía leer y escribir, coleccionó sistemáticamente textos de todo el imperio, incluyendo confiscaciones de Babilonia. Su interés en textos de adivinación, por ejemplo, estaba explícitamente vinculado a «obtener la posesión de rituales y conjuros que eran vitales para mantener su poder real». Esto demuestra que el control del conocimiento y la información era una parte integral de su estrategia para consolidar y legitimar su gobierno, reforzando la autoridad real de una manera menos obvia que las campañas militares, pero igualmente poderosa.
La caída del Imperio Asirio fue el resultado de una combinación de factores internos y externos que debilitaron progresivamente su estructura, a pesar de su aparente invencibilidad.
Internamente, el imperio sufrió un agotamiento severo. Las constantes campañas militares, si bien exitosas en la expansión territorial, drenaron de manera insostenible la riqueza y la mano de obra. Las provincias conquistadas, a menudo devastadas por las tácticas asirias, no podían satisfacer las crecientes necesidades del tesoro imperial, y se volvió cada vez más difícil encontrar suficientes tropas para guarnecer un imperio tan vasto. Las políticas de brutalidad y deportación masiva, aunque efectivas a corto plazo para suprimir la disidencia y reorganizar el territorio, generaron un profundo resentimiento y una resistencia persistente. La necesidad continua de sofocar rebeliones y mantener un ejército masivo, alimentada por estas políticas, creó un ciclo de conflicto que, en última instancia, debilitó al imperio desde dentro. Además, la reubicación forzada de pueblos conquistados en el corazón asirio provocó una «explosión demográfica» a finales del siglo VII a.C., lo que pudo haber ejercido una presión adicional sobre los recursos y generado tensiones internas. Tras la muerte de Asurbanipal en 627 a.C., el imperio se fragmentó rápidamente. Sus dos hijos se enzarzaron en una guerra civil por el control, lo que exacerbó la ya precaria situación interna.
Externamente, el imperio se encontró rodeado de enemigos emergentes y cada vez más poderosos. Los escitas, procedentes del norte, comenzaron a acosar las fronteras septentrionales y nororientales de Asiria. Simultáneamente, Nabopolasar, el rey caldeo de Babilonia, declaró la independencia de su reino en 626 a.C., estableciendo el Imperio Neobabilónico. Esta declaración de independencia marcó el inicio de una guerra abierta con Asiria.
La alianza entre Nabopolasar y Ciáxares, rey de Media, fue el golpe definitivo. Los medos, un pueblo indoiraní que había consolidado su poder al este de Mesopotamia, se unieron a los babilonios en 616 a.C.. Juntos, avanzaron hacia el corazón del Imperio Asirio. En 612 a.C., esta coalición asedió y destruyó Nínive, la poderosa capital asiria, tras intensos combates casa por casa. El último rey asirio, Sin-shar-ishkun, murió durante este asedio.
A pesar de la caída de Nínive, el imperio asirio intentó resistir por tres años más. Un general llamado Ashur-uballit II se proclamó rey y, con el apoyo militar tardío del faraón egipcio Necao II, se mantuvo en Harran. Sin embargo, en 609 a.C., su último reducto en Harran fue destruido por las fuerzas medo-babilónicas. Los asirios supervivientes se retiraron más allá del Éufrates, y Asiria dejó de existir como entidad independiente. Su territorio fue dividido entre Babilonia y Egipto, mientras que los medos, menos interesados en la zona, se replegaron.
La historia de los reyes asirios es un testimonio de la evolución del poder imperial en el Antiguo Oriente Próximo, marcada por un ciclo recurrente de ascenso, expansión y eventual colapso. Desde sus orígenes como jefes ganaderos en el norte de Mesopotamia, pasando por periodos de vasallaje bajo Babilonia y Mitanni, Asiria forjó una identidad imperial distintiva.
La figura del rey asirio era central, no solo como líder político y militar, sino como el intermediario divino entre los hombres y el dios Assur. Esta legitimación religiosa fue fundamental para justificar una política exterior agresiva, transformando la guerra en un ritual sagrado y una forma de «comercio de Estado» para la adquisición de recursos y la imposición de su hegemonía. La institucionalización de la brutalidad y las deportaciones masivas, aunque inicialmente efectivas para el control territorial, generaron una resistencia endémica y contribuyeron al agotamiento interno del imperio.
A pesar de su reputación de crueldad, los reyes asirios también demostraron una sofisticada capacidad administrativa y un notable interés intelectual. La codificación legal bajo Tiglath-Pileser I y la monumental Biblioteca de Asurbanipal no solo preservaron el conocimiento, sino que también sirvieron como herramientas para la consolidación del poder y el control de la información. Los traslados de capital, como la fundación de Dur-Sharrukin por Sargón II o el establecimiento de Nínive por Senaquerib, reflejan intentos estratégicos de los monarcas por consolidar su autoridad y proyectar una imagen de omnipotencia.
Sin embargo, esta misma ambición y el modelo imperial de constante expansión y represión sembraron las semillas de su propia destrucción. El drenaje de recursos y mano de obra, las persistentes rebeliones internas y las guerras civiles, combinadas con la emergencia de potencias rivales como los medos y los babilonios, llevaron al colapso del imperio. La alianza medo-babilónica y la caída de Nínive en 612 a.C. marcaron el fin de una era.
En retrospectiva, el legado de los reyes asirios es un complejo tapiz de logros militares, innovaciones administrativas y una ideología de poder divinamente sancionada, pero también de una brutalidad que, a la larga, resultó insostenible. Su historia ofrece una valiosa perspectiva sobre la dinámica de los imperios antiguos y las intrincadas relaciones entre poder, religión y sociedad en el Próximo Oriente.
