Baiae, o Bayas en español, fue una antigua ciudad romana ubicada en la bahía de Nápoles, famosa por ser el destino de lujo de la élite romana. Era el equivalente a una ciudad balneario donde los más ricos y poderosos, como Julio César, Nerón, Cicerón y el emperador Adriano, construyeron opulentas villas y disfrutaban de sus aguas termales curativas.

A diferencia de Pompeya y Herculano, que fueron destruidas repentinamente por la erupción del Vesubio, la historia de Baiae es diferente. Baiae se hundió gradualmente en el mar debido a un fenómeno geológico llamado bradisismo, que provoca el lento descenso del nivel del suelo debido a la actividad volcánica de la zona conocida como los Campos Flégreos. Con el paso de los siglos, este fenómeno hizo que la ciudad quedara sumergida, convirtiéndose en el Parque Arqueológico Sumergido de Baiae.

Bajo las aguas del golfo de Pozzuoli, hoy en día se puede explorar un verdadero museo submarino, con restos de villas, estatuas, mosaicos, calles pavimentadas y columnas de lo que una vez fue una próspera ciudad. La vegetación marina, especialmente la posidonia, ha ayudado a conservar estos restos.

En este golfo de Nápoles en el antiguo Portus Iulius un equipo de arqueólogos submarinos ha concluido la excavación de un ambiente termal excepcionalmente conservado de uno de los enclaves más lujosos y decadentes del Imperio Romano, la antigua ciudad de Bajae (actual Bayas).
El yacimiento, ubicado a tres metros de profundidad dentro de la Zona B del Parco Archeologico Sommerso di Baia, fue identificado por primera vez en 2023 pero no ha sido hasta ahora cuando los investigadores han podido documentar su excepcional estado de conservación.
El espacio, que funcionaba como una sauna romana (laconicum), conserva intacto su pavimento de mosaico, sostenido aún por las pilae del sistema de suspensurae, un ingenioso método de calefacción que junto a los tubuli empotrados en las paredes permitía la circulación de aire caliente.
Pero más allá de su estructura, lo que ha llamado la atención de los expertos son los materiales cerámicos recuperados durante la excavación, actualmente en estudio. Estos fragmentos podrían ser clave para determinar no solo la cronología exacta de su construcción, sino también las circunstancias de su destrucción.
Y aquí surge la hipótesis más sugerente: según las fuentes clásicas, este complejo termal podría formar parte de la Villa de Cicerón, el célebre orador y político romano que, como otros miembros de la élite, frecuentaba Baiae en busca de placer y reposo.
Para entender la relevancia de este hallazgo, hay que remontarse a la historia de Baiae, una ciudad que, durante siglos encarnó el lujo, el vicio y la sofisticación técnica del mundo romano. Situada en la costa noroeste del golfo de Nápoles, su fama como destino de ocio y terapias termales superaba incluso a la de Pompeya o Herculano. Su nombre derivaba, según la leyenda, de Bayo, el timonel de Ulises, cuya tumba se creía ubicada en la zona.
Desde el siglo II a.C. las propiedades curativas de sus aguas sulfurosas, canalizadas mediante una red de cámaras y tuberías, atrajeron a la élite romana. Autores como Tito Livio ya alababan sus beneficios medicinales en el 176 a.C., pero para el siglo I a.C., Baiae había mutado en un resort de lujo donde políticos como Mario, Lúculo o el propio Julio César —que poseía una villa en la colina del actual Castello— se entregaban a los placeres. Augusto la convirtió en residencia imperial, Nerón construyó aquí un palacio, y Adriano murió entre sus termas en el año 138 d.C.
Pero si hubo un episodio que simbolizó la extravagancia de Baiae, fue el puente de barcas que Calígula ordenó erigir en el 39 d.C., desafiando una profecía que le auguraba tan pocas posibilidades de ser emperador como de cruzar el golfo a caballo.
Según relatan Suetonio y Dion Casio, el excéntrico gobernante hizo tender una pasarela de casi cinco kilómetros sobre el mar, desde Baiae hasta Puteoli, y la cabalgó con su montura.
La decadencia de Baiae llegó con las invasiones bárbaras y musulmanas, pero su final definitivo lo sellaron los terremotos y la actividad volcánica que, entre los siglos XVI y XVIII, hundieron gran parte de la ciudad bajo el mar. Hoy, sus ruinas —que incluyen esculturas, mosaicos y calzadas— forman parte de un espectacular parque arqueológico submarino visitable mediante buceo o embarcaciones con fondos transparentes.
Entre sus estructuras más emblemáticas en tierra firme destaca el llamado Templo de Mercurio, una gran cúpula de 22 metros de diámetro que, antes del Panteón de Agripa, fue la más grande del mundo construida en un solo bloque. Pese a su nombre, su función real sigue siendo un misterio.
Los trabajos en el laconicum recién descubierto continuarán en otoño, centrándose en la restauración del mosaico —parcialmente cubierto por concreciones de mortero— y de los vestigios de pintura mural en las paredes.
Parco Archeologico Campi Flegrei
La Brujula Verde
